Los últimos días de mayo resultan reveladores sobre un aspecto en particular de la fracasada economía kirchnerista: su simbolismo. Tal vez no se trate de una política que suponga riqueza para el Estado ni prosperidad para el pueblo. Sin embargo, es rica en el tráfico de significaciones. Cuanto menos, en los dos anuncios que signan el final del quinto mes del año.

La primera de esas novedades consistió en la fallida comunicación por parte del Ministerio de Economía de la Nación de que se había llegado a un acuerdo con los bancos para que se ampliara el margen de las tarjetas de crédito. Se explicó que sería del 25% para compras en un solo pago; y del 30% para las adquisiciones en cuotas. El “beneficio” alcanzaba a 39 millones de argentinos, se llegó a afirmar. Y con esta medida se buscaba que el consumo no decaiga en el país, se contextualizó.

Con el correr de las horas se supo que los bancos analizarán el perfil crediticio de cada uno de sus clientes antes de incrementar la capacidad de compra con los plásticos. Por cierto: hay 39 millones de tarjetas emitidas en el país, pero los tenedores son 20 millones de compatriotas.

El anuncio era una falacia (una insana costumbre del “relato”). Lo simbólico, sin embargo, es lo que está debajo. Su “sub-stare”. Su sustancia. Lo simbólico es que el Gobierno quiere transferir a los ciudadanos la esencia de su devenir económico: seguí gastando más, aunque en realidad se tenga cada vez menos. Es decir, aunque la inflación mantenga una curva ascendente sin solución de continuidad, y con ello la capacidad adquisitiva de los salarios decaiga, igual se busca que habilitar al argentino promedio para que compre más con lo que, literalmente, no tiene.

Eso mismo viene haciendo el cuarto gobierno “K”. Este mes, por caso, La Cámpora ha pedido un “bono extra” salarial para los estatales, pese a que el Gobierno (su Gobierno) ya registra reservas negativas en el Banco Central. Sin embargo, aunque no se tenga capacidad para enfrentar más compromisos, el kirchnerismo presiona para ampliar el margen del gasto público.

Por cierto: en las reservas del BCRA el Gobierno cuenta, como propias, “reservas” que son ajenas. Por ejemplo, los “encajes” de los bancos privados (una porción de los depósitos que las entidades no pueden prestar). Todo un símbolo de su plan “tarjetita”: así como las autoridades cuentan plata que no le es propia, anuncia una “solución” para sostener el consumo con créditos de los bancos (a tasas que alcanzan el 200% en financiaciones largas) y con dinero que es de los privados.

Menos por más

El segundo anuncio se refiere a una realidad por acontecer. En los próximos días comenzará a circular como moneda de curso legal el billete de $ 2.000.

Que la Argentina acuñe billetes de mayor denominación es, a la vez que una necesidad imperiosa dada la devaluación inclemente del peso, una prueba de la economía dislocada que se padece.

Un ejemplo doméstico, a la vez que abrumador, fue presentado hace unos días por la consultora Focus Market, del economista Damián Di Pace. Esa firma comparó dos folletos con ofertas de un mismo supermercado de Buenos Aires. Uno con las promociones de 2007 y otro con las del mes pasado. Al lado comparó la inflación entre cada precio. Las diferencias hablan por sí solas.

En el caso de la carne:

° 1 kilo de bife angosto pasó de $ 7,99 en 2007 a $ 1.820 ahora. Es un aumento del 22.678%.

° 1 kilo de cuadril de novillito pasó de $ 8,99 a $ 1.800. Es un aumento del 19.922%.

° 1 kilo de carne picada pasó de $ 2,99 a $ 1.250. Es un aumento del 41.706%.

En cuanto a productos de la canasta básica:

° 1 litro de leche pasó de $ 1,61 a $ 340. Es un aumento del 21.018% en 16 años.

° 1 kilo de yerba pasó de $ 4,35 a $ 909. Es un aumento del 20.797%.

° 1 kilo de pan $ 2,49 a $ 720. Es un aumento del 28.816%.

° En Tucumán, con el kilo de pan a $ 550, la inflación de ese producto fue del 22.012%.

Ahora bien, que con el billete de máxima denominación de 2007 (era el de $ 100) se pudiese comprar 12 kilos de bife o 23 kilos de yerba mate, y que esta semana, con el billete de $ 2.000, sólo alcance para un kilo de esa carne o para 2 kilos de esa yerba es un paralelismo. Lo simbólico es la presencia de Ramón Carrillo en el nuevo billete de circulación nacional.

Con independencia de…

Carrillo fue un impulsor de políticas de salud pública verdaderamente históricas. Se lo considera el primer impulsor de un plan sanitario nacional. Fue secretario de Salud de Juan Domingo Perón y, tras la reforma constitucional de 1949, ministro. Construyó más de una veintena de hospitales, erradicó el paludismo y redujo de manera apabullante los índices de tuberculosis.

Paralelamente, fue un admirador de Adolf Hitler y su partido nazi. De hecho, entre 1930 y 1933, Carrillo estuvo en Europa y, particularmente, en Alemania. Esta cuestión ha sido advertida por el Centro Simon Wiesenthal (la institución lleva el registro de los crímenes de guerra perpetrados por el nazismo y documenta las víctimas del Holocausto) y por la Embajada de Israel en la Argentina que objetaron la emisión de moneda en homenaje a un simpatizante de ese régimen genocida. Sobre todo en un país donde continúan impunes el atentado a la Embajada de Israel de 1992 (22 muertos y más de 240 heridos) y la voladura de la AMIA de 1994 (85 muertos y más de 300 heridos).

El nazismo, entiéndase, es el mal absoluto. No es admisible, en ningún caso, el uso de dispensas banales tales como: “Con independencia del nazismo…”. Es decir, aunque el aporte de Carrillo a la salud pública argentina es enorme e innegable, y no debe ser olvidado, tampoco puede ni debe ser olvidada su inclinación por un régimen que ensombreció a la humanidad por completo. El “Holocausto Memorial Museum” de Washington llevó adelante un proyecto (“Enciclopedia de Campos y Guetos”) que a partir de la desclasificación de documentos de la ex URSS mapeó 42.500 campos de concentración, guetos, fábricas de trabajos forzados y otros lugares de detención en toda Europa. Ello amplió su estimación de víctimas a 15 millones de seres humanos.

Yad Vashem, la institución oficial israelí constituida en memoria de las víctimas del Holocausto, precisa que del total de las víctimas, seis millones eran seres humanos que profesaban la fe judía. De ellos, por lo menos 1 millón eran niños.

Carrillo, entonces, es una gloria de la medicina social de este país. Aun así, no puede predicarse de él “Con independencia de su admiración por Hitler”.

Nada hay comparable al nazismo y cualquier comparación representa una banalización de aquel mal. Aclarado ello, si resultará admisible “Con independencia del nazismo” en la Argentina, entonces por lógica será admisible “Con independencia de cualquier otra cosa”. Esa es la simbología que trafica esta nueva emisión monetaria en el país. El propio Presidente de la Nación se encargó, involuntariamente, de plantear una introducción al olvido selectivo kirchnerista.

“Por favor, no…”

“Por favor, no le entreguemos el poder a los que manejaban el PAMI cuando se suicidó Favaloro”, dijo el actual mandatario. El reconocido cardiocirujano argentino se quitó la vida el 29 de julio de 2000, cuando gobernaba la Alianza entre la UCR y el Frepaso y al frente del PAMI estaba el actual jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. El referente del PRO respondió a Fernández que era “una canallada” esa comparación y explicó que el tráfico fin de Favaloro ocurrió apenas medio año después de la asunción de aquel gobierno, tras 10 años de menemismo. Víctor Alderete, interventor del PAMI durante el menemato, terminó preso por las denuncias de la Alianza respecto de actos de corrupción en esa dependencia estatal.

Sobre la base de la lógica del Presidente, ¿también él debiera predicar que no debe entregarse el poder a aquellos que gobernaban cuando apareció sin vida el fiscal Alberto Nisman (“se suicidó”, según el “relato”; mientras la Justicia investiga un homicidio) a horas de comparecer ante el Congreso para fundar su denuncia contra la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner? ¿Debiera implorar el mandatario que no se vote a aquellos que gobernaban cuando se firmó un pacto secreto con Irán, que proponía una “Comisión de la Verdad” sobre el atentado a la AMIA, con autoridades de la república islámica en la que hoy siguen desempeñando cargos públicos algunos de los acusados de ser autores intelectuales del peor atentado de la historia en contra de la Argentina?

El sueño del kirchnerismo es blanquear los oprobios de sus gobiernos con la amnistía de ese relativismo que dice: “Con independencia de…”. Pero no hay “con independencia” de Nisman ni del Memorándum. Ni hay “con independencia” de la Causa “Vialidad” y su condena a seis años de prisión en primera instancia por “Administración Fraudulenta”. Ni hay “con independencia” de la causa “Cuadernos de la Corrupción” y el documentado circuito de cobro de coimas a empresarios beneficiarios de contrataciones públicas.

En este país, la única independencia es la que se declaró en contra de las monarquías. Para eso la Argentina se fundó como república. Y desde entonces, nada hay “con independencia” de la ley.