Alberdi y la educación

Alberdi y la educación

Daba importancia al estudio de las matemáticas.
Por Carlos Páez de la Torre (h) - Redacción LA GACETA.

JUAN BAUTISTA ALBERDI. Un sector del monumento al prócer tucumano, obra de Carlos Corvo y Mario Rigutti. La foto es de 1964, año en que se lo inauguró, en la plaza Once, de Buenos Aires. JUAN BAUTISTA ALBERDI. Un sector del monumento al prócer tucumano, obra de Carlos Corvo y Mario Rigutti. La foto es de 1964, año en que se lo inauguró, en la plaza Once, de Buenos Aires.
25 Abril 2008
Es sabido que el ilustre Juan Bautista Alberdi (1810-1884), hijo de Tucumán, fue la inteligencia más despierta y visionaria de su generación. Creemos de interés recortar, de su vasta obra editada, algunos breves conceptos sobre la educación, tema que no dejó de preocuparlo con fuerza.
En las “Obras completas”, considera que Bernardino Rivadavia, en sus ensayos de educación secundaria, erró al preferir “las ciencias morales y filosóficas” a las “ciencias prácticas y de aplicación”. Su “Colegio de Ciencias Morales” debió haberse llamado “Colegio de Ciencias Exactas y de Artes aplicadas a la industria”. No era, decía, que la moral deba olvidarse. “Sé que sin ella la industria es imposible. Pero los hechos prueban que se llega a la moral más presto por el camino de los hábitos laboriosos y productivos de esas nociones honestas, que no por la instrucción abstracta.
Estos países necesitan más de ingenieros, de geólogos y naturalistas, que de abogados y teólogos”. Consideraba (“Escritos póstumos”) que “la instrucción es una parte de la educación, pero sólo una parte; la instrucción es la cultura de la inteligencia; la educación es la cultura de la voluntad, la formación del carácter, la composición del temperamento”. Tal era la “doble cultura” en que residía “la cuestión general de la educación”. Educación e instrucción, “no sólo no son la misma cosa, sino que a menudo están separadas y se excluyen recíprocamente.
De ahí los ejemplos infinitos de hombres perversos y dañinos que son inteligentes e instruidos, y de hombres ignorantes llenos de bondad y de cultura en su conducta”.
En las “Obras completas”, hay un párrafo sobre las matemáticas. Decía que “los estudios matemáticos no son necesarios por la utilidad de sus fórmulas: semejante interés sería muy secundario. Su conveniencia viene de que las matemáticas son el mejor medio de educar nuestras cabezas orientales y españolas en las prácticas del método, de la lógica y del orden. Ellas dan disciplina a nuestras facultades exaltadas, nos acostumbran a la perseverancia y refrenan los arrebatos de la imaginación”.

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