Las actuaciones que la folclorista simoqueña realizó en diciembre de 1921 se produjeron a sala llena

La cartelera artística de diciembre de 1921 se pobló de estrellas de renombre. A las presentaciones de Charito Delhors y Roberto Firpo le siguió la de la reconocida guitarrista tucumana Ana Schneider de Cabrera que actuó en el teatro Alberdi el 7 de diciembre. La expectativa era grande, ella venía precedida del reconocimiento nacional por sus virtudes con ese instrumento. Decía nuestra crónica: “la prensa testifica que se trata de una artista perfecta, lo que hace que exista mucho interés en conocer a nuestra comprovinciana”. El relato aseguraba: “la fama que goza la señora de Cabrera congregó en el salón del Plaza (en la provincia de Córdoba), un selecto grupo de familias que tributó sus sinceros aplausos a la gentil artista. En los diversos números ejecutados en la guitarra mereció las unánimes simpatías del auditorio, por la acertada técnica y la fácil ejecución”.

Schneider fue parte de la misma generación que fructificó en Tucumán con figuras como Lola Mora o la poetisa Alma García. Su ascendencia europea no le impidió volcarse de lleno a los temas nativos, porque sentía “la argentinidad”, resaltó León Benarós. “Era adolescente cuando su familia se trasladó a Córdoba. Allí estuvo gravemente enferma y, durante tres años, privada de la vista. Pasó luego a Buenos Aires. Empezó a estudiar guitarra con Hilarión Leloup y Ernesto de la Guardia, y se perfeccionó con el célebre Andrés Segovia. Era, además, una estudiosa del folclore, y Estanislao S. Zeballos la invitó a disertar en el Instituto Popular de Conferencias, desde donde convocó a preservar ese patrimonio”, resaltaba Carlos Páez de la Torre (h) en una nota de 2006.

Allí mismo rescataba que era hija del comerciante Germán Schneider y Catalina Leivé. Este último apellido modificado generó Anastasio Leiva el seudónimo usado en un mundo y un tiempo donde los hombres dominaban la escena.

Volviendo a la presentación de 1921 el cronista destacaba: las vidalas y zambas, chacareras y bailecitos viven en su canto, con rumor de ternura y aromas de leyenda. Cultivadora del alma nativa, que vibra y se renueva en sus armoniosos cantos, ha sabido conquistarse una merecida fama que ha de rodearla de lauros en su carrera artística.

Este pronóstico se cumplió con creces. “El gran Albert Einstein asistió a una de sus presentaciones y le envió una carta llena de elogios. En 1926, el Gobierno nacional la comisionó para divulgar nuestra música en Europa. Dio aclamados conciertos en las principales capitales, que incluyeron grabaciones didácticas en La Sorbona. Participó, por encargo de la Liga de las Naciones, en la organización del Congreso de Artes Populares, que se reuniría en Praga”. En su trayectoria se cruzaron figuras de la talla de Andrés Chazarreta y Atahualpa Yupanqui. Fue figura iniciática de la radiofonía argentina y realizó grabaciones con el sello Odeón.

En su tierra

En el espectáculo los tucumanos pudieron deleitarse con ejecuciones de “Recuerdos de la Alhambra” (Tárrega), “Danza en mi” (Granados), “Granada” (Albeniz); “Gran trémolo” (Gottschalk) y “Serenata” (Malats). En la segunda parte su voz se volvió protagonista con “Así nomás es”, “La campera” y “Gato cordobés”, todos estos de su autoría y “Manchai puito” (“Las palomas”), un huayno de Gómez Carrillo.

En referencia a aquella primera actuación en el Jardín de la República se informaba: un verdadero acontecimiento artístico resultó el recital de guitarra que dio la notable concertista. Impecable en la ejecución, ha revelado poseer un exquisito temperamento de artista que patentizó en la interpretación de las difíciles partituras que formaba el programa. Ágil, de acrisolado sentimiento, ejecuta maravillosamente, interpretando con fidelidad el motivo, compenetrándose de la vida y de la emoción que inspiraron la partitura. El público, que llenó a pleno el teatro, reconoció con sus aplausos sus virtudes y actuación.

“Se ha revelado una artista, en el sentido más elevado de la palabra y una virtuosa de la guitarra, que domina con perfección. Así se nos presentó, tanto en la parte clásica de las partituras, como en las coloridas y vivaces interpretaciones de estilos y canciones nacionales”, se indicó en el artículo.

De igual manera, a sala llena se produjo el segundo recital donde puso de relieve sus dotes de delicada estilista. La presentación del sábado 11 de diciembre debió suspenderse por una indisposición de la artista. Al día siguiente se presentó en dos oportunidades en matiné y noche. Ambas representaron el fin de la corta temporada de la intérprete en nuestra provincia.

Perfil

Ana Schneider de Cabrera nació en Simoca el 14 de diciembre de 1893. Fue hija del comerciante Germán Schneider y Catalina Levié. Las enseñanzas del hogar, así como las del párroco Díaz y de Hipólito Lobo, pronto la inclinaron hacia el folclore.

En 1926, el Gobierno la comisionó para divulgar nuestra música en Europa, donde realizó varios recitales. Después de su retorno a la Argentina, continuaron sus exitosas actuaciones y conferencias. Entre ellas, se presentó en el Teatro Colón, grabó discos y escribió temas únicos. También recorrió el continente estudiando su música tradicional, etapa que recogería en “Rutas de América”. Como parte de su repertorio publicó “Danzas y canciones argentinas” y “Danzas y cantos del norte argentino”.

Viuda de Cabrera, se casó en segundas nupcias con el conocido hombre de prensa Octavio Palazzolo, y juntos redactaron el Estatuto del Periodista. La intérprete falleció en Buenos Aires, el 15 de mayo de 1970, y sus restos regresaron a Simoca en 1989.

El espíritu trotamundos, no sólo por decisión propia sino también por impulso de las autoridades argentinas, la llevó a diversos lugares de América donde buscó y rebuscó en las culturas nativas y su música. En uno de sus viajes, en 1931, llegó a México. Allí, el 27 de junio, visitó la Universidad Autónoma de México, y en el auditorio “Simón Bolívar” de la Escuela Nacional Preparatoria se leyó en su honor un fragmento de “Los gauchos y los charros a través de la historia”.

En su juventud Schneider compuso varios tangos, algunos de los cuales fueron editados por las casas Breyer y Ortelli: “De ida y vuelta”, “Pero has visto che”, “Zinny”, “Te quiero mucho mi negro”, “Avisame si te gusta”, “Tan churito”, “El 18 de infantería”, “¿Cómo se llama?”, “Aroma criollo”, “Es dulce tu boquita”, “El 42 (Mi patroncito)”, “La parejita”... Fue una verdadera embajadora que promocionó nuestro arte nacional y, con su talento, aportó una obra valiosa al acervo cultural y musical patrio. Como si esto no bastara, además hizo música ciudadana.