Por Fabián Soberón

Para LA GACETA - TUCUMÁN

- Desde el epígrafe hasta la trama se puede pensar que la novela Complot revela que en la tragedia de la historia argentina hay “una gota de sangre y otra de semen.” ¿Por qué decidiste trabajar en este marco de pensamiento?

- Antes que nada quiero aclarar que creo que la literatura no tiene obligaciones de hablar de ciertas problemáticas como tampoco de no hablar de ellas, la cuestión es preguntarse qué me interpela para tratar algunos temas cuando escribo y por qué me es necesario contar ciertas historias y no otras.  En realidad toda nuestra tradición literaria está atravesada por la violencia. Hace muchos años que escribí Complot y no es fácil recorrer los fragmentos de esta historia. Sin embargo, recuerdo que intenté hablar de los gestos de resistencia, el quebrantamiento de las normas y el engaño.

- En Complot hay dos tipos de narradores: uno en la primera persona de Mora, esa joven que sufre un maltrato, y un narrador omnisciente que, por momentos, está focalizado en el punto de vista de Mora. Contame cómo fue el proceso de construcción de la novela.

-Quizás el intento del narrador en primera persona se basa en una búsqueda del personaje que se construye a sí mismo, Mora. En la tentativa de meterme en la piel de esa niña. Buscando descifrar el espacio en que ella se mueve, un espacio virulento, marginal y lleno de exclusiones. Traté de escribir una historia casi mínima, básicamente porque a veces solo por lo que omite una historia hace sentir las aflicciones que esa niña vivió. Mora abrumada cumpliendo las órdenes que le da el Inglés; sin embargo, en ese mundo hostil, vigila como si percibiera debajo de la violencia de la que es víctima la posibilidad de romper con la trama siniestra que la clausura. Pienso que el escritor y el narrador trabajan juntos en la oscuridad de un texto. Cuando trabajo, tengo la certeza de que el narrador es el protagonista principal mientras el escritor lo sostiene por detrás. Estos personajes aparentemente disímiles también necesitan liberarse de sí mismos para salir del infierno

- Una de las particularidades del libro es que algunos sucesos -la violencia del Inglés, por ejemplo- se perfilan en dos o tres líneas. Hay un trabajo de condensación narrativa en todo el volumen. ¿Podrías hablar de este aspecto de la escritura?

- En lo personal siento que ha sido muy importante para mi recibir la influencia de otras disciplinas del arte, no solo de la literatura, ya sea la música, el cine, la pintura y entre otros, en la arquitectura, seguí la mirada del arquitecto Ming Pei, con su postura de que menos es más. Pei consigue construir con pocos elementos un objeto artístico, rompiendo el imaginario que insisten en hacernos creer. Y desde esa mirada minimalista, me permitió entender que estamos en un mundo tan fragmentado y desigual que los narradores nos vamos fragmentando también. Y a fin de cuentas eso es lo que podemos contar en el siglo XXI, una pequeña partícula, un destello de lo que ocurre o creemos que está ocurriendo u ocurrirá en algún lugar o en un no lugar en el territorio de la lengua. He buscado trabajar en la ficción, con la elipsis, en un intento por encontrar la precisión de lo que uno quiere contar. Tan contundente como si con un estilete se lo clavara al lector.

- ¿Se podría decir que el personaje Bruno Edels, “ese judío rico, casi cuarentón y soltero”, es una de las víctimas de esta novela?

- Resulta rarísimo volver atrás para contar lo que busqué en esa historia; siempre me estoy buscando a mí misma en las contradicciones que me interpelan.  Sí, se podría decir que Bruno Edels es una de las tantas víctimas de esta novela, porque termina siendo preso del inglés. Pero la gran protagonista es la niña Mora. Claro que la última palabra la tiene el lector.

- En la novela hay dos grupos sociales diferenciados: el de los ricos (el inglés Broker y Bruno Edels) y el de los empleados (Jordán y su hija Mora). La novela articula las dos miradas. ¿Podrías comentar este trabajo de composición?

-Es difícil responder esta pregunta porque ha pasado mucho tiempo y una se vuelve ciega a su propio relato.  Cuando se publica una novela, el distanciamiento con ella es total, escapamos de la pertenencia y ese mismo relato que tan laborioso fue construir se vuelve ajeno y recurrente. El bosque es grande y las tinieblas también, pero en ese universo de la ficción siempre hay unas cuantas aves rapaces que a uno lo acosan. La escritura es la experiencia de poner en tensión el lenguaje y sus sentidos, abordando lo desconocido, lo diferente, lo oculto, para construir otros modos de vincularme con el mundo que me rodea. Me interesa ahondar en la complejidad, la dualidad y ambivalencia de los personajes. Me pregunto cómo tejer la ficción y cómo contar lo que no me quisieron contar, desde un narrador plantado en el siglo XXI. Tal vez lo pueda decir en pocas palabras, en Complot intenté construir una narración con algunas de las voces que no han triunfado en el relato de la Historia.

- Hay un malentendido que define la trama. Ese secreto (la violación atribuida a un sujeto equivocado) configura el libro y es, de alguna manera, una cifra de los malentendidos que atraviesan algunas historias familiares en la oligarquía argentina. ¿Qué pensás de esto?

-Por cierto tu reflexión como lector es muy interesante, porque en el trasfondo de esta historia intenté incubar y desarrollar una tensión, un conflicto. Es el lector quien tiene que componer y recomponer, en un procedimiento arriesgado, apoderándose de esta historia, profundizando en esos espacios al margen.

- ¿Cómo te llevas con la etiqueta novela histórica? Tengo para mí, como decía Borges, que vos no trabajas con ese subgénero sino con una lectura del pasado, con la idea de la novela como una forma de interpretar el pasado y que la novela histórica es otra cosa. ¿Qué pensás de este asunto?

-Para mí lo histórico me interesa solo como telón de fondo para escarbar en la vida de un hombrecito perdido en ese territorio: ya sea Entre Ríos, Buenos Aires, Chaco o la Patagonia. Me gustan los personajes marginales, que puedan hablar y tener un protagonismo que no es el del poder, claramente. Me pregunté entonces cómo tejer la ficción con la Historia.  Me interesó contar lo que no me quisieron contar, la historia no oficial, desde un narrador plantado en el siglo XXI. Desde Flaubert pasando a Joyce hay todo un cambio radical de querer contar a la realidad como ha sido. Las grandes tradiciones narrativas del Rio de la Plata, de la tradición literaria de la que provengo, se caracterizan por novelas que en la segunda mitad del siglo XX, han ido borrando el límite entre la ficción y la realidad.

- Como suele suceder con algunas piezas literarias que trabajan con el pasado, tus novelas nos hacen pensar en problemas sociales y culturales de un periodo de la historia argentina. Aunque no te lo hayas propuesto, las novelas de la Trilogía de Entre Ríos reflexionan sobre ciertos hechos y procesos del pasado. ¿Cómo trabajas la puesta en escena temporal? ¿Haces una investigación previa sobre historia o eso no te interesa?

- Depende, en El país del diablo me tuve que documentar. Pero cada novela tiene un camino diferente. En general lo hago. Pero solo si es necesario. Por ejemplo en Furia de Invierno no necesité documentarme sobre la AMIA. En el caso particular de Trilogía de Entre Ríos sí lo necesité, pero solo para poder contar la historia que es absolutamente ficcional.

- A partir del concepto de zona propuesto por Juan José Saer entiendo a la zona como una referencia espacial, concreta, material, pero siempre bajo los ojos del autor. No puede haber una ciudad como una equis, como una cosa en sí, según el sentido que le ha dado Kant a la idea de cosa en sí, es decir, como realidad absoluta separada de un sujeto. La única modalidad de existencia de una ciudad o de un pueblo es como objeto de un sujeto. La Trilogía de Entre Ríos está ubicada en una zona. ¿Por qué elegiste escribir tus novelas en una determinada zona literaria?

-T engo la certeza de que no elegí escribir una novela en una zona, sino que la zona me eligió a mí. En el caso de Trilogía de Entre Ríos necesité ahondar en un territorio que conozco con personajes o historias que he oído o de algún modo conocí o creo haber conocido. En un territorio más intimista y de algún modo autobiográfico, ha sido el lugar que pude transitar porque allí  pasé mi infancia. Y para finalizar quiero decir que a la ficción no le interesa ir al pasado para recordar, sino para traer ese pasado al presente y proyectarlo al futuro. En definitiva, es un viaje por ese territorio fantasmal que se llama identidad y que de alguna manera, en la ficción, cobra vida ante nuestros ojos.

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Perfil

Perla Suez nació en Córdoba. Es escritora, licenciada y profesora en Letras Modernas. En 2001, su novela Letargo fue finalista del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos. En 2008, Trilogía de Entre Ríos (compuesta por Letargo, El arresto, y Complot) ganó el Primer Premio Internacional de Novela Grinzane Cavour. En 2013, su novela Humo rojo recibió el Premio Nacional de Novela de Argentina. En 2015, editó El país del diablo, novela ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz. En 2020 El país del diablo gana el Rómulo Gallegos.