Carlos Duguech

Analista internacional

Cualquiera fuese de los de una lista de ellos -Ben Gurión, Golda Meir, Menachem Beguin, Yitshak Shamir, Ehud Barack, Ariel Sharon, Yitzhak Rabin, Benjamin Netanyahu o el actual Yair Lapid, primeros ministros de Israel- a quienes se los mencione por sus decisiones y/o dichos, implica un riesgo para el periodista. Basta formalizar un análisis enraizado en documentaciones y hechos de reconocida existencia que mal califiquen una postura o decisión, a criterio del analista, para emerger desde el suelo de una posición de irreductible fundamentalismo, aunque no demasiado expuesto, una calificación cuasi definitoria del autor. Para que desde el armario de los archivos pre-cocidos se elija el menú para el caso: “anti-israelí”, o “antisemita”, o “antisionista” y el más suave “discriminador”. Y entre los francamente calumniosos por las implicancias netas del término, “nazi”. Ya alguna vez, en un comentario que este columnista hizo de un escrito de la periodista y política catalana Pilar Rahola, en la publicación on line “Vis a Vis”, que difunde información y contenidos relacionados con el mundo judío, uno de los lectores (médico tucumano) se permitió calificarlo de “nazi”. Fueron necesarios dos años para poder saber, a ciencia cierta, si el que así opinaba en un medio por internet tenía un nombre falso o era realmente quien suscribía con nombre y apellido verdaderos. Finalmente, luego de investigar por todos los modos posibles ese comentarista se expresó que era el autor y pidió disculpas. De apellido judío. En LA GACETA del 08/12/2020 y con el título “El diálogo, esa herramienta de paz” quien suscribe esta columna publicó el hecho referido mencionando al profesional médico autor del calificativo de “nazi” que se ha referido, con su consentimiento. Salvada la cuestión, entonces.

Comentarios de lectores

Razón de ser del título de esta columna: Riesgos de escribir sobre un gobierno israelí. Uno de los comentarios requería del columnista “no decir medias verdades porque eso es mentir”. El segundo señalaba “cuándo no, escribiendo contra Israel” y el tercero exponía que Israel tenía “todo el derecho de tener todas las armas nucleares que quiera”. Así las cosas es razonable no dejar que estas expresiones floten sobre un texto que se basa en análisis de objetividades y documentación pública. Y no porque son el ejercicio de ánimos sectoriales ni interesados sino por la determinación periodística de brindar a los lectores un texto responsable y útil para el conocimiento.

El premier en la ONU

El adversario más notorio del ya mítico Benjamín Netanyahu (del partido Likud) que ejerció el cargo de primer ministro varias veces entre mayo de 2015 y junio de 2021 es el actual primer ministro Yair Lapid. Se trata de un hombre de prensa, de los medios en general y hasta actor. Asumido apenas hace menos de tres meses fue quien, en la Asamblea General de Naciones Unidas, el jueves último, expuso la posición de su país frente al problema sin solución de las relaciones entre Israel y Palestina, esa nación con un pueblo y tradición y sin territorio definido. Nunca antes un primer ministro israelí planteó con tanta contundencia y crudeza la situación que vive Israel en lo que se da en llamar “el conflicto palestino-israelí”. Expuso en conmovidos textos lo que se experimenta a lo largo de los 75 años transcurridos desde la decisión de la ONU de la “Partición de Palestina”. Expresó que la fuerza económica y militar de Israel les permite protegerse, pero también algo más: luchar por la paz con todo el mundo árabe. Y con los vecinos más cercanos: los palestinos. Y aquí viene lo extraordinariamente impactante: “Un acuerdo con los palestinos basado en dos Estados para dos pueblos, para el futuro de nuestros hijos”. Es lo correcto, para la seguridad de Israel, para la economía de Israel, y para el futuro de nuestros hijos. La paz no es un compromiso. Es la decisión más valiente que podamos tomar. La paz no es debilidad. Encarna en su interior todo el poder del espíritu humano. La guerra es rendirse a todo lo malo que hay dentro de nosotros. La paz es la historia de todo lo que es bueno. Y al cierre de estos párrafos trascendentales -nunca tan clara la visión de esta solución de dos estados: “A pesar de todos los obstáculos todavía hoy una gran mayoría de israelíes apoya la visión de esta solución de dos Estados. Yo soy uno de ellos”. Y agrega; “Sólo tenemos una condición: que el futuro Estado palestino sea pacífico”.

Mucha sangre y escombros jalonaron el “campo de batalla”, hasta aquí. Sólo unos cuántos primeros ministros en su tiempo fueron capaces de arrimar la idea de los dos estados, entre ellos Rabin, Peres, Olmert, y algunos otros. Pero, en simultáneo, las construcciones en los territorios ocupados militarmente a partir de la guerra de los seis días (1967) fueron la roca que iba aplastando cada vez los tímidos avances en el proceso de gestación de los tan mencionados “dos estados”.

La furia de Netanyahu

Apenas culminó su discurso en la Asamblea General de ONU el primer ministro israelí Lapid, Netanyahu redobló sus críticas junto a líderes de otros partidos de derecha en lo concerniente a “los dos estados” a los que con declarada convicción se refiriera. La expresión del desorbitado Netanyahu fue de un calibre que mide su posición anti-palestina: “Lapid está devolviendo a los palestinos al frente del escenario mundial y poniendo a Israel justo en la trampa palestina”. Y no sólo eso. Amenazante se pronunció como si fuera dueño de todo el poder: “No permitiremos a Lapid establecer un estado palestino y devolvernos a desastre de Oslo” .

Israel. y Palestina

El 14 de mayo de 1948 en Tel Aviv se suscribe en una muy emotiva ceremonia el Acta de Independencia de Israel. En ella se cita siete veces a Naciones Unidas. En uno de sus párrafos se lee: “El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución que disponía el establecimiento de un estado judío en Eretz Israel. La Asamblea General requirió de los habitantes de Eretz Israel que tomaran en sus manos todas las medidas necesarias para la implementación de dicha resolución”. En ninguna parte de la “Res. 181” se menciona, obviamente “Eretz Israel”, un término ligado a la tradición judía equivalente a la “Palestina” del mandato británico de 1920. La “Partición de Palestina” otorgaba al futuro estado judío 14.ooo Km.2 y 11.500 km2 para el estado árabe y 1.126 km. para zona internacional (corpus separatum) de Jerusalén. Hoy, la superficie de Israel informada oficialmente por su gobierno es de 22.145 Km 2. Y “Palestina (Cisjordania más Gaza) 6.165 km.2. Guarismos contundentes de la desigualdad hacen quedar lejísimo de la realidad la Resolución 181 de “Partición de Palestina” de la ONU de 1947. Tan lejos como los 75 años de envejecimiento en toneles no de roble sino de desencuentros, agresiones y terrorismo.

De aquí en más

Pese a la extraordinaria forma de expresarse del primer ministro Yair Lapid en la ONU, más que justa y no menos que temeraria, es muy probable que sucedan acontecimientos en la revoltosa política de alianzas en Israel promovidas por un iracundo Netanyahu, que tanto daño le hará a la convivencia pacífica y a la seguridad de su propio país.