El pueblo de Monteagudo crece, pero vive en el olvido

El pueblo de Monteagudo crece, pero vive en el olvido

Los desbordes de los ríos afectan a los parajes cercanos, e incrementan las migraciones al poblado, ubicado al sur de la provincia.

LA FERIA DE LOS LUNES. Pobladores de zonas aledañas viajan en sulky para hacer las compras semanales. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL LA FERIA DE LOS LUNES. Pobladores de zonas aledañas viajan en sulky para hacer las compras semanales. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
26 Marzo 2006
Cuando el sol comenzaba a iluminar las casas de Monteagudo, sólo la sombra de Elena González se dibujaba en las desoladas calles de un pueblo que crece a costa de la desgracia de comunas vecinas. Esta mujer de 66 años -como muchas personas más de lugares como Sud de Lazarte, Palomino y Taona- tuvieron que abandonar sus hogares por los constantes desbordes de los ríos Medinas, Chico y Gastona.
Cuando la feria semanal se instala, todos los lunes, alrededor de la plaza, Elena observa cómo los puesteros acomodan sus multicolores frutos, y recuerda su juventud, cuando era ella la foránea que traía sus productos de Los Palomino para vendérselos a la gente de Monteagudo. "Un día tuve que dejar todo; amigos y familia. El río me dejó sin casa, así que me instalé en estas tierras con la esperanza de un futuro mejor", dijo la mujer, apesadumbrada -según ella- por el estado de abandono en el que se encuentra el pueblo.
Nicolás Salas, de 53 años, contó que, debido a las migraciones, Monteagudo se convirtió en una villa para superar emergencias. "Acá hay de todo: servicio médico con una buena ambulancia, comisaría, juzgado... Y la feria, donde se puede encontrar de todo a un precio mucho más bajo que en otras zonas", destacó el hombre, que viaja todos los lunes en sulky desde Los Palomino para hacer las compras de la semana.
Los desbordes de los ríos y la falta de trabajo son las principales causas de las migraciones en estos pueblos rurales, muchos de los cuales fueron desapareciendo de los mapas tucumanos, como Atahona y parte de Sud de Lazarte. "El río Medinas está imparable; no lo ataja nadie. Cuando llega el agua, no hay solución. La gente tiene que dejar sus casas y establecerse en zonas menos catastróficas, como Monteagudo", dijo el delegado comunal, Arturo Nicolás Guerra.

Sólo en Sulky
Las crecientes del río Chico dejaron los caminos tan dañados que dificultan la llegada de quienes quieren hacer compras en la feria. José Ramón apenas pudo cruzar con su sulky una de las tantas lagunas que se formaron en los senderos rurales. "Las aguas encajonadas dejaron a muchas personas aisladas. El único transporte de la mayoría de los pobladores de estas zonas es el sulky, porque no tenemos plata para comprar otro vehículo", se quejó el hombre, oriundo de Niogasta, uno de los pueblos más castigados por las inundaciones que ocasiona el desborde de los ríos.
"Nada cambia en Monteagudo -manifestó Gema Zelaya, una mujer de 68 años- sólo se deterioran". Una marca de esta realidad son los edificios antiguos que, por el olvido o el paso del tiempo, se caen a pedazos, como también se caen las ilusiones de progreso de esta villa ubicada al sur de Simoca.
"Cuando termine el Polimodal no tengo otra opción que mudarme para estudiar en la universidad o en algún instituto. Así que también en Monteagudo la gente abandona sus hogares para tratar de mejorar la calidad de vida", confesó Natalia Sosa, de 19 años.

El folclore es una pasión de los chicos
Antonio, un alumno de cuarto grado, vestido con un sombrero negro y bombacha de gaucho, zapateaba al ritmo de una chacarera en medio del patio de la escuela No 99, único establecimiento educativo de la zona.
"Esta música es lo mío. Cada vez que escucho una canción no puedo evitar bailar", dijo el niño, mientras se movía, junto a otros compañeros en los pisos del patio arbolado.
"A los alumnos les gusta mucho el folclore, por lo que cultivamos con devoción nuestra tradición", dice María Isabel Gómez de Páez, directora de la escuela No 99, que cumplió el lunes pasado 124 años. "En sus casas también escuchan esta música, que sus padres comparten con ellos en momentos de distensión", agrega la directora.
Por las pedregosas calles de este pueblo, la música folclórica también tiene sus adeptos. Y pese a que los discos de música tropical son mayoría en las tiendas de la feria semanal que se establece todos lunes, los gatos, las chacareras y las zambas hacen cantar a los pobladores que la visitan y son los sonidos preferidos del resto de la semana.
Pese a la devoción que tienen los niños por este tipo de música, los alumnos y la directora se quejaron de las dificultades para realizar los actos tradicionales debido a las malas condiciones en que se encuentra la escuela, que tiene aulas y sanitarios nuevos desde hace poco. "Pero en un mismo edificio funcionan dos establecimientos. Los jóvenes del Polimodal dejan muy sucias las aulas y los patios, porque están casi solos; hace falta personal auxiliar y más docentes", comentó Gómez de Páez.

Pocos alumnos
Las migraciones a Monteagudo no se ven reflejadas en la escuela No 99 de esa localidad. Según María Isabel Gómez, directora del establecimiento, fue decreciendo la cantidad de chicos que asisten a clase. Y, aunque desconoce las razones, aclara que para muchos la distancia y las constantes lluvias podrían ser las causas del ausentismo en las aulas.

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