Luego de que las tormentas del domingo pasado borraran su rastro, el río Tajamar (en Burruyacu) recuperó la calma habitual. No obstante, antes de despedirse, el intenso aguacero dejó una sorpresa. Erik Díaz describe ese momento cómo una aventura inolvidable.

Ese día, los caballos de la finca en que trabaja su papá -Sergio- se habían desviado de su camino hasta un pequeño nicho con agua. Con la misión de traerlos de regreso, el pequeño (de siete años) siguió ese mismo sendero y fue entonces cuando -frente a sus ojos- apareció una pared de arcilla roja con unos extraños “huesos” incrustados.

Aunque ambos intentaron desenterrar el objeto con las manos, sus esfuerzos no tuvieron mucho éxito. No obstante, la curiosidad pudo más y padre e hijo decidieron informar al dueño de la propiedad sobre el hallazgo. Del otro lado del teléfono, la respuesta fue clara: por sus características, podría tratarse de los restos de un animal prehistórico.

“Le pedí a mi papá que lo saquemos para llevarlo a la escuela porque la seño nunca había visto uno y ahí no tenemos dinosaurios. Los tres (con mi mamá, Brisa) estábamos mojados y sucios por quitar el dino”, rememora.

A esa escena, le siguió un lunes lleno de gritos y emoción por parte de los alumnos de la escuela Doctor Benjamín Paz. “Ese día Erik apareció con unos pequeños fragmentos fósiles para compartir con sus compañeros y mostrarle a todo el mundo. Con muchísima expectativa, nos pusimos en contacto con nuestra supervisora (Silvia González) y buscamos a algún especialista que pudiera detallar a qué especie pertenecían los fósiles”, indicó la directora, Nuria Monserrat Foix.

Al final, estos resultaron ser de un gliptodonte. “Con el descubrimiento que hizo la familia, los niños tuvieron una experiencia única y superenriquecedora en su aprendizaje, ya que lograron ver en vivo lo que aparecía en los libros o enciclopedias. Queremos tomar esto como un estímulo para impulsar nuevos proyectos referidos al tema y que el entusiasmo continúe”, agregó Foix.

Proyección

Esta semana, las autoridades de la escuela se comunicaron con profesionales del Instituto Miguel Lillo para ponerlos al tanto del hallazgo. Por el momento, aún queda que los especialistas acudan al lugar y chequeen si es viable retirar los fósiles.

“En un área cercana a la ubicación actual -en octubre de 2021- extrajimos algunos fragmentos de la coraza de un gliptodonte. Sin embargo, por aquel entonces hubo partes que fueron imposibles de rescatar porque se encontraban en una barranca con una inclinación vertical muy pronunciada y había riesgo de desplazamiento ante cualquier movimiento brusco. Ahora debemos determinar si se trata del mismo espécimen u otro”, explicó el paleontólogo Pablo Ortiz, curador de la colección de Paleontología de Vertebrados de la Fundación Miguel Lillo.

En cuanto al procedimiento, se requiere un paleontólogo que cuente con los permisos estatales necesarios para manipular y extraer el material. “Por ley, una vez que se retiran del lugar (en caso de ser viable dicho trabajo), estos fósiles deben ir sí o sí a una colección científica pública. En Tucumán, por ahora nosotros somos los únicos que disponemos de esas condiciones”, indicó.

Otros registros

En nuestra provincia hubo varias ocasiones en que se descubrieron restos de este increíble mamífero. En 2018, cuatro niños que planeaban ir a pescar en las proximidades de la ruta provincial N° 302 localizaron varios fósiles en Estación Araóz.

Después, en 2019, un grupo de obreros que cavaban un pozo ciego en una casa de Tafí Viejo corrieron con la misma suerte. También hubo historias parecidas en Famaillá.

Megafauna: ¿Cómo eran?

Los gliptodontes fueron mamíferos de gran porte que habitaron en América del Sur durante la era Cenozoica. Este animal convivía con los seres humanos y podía llegar a pesar más de una tonelada. Como elemento distintivo, poseía un caparazón compuesto por osteodermos (pequeños polígonos de huesos) y su cola y cabeza también estaban acorazadas. La especie se extinguió hace alrededor de 10.000 años.