Rusos y ucranianos reivindican para sí al mismo fundador: el gran príncipe Vladimir -o Volodimir, como lo llaman en Ucrania-, que gobernó la Rus de Kiev entre los años 980 y 1015. Sus estatuas se pueden encontrar en las grandes ciudades de los dos países; la moscovita, que es las más imponente y más reciente, fue inaugurada por Vladimir Putin en 2016. Para él, ella es el símbolo de que las tres naciones actuales que pueden rastrear sus orígenes hasta allí -Rusia, Ucrania y, además, Bielorrusia- deberían integrar un solo Estado.

Esta es una de las tesis sobre Putin que Orlando Figes defiende en su nuevo libro, “La historia de Rusia” (Taurus, 2022), un recorrido de corte político por los caminos de los zares, los secretarios soviéticos y los presidentes rusos. A lo largo de 400 páginas, el celebrado autor de La Revolución rusa y Los que susurran, entre otras obras, nos lleva de la mano para mostrarnos cómo la mitología, la cultura y los procesos temporales predispusieron al país para caer en las manos de Putin, que es, según Figes, un dictador en toda regla.

Que un libro sobre la historia de Rusia comience con la fundación de Kiev, la actual capital de Ucrania, es todo un síntoma, pero no mucho más que eso. Figes no defiende el viejo relato imperial de que rusos, ucranianos y bielorrusos han sido históricamente un solo pueblo; muy por el contrario, desanda las rutas que siguieron esas tres naciones -y otras muchas- dentro de los sucesivos imperios rusos -o sometidas a ellos-. Como resultado, su historia es más compleja, aunque también se trate de un relato.

La historia de Rusia

En la nueva obra de Figes, leemos cómo la veneración al “santo zar” y los regímenes autocráticos han marcado el destino del país desde sus inicios en el primer milenio hasta la era de Putin, pasando por los períodos de la monarquía, el totalitarismo y la perestroika. El autor británico nos cuenta los orígenes de la Rus de Kiev, la formación del imperio con Iván el Terrible y su extensión con Pedro y Catalina, los dos Grandes. Y muestra además cómo la religión ortodoxa ha estado íntimamente ligada a los sistemas autoritarios, incluido el actual -y aunque con la excepción del soviético (que osciló entre la persecución y una tolerancia oportunista)-.

Más adelante, Figes explica las causas de la Revolución de 1917 y las razones de su victoria (en un resumen de lo que ya hizo magistralmente en su obra magna), y cuenta la peripecia de la Unión Soviética desde su fundación hasta su implosión, con la que Ucrania tuvo bastante que ver (en un referéndum celebrado el 1 de diciembre del 91, los ucranianos votaron a favor de su independencia en una abrumadora mayoría). Después vinieron las reformas caóticas de los 90, el ascenso de Putin al poder y la imposición de su hegemonía, que nos traen hasta donde estamos hoy.

De esta manera, “La historia de Rusia” es un libro sintético pero maravilloso. A pesar de no ser exhaustivo (sí lo son, por lo demás, las otras grandes obras de Figes) y de estar dirigido al gran público, no tiene nada que envidiarle a ningún mamotreto de historia de los que ya conocemos. Como leemos en la reseña: “en un momento en el que el país se aleja de Europa, esta historia de su pasado, a cargo de toda una autoridad en la materia y maravillosamente narrada, bien podría dilucidar su futuro”.

La trampa hobbesiana

Figes no cita a Thomas Hobbes (1588-1679), que fue uno de los pensadores más importantes de la época de la instauración de los Romanov, pero bien podría haberlo hecho. Y es que Hobbes encontró tres causas de la guerra enraizadas en la naturaleza humana: la competencia, la inseguridad y el honor. La primera hace que los hombres invadan por ganancia; la segunda, por seguridad, y la tercera, por reputación. La más interesante en este caso es la inseguridad, que tiene el sentido de desconfianza: si uno tiene vecinos, estos podrían codiciar lo que uno posee, de manera que uno se convertiría en un obstáculo para los deseos de esos vecinos. Por lo tanto, uno tiene que estar preparado para defenderse; pero como la defensa es algo incierto, tal vez la única opción para la autoprotección sea eliminar a los vecinos potencialmente hostiles primero, mediante un ataque preventivo.

Aunque sin mencionarla, Figes utiliza esta deducción, que algunos autores llaman “trampa hobbesiana”, para explicar la guerra de Putin. “George Kennan -recuerda-, que dio forma a la política de contención de la URSS durante la Guerra Fría en 1946, advirtió que traspasar los territorios del antiguo Pacto de Varsovia sería un ‘trágico error’. ‘Demuestra muy poco entendimiento de la historia rusa -le dijo a “The New York Times” en 1998-. Claro que va a provocar una mala reacción por parte de Rusia (...)’. Y así fue exactamente cómo se desarrollaron los acontecimientos”.

De esta manera aparece en la génesis de la invasión a Ucrania un factor de mucho peso, que es la percepción de inseguridad por parte de Putin. Aunque, en todo caso, con la trampa hobbesiana el gran experto en Rusia no está justificando el conflicto. Trata de entenderlo primero; el paso siguiente, y casi inmediato, es condenarlo.

Hacia el futuro

¿Pero qué motiva a Putin, además del deseo de seguridad? De acuerdo con Figes, en la estatua del príncipe Vladimir se encuentra la respuesta. “El presidente ruso está preparado para intensificar la guerra, empleando, si es necesario, armas nucleares, porque cree que la OTAN dará un paso atrás para evitar una confrontación directa con Rusia”, especula. Este es el extremo al que está dispuesto a llegar para obligar a los ucranianos a volver al “mundo ruso”, es decir, al lugar que, según Putin, les corresponde como descendientes de la Rus de Kiev.

Toda “La historia de Rusia” de Figes sostiene este argumento, el de que estamos ante una guerra innecesaria, nacida de los mitos sobre el destino imperial de Rusia que inspiran a su paranoico dictador. Es un libro brillante, comprensivo y necesario, que ningún ciudadano interesado en el devenir de la invasión a Ucrania debería dejar de leer.