Se debe combatir la contaminación sonora

Se debe combatir la contaminación sonora

18 Septiembre 2008
El diccionario señala que el ruido es el sonido inarticulado y confuso más o menos fuerte; perturbación o señal anómala que se produce en un sistema de transmisión y que impide que la información llegue con claridad. La polución sonora es uno de los males de nuestro tiempo en las ciudades y cuando este aparece en forma permanente en la vida de las personas, puede provocar desde exclamaciones y quejas hasta enfermedades. Incluso los psicólogos reciben a pacientes que confiesan su intolerancia a algún sonido, porque dicen que les cambia el humor, los vuelve violentos y les provoca estrés.
Los tucumanos no nos quedamos atrás en materia de ruidos molestos. Los más nocivos son los que provienen de vehículos, la música en un excesivo volumen que proviene de los automóviles, de lugares de fiesta o de vecinos indolentes y los de las obras en construcción, especialmente en las que se trabaja durante la noche.
Para tener una idea del ruido en algunas calles del microcentro, hace unos meses, el jefe de Inspección General de la Dipsa midió con el decibelímetro desde el balcón de LA GACETA, sobre calle Mendoza al 600, el grado de contaminación sonora a las 12.10. El aparato digital de alta fidelidad marcó entre 59,4 a 64,9, decibeles cuando lo normal es entre 45 a 50. Luego de las 16, cuando comienzan a salir los chicos de las escuelas, la marca trepa unos 10 a 15 decibeles más, superando los 80 a 100 decibeles, según explicó el funcionario. A este panorama se suma la música que sale de los parlantes en los locales de venta de aparatos de música, el ruido de las bocinas y los ruidos de los lavaderos de autos, según el funcionario municipal.
Como se sabe, un ruido molesto puede causar estrés e, incluso, reacciones violentas. De acuerdo con un otorrinolaringólogo, la repetición de un sonido molesto genera dolor en tímpano; ese síntoma se llama algiacusia. El dolor puede causar reacciones de diversos tipos, porque el cuerpo reacciona ante algo que lo lastima. Si se repite, deriva en estrés.
Hay ruidos nocivos que pueden detectarse fácilmente por las denuncias que efectúan los ciudadanos, o si hubiese controles estrictos y constantes. Los estruendos que salen de los caños de escape de las motocicletas, automóviles o de los ómnibus desaparecerían se pasaran por una estricta revisación técnica y se multara con severidad a los infractores. En el caso de la música a elevado volumen -es muy frecuente en los barrios durante los fines de semana-, los ciudadanos suelen sentirse desprotegidos de la autoridad porque esta no se hace cargo del problema.
Otra fuente de polución sonora son las inmediaciones de algunos boliches del centro y de Barrio Norte. Avanzada la madrugada, especialmente de los sábados, los jóvenes que salen de esos lugares atormentan a los vecinos con peleas, gritos, bocinas y estruendosos caños de escape de las motos. Por ejemplo, en la 24 de Septiembre casi La Rioja, la vocinglería se vuelve insoportable entre las 4 y las 5 de la madrugada del sábado. Además, se suele producir un embotellamiento de autos porque muchos vienen de Yerba Buena. Una realidad similar padecen quienes viven cerca de la 9 de Julio y General Paz.
Son situaciones que serían fáciles de solucionar si, por ejemplo, la Policía Urbana se ocupara de rondar por los lugares más conflictivos para cuidar a los jóvenes; se evitarían así los desbordes provocados por el exceso de alcohol o de energizantes y las congestiones de tránsito. Los tucumanos tenemos las herramientas legales para disminuir la polución sonora. Sólo basta aplicarlas en toda su extensión y rigor.

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