A Facundo lo conozco de Tucumán. Cuando le conté que venía a hacer la cobertura del Mundial fue como si le hablara sobre el sueño de su vida como fanático de la Selección.

Estoy en el DECC frente al ticketing oficial de la FIFA y veo cientos de caras largas, gente con la camiseta argentina, con el 10 de Leo en la espalda que esperan en vano una solución inmediata sobre el acceso a entradas a precio oficial para la final del domingo con Francia..

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Sigo caminando y me cruzo con Facundo, el mismo Facundo que imaginó el sueño en Tucumán pero que ahora está en el emirato. “Nos vinimos para la semifinal, cómo no estar”, me dice. No está solo, vino en grupo con otros tucus y su único triunfo hasta el momento fue comprar aéreos económicos por una empresa etíope que consiguieron a la mitad de lo que hubiesen pagado por la aerolínea de bandera nacional.

Fueron varias paradas: Ezeiza, luego San Pablo y 10 horas hacia Etiopía. El último trayecto fueron cuatro horas de vuelo hasta Doha. Me cuenta Facundo que lo único flojito del viaje fue la comida. “Pollo y arroz muy especiado, no estaba bueno”, el paladar no está acostumbrado a tantos aromas y sabores. A veces se hace difícil.

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La victoria inicial de Facundo y compañía chocó con la realidad no bien pisó suelo qatarí. Él y sus amigos se dejaron ganar por la ansiedad y cayeron en la bolsa de la reventa. No conocían nada del lugar y por miedo a perderse el partido con Croacia, porque llegaron con lo justo, compraron entradas en el mismo aeropuerto de Hamad. ¿Cómo les quedó la billetera? US$1.500 más flaca. “Nos ganó la desesperación”, confiesa.

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Facundo y el resto de su tropa deambulan como otros tantos argentinos en la zona del DECC. Están a la espera de novedades, pero como brillaron por su ausencia abrieron camino al plan “R” y a consultar los precios para la final. “Una locura”.

Por lo que averigüé yo, les comento que los precios base rondan los US$2.000 por una entrada categoría 3 o 4. La 2 se vendió en US$4.000. Es lo que hay hasta el momento, y si por alguna razón los tickets oficiales no emergen, todo aumentará. La reventa es parecida a la compra de un boleto de avión: con anticipación podés conseguir ofertas y precios accesibles, pero cuando querés subirte sobre la fecha del despegue, los precios se van a las nubes.

Entonces les consulto cuál es su límite, si están dispuestos a todo o qué? “Hasta mañana sábado”, la respuesta que recibo es la de “tantear y ver qué onda”. Entrado la tardecita, irán por lo seguro, pero a seguro, acá, se lo llevaron preso. “Hasta US$2.500” pagarían. Podrían tener suerte a costa de quedarse sin una moneda para vivir.

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Facundo forma parte del tándem de hinchas que no midieron consecuencias antes de embarcarse a Qatar pero que tampoco cuenta con una chequera ilimitada para comprar cómo sea y donde sea. Eso es una limitación.

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La misma con la que debe lidiar Hernán, que viajó desde Buenos Aires gracias a las millas. “El tema es que no tengo boleto de regreso y sé que lo voy a pagar caro”. Hernán es de los que también camina por la delgada línea del límite económico. Ya gastó para Croacia y ahora su techo ronda los US$2.000. “Me perdí la colación de jardín de mi hijo por estar acá. Tengo que entrar como sea a la final”, me dice este porteño que recibió el apoyo de Agustina, su esposa, “Ella sabe lo que significa el fútbol para mí”, y de Tomás. “Me pidió que le lleve el fantasmita ese”, La’eeb no es un fantasma, amigo, es un turbante, ja.

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A Héctor y a Mauricio los conocí por Agustín, el petrolero de Comodoro Rivadavía que viajó con Marcelo, el mendocino que caminó por el agua (en una pileta). Héctor y Mauricio siguen en Doha, Agustín y Marce, cada uno en su casa. Los dos tenían ganas de volver, pero dadas las circunstancias de lo difícil que está todo acá, casi que se dieron de baja.

Los presupuestos son relativos, sin embargo el presupuesto para venir a ver la final, sin entrada, puede rondar los $2 millones, contemplando vuelo, unos días de hotel y comida. Lo más caro, entonces, es la entrada a la final.

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Héctor y Mauricio, que llegaron después de México, están con la soga al cuello. “No conseguimos nada y tampoco nadamos en plata. Estamos en las últimas”, y esas “últimas” hablan de un esfuerzo máximo de US$1.500. Es todo lo que tienen hasta regresar.

Eso quiere decir que por ver a la Selección contra Francia quedarían en Pampa y la vía, como decía el refrán cuando los apostadores salían secos del hipódromo de Palermo. Y como lo raro siempre viene después, Héctor y Mauricio quedarían crocantes de secos a casi 14.000 kilómetros de Buenos Aires.