El reloj sigue corriendo, pero a algunas coaliciones todavía no le funciona la brújula. Faltan 54 días para que los tucumanos concurran a las urnas y en Buenos Aires miran de cerca ese laboratorio electoral que anticipa las grandes pujas políticas de la Argentina. El peronismo puso quinta y no pondrá el freno hasta que conocer el resultado, en las primeras horas de la tarde noche del 14 de mayo. Con el Frente de Todos por Tucumán, el Partido Justicialista se juega todo, absolutamente todo. Y así lo hicieron saber los integrantes de la fórmula Osvaldo Jaldo y Juan Manzur.

En Juntos por el Cambio pasa exactamente lo mismo. El radicalismo ha logrado sostener a su presidente del distrito, el diputado Roberto Sánchez, como candidato a gobernador. Germán Alfaro acompaña en la fórmula como vice. No fue una renunciamiento; fue una negociación por la que tuvo que viajar a Buenos Aires para definir qué hacer con una coalición que, como la del Frente de Todos, se mantiene unida por el juego de los intereses. Una suerte de Game of Thrones a la tucumana, en la que San Miguel de Tucumán se ha convertido en esa suerte de “King´s landing” de uno de los imperios peronistas norteños, en la que los juegos de poder son mayores. Con Rossana Chahla, el peronismo quiere recuperar la intendencia. Con Beatriz Ávila, el Partido de la Justicia Social, la corriente del actual jefe municipal, quiere conservar el manejo de una de las ciudades más influyentes políticamente en el mapa de subjurisdicciones argentinas. Ambos espacios tienen tanto para ganar como para perder, independientemente del resultado en la provincia.

Manzur y Jaldo han salido a barrer la provincia. Sin embargo, entre ellos hay diferencias que aun no se pueden superar, pero que están relacionadas a las perspectivas de cara a lo que vendrá. Al tranqueño lo vence la ansiedad. Sale a defender la gestión cada vez que algún opositor pone en dudas lo hecho a lo largo de casi dos períodos y más atrás. en muchos casos se expone demás y contesta todo. Está en su esencia. Es contestatario como aquellos viejos políticos que siempre tienen alguna respuesta cuando un contrincante lo saca a bailar. Manzur volvió a ser el mismo de la primera etapa de gestión. Si bien habla como jefe de campaña en cada acto que se realiza en cualquier ciudad de la provincia, nadie sabe qué es lo que piensa respecto de su regreso anticipado a la gobernación. Sigue de cerca lo que sucede en Buenos Aires con la gestión del presidente Alberto Fernández y no ha perdido contacto alguno con la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner. No opina acerca de las diferencias. No quiere hablar del Gobierno nacional. “No es tiempo de hacerlo; yo ya no estoy allí. Hay compañeros que se encargan de la administración nacional”, responde lacónicamente ante la insistencia. Pero no ha dejado de armar estrategias. “Si Manzur gana en forma contundente, tal como él espera, supone que su porcentaje victorioso no pasará desapercibido en la política nacional, sobre todo si las encuestas de otros precandidatos presidenciales a la fecha vienen decepcionantes”, ha escrito recientemente el analista político Julio Burdman en un doble escenario que puede avecinarse en aquellos nueve distritos que han decidido desdoblar comicios, entre abril y mayo, para no ser arrastrados por el malhumor social contra la Casa Rosada.

• Que cualquiera de los candidatos a gobernador en esas provincias estaría también habilitado a presentarse como candidato presidencial, ya que no habría superposición ni impedimento legal.

• Que al momento de cerrar las alianzas y las precandidaturas presidenciales habrá bastante información sobre las tendencias electorales provinciales, que será útil a la hora de tomar decisiones.

Al oficialismo tucumano le sobran candidatos a intendentes, legisladores, concejales y comisionados rurales; a Juntos por el Cambio le falta tiempo para armar una estrategia que, al menos, le permita arañar el resultado obtenido en la elección de medio turno de 2021 cuando estuvo a dos puntos de ganarle al Frente de Todos en la provincia. En esa coalición sobra la desconfianza entre sus miembros. Un dato curioso que el oficialismo ha tratado de capitalizar en las últimas horas: una imagen con una leyenda en rojo fuerte que destaca una sola palabra: Juntos. Es la de las candidaturas a concejal del actual parlamentario, José María Canelada, acompañado en la gigantografía del afiche con la ex senadora Silvia Elías de Pérez, postulante para una banca legislativa. En la parte inferior del cartel sólo asoma una referencia más: Roberto Sánchez, gobernador por Juntos por el Cambio. La imagen ha levantado muchas suspicacias por la no alusión a Alfaro como tampoco a la candidata a intendente por la Capital, la sección electoral por la que ambos radicales se presentarán el domingo 14 de mayo. Algunos de sus correligionarios explicaron que fueron impresos antes del acuerdo interno. Para el oficialismo, es una demostración que las diferencias en el interior de su principal oponente en las urnas aún no han sido superadas.

Claro que la desconfianza no es patrimonio exclusivo de Juntos por el Cambio. Dentro del mismo oficialismo se siguen preguntando qué sucederá la noche del 14 de mayo cuando se conozca el resultado de las elecciones. ¿Jaldo y Manzur continuarán juntos? ¿Manzur dejará la postulación para ocupar una banca en el Senado y, así, retornar a la vidriera política nacional con más protagonismo? ¿Qué pasaría en la larga transición hasta el 29 de octubre cuando asuma el electo binomio gubernamental? El gobernador y el vicegobernador prefieren no hacer olas al respecto. Muestran que la mar estaba serena, pero no del todo, porque siempre hay barcos que toman un puerto y otros que se dirigen hacia la otra orilla. Es prematuro hacer comentarios más profundos al respecto, pero el peronismo siempre se ha caracterizado por estar más cerca del calor de aquel que asume el poder, respecto del saliente. Con Manzur es probable que eso no suceda. Su impronta sobre Jaldo es profunda. Ambos son dos dragones en un partido que siempre está en constante movimiento.

Nadie puede hacerse el distraído de haber llegado a esta instancia y no haber tenido oportunidades de armar ofertas electorales fuertes para ganar las elecciones. En Juntos por el Cambio sabían que las reglas de juego ya estaban puestas hace tiempo. Un dato que revela que poco se ha hecho para lograr una construcción más sólida. A principios de noviembre, la Fundación Federalismo y Libertad celebró su décimo aniversario en una cena en la que, además de asistir varios ex presidentes de la región, estuvo el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Fue el día que bendijo a Alfaro. En aquel momento, en el que estuvieron los máximos referentes de la oposición, el vocal de la fundación y doctor en Economía, Gustavo Wallberg, ensayó un brindis exponiendo las ambiciones políticas. “Están repartiendo cargos ahora cuando no hubo elecciones todavía. A los partidos hay que jugarlos y a las elecciones hay que ganarlas”, dijo al cierre de aquella cena.

Cuando los personalismos se imponen a las estrategias, no hay planes de gobierno ni de poder para aplicar las medidas. Ayer como ahora, las diferencias internas por el liderazgo eran notorias. “A la política le vendría bien pastillas de chiquitolina (usadas por el Chapulín Colorado) para reducir los egos. Así se podría fabricar una buena brújula para saber qué necesitan los tucumanos”. lanzó el economista. La política suele caer en los mismos errores. Así está la Argentina, sin un rumbo, en medio de una tormenta económica perfecta.