Aquellas cruces clavadas en la tierra yerma

Aquellas cruces clavadas en la tierra yerma

En el cementerio de la Isla Soledad están enterrados 239 cuerpos de ex combatientes argentinos. La mirada emocionada de un viajero.

HEROES ANONIMOS. Dentro del perímetro que marca la cerca de madera del cementerio argentino hay 230 tumbas con sus respectivas identificaciones al pie y 122 sepulcros de desconocidos.LA GACETA / ALVARO AURANE (ENVIADO ESPECIAL) HEROES ANONIMOS. Dentro del perímetro que marca la cerca de madera del cementerio argentino hay 230 tumbas con sus respectivas identificaciones al pie y 122 sepulcros de desconocidos.LA GACETA / ALVARO AURANE (ENVIADO ESPECIAL)
02 Abril 2008
ISLAS MALVINAS (por Alvaro Aurane, Enviado Especial).- Queda lejos. Pero el camino principal está en buen estado, gracias a que hay máquinas viales trabajando desde primera hora. Las ovejas son el detalle constante en el cambiante paisaje que separa a Darwin de la capital de las islas. Las lanudas bestias escuchan la camioneta y corren, aunque estén en la banquina o 50 metros de ella. Cuando el vehículo se estacione en el cementerio argentino, se quedarán mirándolo con el idiotizado gesto que la naturaleza les puso en sus largas caras blancas. Pero todavía falta bastante para llegar.
A las 9 de ayer, las montañas estuvieron bañadas por nubes bajas. La más alta de estas elevaciones, que aquí llaman Usbourne Mountain, mide unos 700 metros sobre el nivel del mar. Y las Malvinas y el nivel del mar son, normalmente, una y la misma cosa. En el trayecto hacia el lugar donde centenares de argentinos yacen bajo tierra se suceden, casi como crueles alegorías, los alambrados que delimitan los campos con minas argentinas bajo tierra. Se calcula que unas 20.000 trampas antipersonales aún esperan por explotar.
La ruta que lleva donde nuestros muertos está signada por la muerte misma. Luego de media hora de viaje se divisa, a la derecha, la zona que los isleños denominan "Bluff Cove", donde dos barcos de logística inglesa fueron bombardeados por la aviación argentina, en un ataque que les costó la vida a 50 soldados británicos. La traducción del nombre del lugar podría ser, nada menos que "Ensenada fanfarrona".
El agua decora el paisaje. Unas veces es el mar, que transita sin pedir permiso por la geografía malvinense. Otras veces son lagos dulces. O un humilde hilo de agua, pomposamente llamado río Fitz Roy. Ya está cerca. Y el clima ha cambiado. Es como si quisiera ponerse a tono con la evocación. Entonces, de repente, llega abril a las Malvinas. La templada mañana se convierte en un cielo abovedado y la temperatura apenas alcanza los 6º al ras del suelo. El aliento perdió su poética invisibilidad. Y el viento maltrata el rostro. Las manos duelen de sólo estar. Pero cualquier parecido con el frío que pasaron los conscriptos, durante horas y noches y semanas, es todavía muy lejano. Hay que doblar a la izquierda, para tomar el camino a Darwin, que hace 15 años no existía, y que ahora atraviesa las montañas que los isleños llaman Sussex. Desde la cima se logran ver, difusamente grises, algunas siluetas de la isla Gran Malvina, que los actuales ocupantes llaman simplemente West Island.
Por fin, ahí está. No importa que los isleños llamen East Island a esta parte del archipiélago. Cuando se ven las cruces, esta tierra, más que nunca, se llama Soledad. Dentro del perímetro que marca una blanca cerca de madera, hay 230 cruces clavadas en la tierra yerma. En los mármoles al pie de cada una, puede leerse el nombre de cada fallecido. Con la excepción de 122 tumbas, en donde se lee "soldado argentino sólo conocido por Dios". Es difícil, a pesar de lo políticamente correcto de la expresión, no pensar que pocas cosas deben ser menos ciertas que esa. Mucha gente conocía a cada uno de los soldados cuyo nombre ignoran los que les dieron sepultura. Lo prueban plaquitas de bronce, flores frescas y marchitas, rosarios que le dan pelea al viento. De hecho, a un lado de muchos de esos mármoles sin nombres, parientes, amigos y compañeros de los fallecidos han colocado tarjetas identificatorias, con los datos de su gente. No parecen puestas caprichosamente, sino acomodadas con absoluta convicción. Como si rigurosos exámenes hubieran determinado quién es el argentino que yace bajo tierra. Porque existen cosas entre el cielo y la tierra que ni la propia ciencia puede explicar.
Por cierto, los cuerpos bajo tierra superan a las cruces que se elevan sobre ella. En total, son 239 los argentinos enterrados aquí. Como marco, hay 24 mármoles negros de fondo, ubicados a los lados de la Cruz Mayor. Contienen los nombres de 649 soldados que dejaron la vida en las islas. Y con ello, todo lo que fueron. Y lo que pudieron llegar a ser. Sólo la última de estas enormes placas contiene 28 nombres: uno más que las del resto. El hecho en sí agrega otra cifra a la controversia sobre el número de bajas. No son ni los 653, ni los 694, ni los 750 de los que el periodismo argentino habló en periódicos y libros, ni tampoco los 655 mencionados por la prensa británica.
"El pueblo de la Nación Argentina en memoria de los soldados argentinos caídos en acción en 1982. Comisión de familiares de caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur", dice un mármol negro, en el que muchas de sus letras grises son difíciles de identificar por las manchas de humedad. Anthony Smith, el isleño guía de LA GACETA, hace otra advertencia. "Cuando llueve, los nombres de las lápidas, directamente, desaparecen". La lluvia, que también sirve para disimular las lágrimas, cobra demasiado caro su servicio. Y decide hacerse presente en el lugar. En el cementerio argentino, ni siquiera la puertita de acceso hace ruido cuando se abre. Y en la Soledad hay una soledad tan desolada?

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