El mundo -al menos el “tecnológico”- celebró este domingoel Día del Emoji (o emoticono, como registra el neologismo el diccionario de la RAE). A la gran mayoría de los usuarios de redes sociales los actuales “dibujitos” -que se basan en los pictogramas chinos- nos resultan imprescindibles. Pero es posible que esa misma mayoría ignore que el primer intento de lograr la unión entre expresión de emociones y abreviatura ¡es de 1857!

Veamos una breve prehistoria: en abril de ese año, el National Telegraphic Review and Operators Guide documentó el uso del número 73 en Código Morse para expresar “amor y besos” (luego su descripción se transformó en un mensaje más formal: “los mejores deseos”). Hubo algunas modificaciones, pero el siguiente paso lo dio el 30 de marzo de 1881 la revista satírica estadounidense Puck: publicó cuatro emoticonos tipográficos que usaban signos de puntuación, para representar cuatro estado de ánimo: alegría, melancolía, indiferencia y asombro. Y el 19 de septiembre de 1982, Scott Fahlman científico de la computación de la Universidad Carnegie Mellon, Estados Unidos, usó sin pensarlo demasiado la secuencia :-) en el “asunto” de un mensaje. Buscaba una forma de distinguir los comentarios jocosos de profesores o alumnos en los sistemas internos de comunicación que usaban en la universidad antes del surgimiento de Internet.

El gran salto

En 1999, NTT Docomo, Inc. un operador de telefonía móvil japonés fundado ocho años antes, lanzó los 176 primeros emojis (esta versión del nombre deriva del japonés, precisamente, partir de e, ‘imagen’ y moji, ‘letra, carácter’). La empresa le pidió a Shigetaka Kurita que diseñara para sus teléfonos un modo simple de expresar sentimientos e información. Y Kurita diseñó estos primeros 176 dibujos en cuadrículas de 12×12 píxeles (Ver nota aparte: “Las raíces”).

“Desde aquí, la evolución de estos signos gráficos se dio junto con la de la tecnología”, señala en diálogo con LA GACETA Julio Sal Paz, profesor de Lingüística y especialista en Análisis del Discurso Digital, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.

DE 1881. En los primeros emoticones se usaron signos de puntuación.

“De los mensajes de texto de correos electrónicos -y después, de los primeros teléfonos celulares- pasaron al Whatsapp y a las otras redes, con un afán de universalidad (de hecho, existe un consorcio internacional que regula su uso), y permitiendo al mismo tiempo una expresión inclusiva y no sexista”, agrega.

Usuarios y lecturas

El Consorcio Unicode, encargado de esa regulación, suele anunciar cada año nuevas incorporaciones al repertorio de emoticones, que desde 2010 fueron estandarizados como código para computadoras, tablets y celulares.

“Pero ello no impide que, como pasa con la lengua y el habla, a pesar de que en el origen tienen un significado, los usuarios los significan y resignifican una y otra vez”, agrega Sal Paz,.

“Opera en el uso de los emoticones, permanentemente, el rol creativo lúdico, irónico de los usuarios, que se vincula con el concepto de ‘juegos del lenguaje’, de creatividad léxica, lingüística”, agrega y resume: “la historia misma de los emoticones muestra que lo que hacemos los usuarios del lenguaje es revitalizar signos lingüísticos, darles otra significación, en función del contexto social”.

Riqueza

En este punto de la charla, nuestro especialista señala cómo estos signos fueron evolucionado desde los primeros “que hacíamos con el teclado” hacia los stickers y los memes, que implican -destaca- un rol aún mucho más activo de los usuarios.

“Más allá de sus diferencias, de todas formas todos son, de alguna manera, metáforas visuales para reflejar en textos información del lenguaje no verbal sin renunciar a la economía”, añade.

Se refiere a la tendencia que existe en el lenguaje, como en cualquier otra actividad humana, a minimizar el esfuerzo invertido. En el lenguaje se manifiesta en distintas maneras de abreviar, acortar o simplificar la forma de transmitir una información... En otras palabras, a la eficiencia

“Pero esa economía nunca implica un empobrecimiento del lenguaje; y los emojis y sus sucesores son especialmente importantes en ese punto: enriquecen el mensaje, lo complementan, lo complejizan (insisto, sin perder economía), y lo hacen cada vez más dúctil y maleable”, advierte, y añade: “también abren más posibilidades de ser permeables a la posibilidad de entender la comunicación como un sistema semiótico complejo, en el que lo verbal es sólo uno de los elementos”.

Y no se detiene allí: “por otra parte, también nos llevan a repensar los modos de leer”, aclara y explica: “ahora no sólo debemos leer letras; también códigos visuales. Y eso implica aprender a conocer al interlocutor, por un lado; pero también manejar la situación comunicativa en la que estoy”, resalta y es una cuestión clave: las redes (y por consiguiente los textos) se han metido en todos los ámbitos de nuestra vida.

Un ejemplo concreto

“Si bien es cierto que los emoticones aparecen con más fuerza en las conversaciones informales, se van filtrando en otras, como las laborales”, advierte Sal Paz.

Y Julia Lombardo (45) lo sabe bien: desde la pandemia, una gran parte de las comunicaciones con su grupo de trabajo (es un equipo de ventas) se realiza por Whatsapp. “Sucede que los intercambios entre nosotros no sólo son consignas de trabajo. Cuando estábamos juntos, el tono de la voz, las miradas... todo daba un contexto para entender si las palabras (exactamente las mismas) eran un pedido, un castigo o una broma”, cuenta, y asegura que se generaron muchos malos entendidos.

“Los emoticones ayudaron a paliar un poco la falta de interacción cara a cara, y la expresividad que tiene una conversación (no por coloquial menos importante) que se pierden cuando sólo escribimos mensajes”, describe Julia... por Whatsapp. Y luego del punto aparecen tres caritas amarillas con una gran sonrisa de boca abierta.