Las calles del centro han estado abarrotadas. Grandes y chicos coparon locales de golosinas, de disfraces y de cotillón. El movimiento recuerda las compras de último momento en Navidad, pero se trata de otra fiesta. Halloween está llegando a Tucumán y, este año, se celebra a lo grande.

No es la primera vez. y la tendencia ha ido en alza: lo que empezó como forma de reunión entre jóvenes en formato fiesta, se extendió a los niños que, como vemos en muchas películas extranjeras, salen disfrazados a tocar puertas con la consigna “dulce o truco”. Ese “dulce o truco” tiene un origen un poco oscuro. Según la tradición celta, en Halloween (contracción de All Hallows’ Eve, que en español significa Víspera de Todos los Santos) las almas -buenas y malas- vagaban por el mundo. Se dice que la de Jack O’Lantern visitaba casas pidiendo “truco o trato”: si este no se pactaba, el alma maldecía la casa y sus habitantes caían en desgracia.

Muy lejos quedó aquella vieja leyenda y, en Argentina, quienes celebran, Halloween lo hacen como oportunidad de brindarles a los más chicos una experiencia divertida. Después de todo... ¿qué niño no quiere disfrazarse?

Un momento de alegría

Ethel Gauna vive con sus dos hijos en un country de Yerba Buena y afirma que es una buena oportunidad para que los niños se diviertan. “Me encanta que la gente pueda adoptar esto que no tiene nada de malo, que es sólo un buen momento para compartir con los chicos y que ellos se puedan disfrazarse -opina-; está bueno que haya un día específico del año para que uno pueda ser quien quiera ser”. Cuenta que en su barrio se vienen organizando hace semanas. “Se ha hecho un grupo paralelo de Whatsapp -explica-; allí cada mamá avisa cuantos hijos participan. Cada familia ornamenta su casa con algo en la puerta para que los chicos sepan a dónde tienen que ir a tocar la puerta y que, dónde no está ornamentado, no pueden molestar”.

Ya está todo listo en casa de Gauna. Su hija Sofía (12) tendrá un disfraz alusivo a “La Purga” y Rodolfo (9), se disfrazará de calavera. “Yo me convierto en niña en Halloween, y me disfrazo todos los años de fantasma”, cuenta Ethel emocionada.

Y esa es la regla en todos los lugares donde se celebra. Patricia Colosi es vecina del barrio Procrear, en Yerba Buena, y está muy contenta por la llegada de la fiesta. De hecho, ella, su esposo y su hijo ya tienen todo listo para celebrar. “Esto surgió el año pasado de la necesidad de hacer algo diferente y divertido en el barrio para los pequeños -cuenta-; me pareció una linda propuesta la de ofrecerles un momento, un día para disfrazarse y salir por las casas del barrio a buscar dulces. Por eso lo repetimos ahora”.

Este año ya hay más de 80 familias involucradas. La modalidad es la misma: las casas que lo celebren estarán decoradas para la fiesta, e incluso los vecinos organizaron un excel con las viviendas que participan y harán un croquis para los nenes. “La propuesta tuvo aceptación en la mayoría, si bien se habló de que no es una costumbre propia. Por eso lo planteamos como una noche de disfraces”, aclara.

“Mi peque me pregunta desde hace dos meses cuándo es Halloween, está ansioso por salir a retirar sus dulces... va marcando los días en el calendario -agrega-; lo más lindo es que los grandes también vamos a estar disfrazados. Esto nos ha servido para compartir entre vecinos”. Felipe, su hijo de seis años, se disfrazará de Drácula.

Diferentes

Sin duda la celebración se extiende y cada vez más familias quieren disfrazarse esta noche. Paula Del Sancio lo festejó por primera vez en 2020 y por iniciativa de su sobrino (5). “A mediados del año tuvimos la pérdida de un ser querido cercano, y él comenzó a preguntar sobre el tema de la muerte y enfermedades -relata-; en ese contexto pensamos en disfrazarnos y visitar a nuestros familiares, cumpliendo con los protocolos e intercambiando desde la puerta. A todos les entusiasmó la idea. Decoraron sus casas y se disfrazaron”.

Paula admite que al principio fue extraño adoptar una práctica de otra cultura. “Pero al ver la alegría y la emoción de los niños (sus sobrinos), valió la pena cada preparativo. Y decidimos hacerlo todos los años para que sea nuestro momento de encuentro familiar”. Ademas, armando los disfraces a mano. “Como mis sobrinos están viendo más películas de terror, nos piden atuendos más elaborados pero divertidos de hacer”, comenta.

Locos por las compras

Desde hace semanas todos los locales de venta de cotillón y golosinas se han ido preparando para la fiesta. Así, los tucumanos hicieron largas filas para conseguir los mejores disfraces. “Lo que más se vende son las caretas, las telas de arañas, los sets de disfraces de ángeles y diablos... De hecho, creo que todo el mundo se va a vestir este año de ángel o diablo”, cuenta entre risas Micaela, vendedora de una casa de cotillón ubicada en Junin al 300. “Lo que buscan mucho es todo lo que tiene que ver con la serie ‘El juego del calamar’. Nosotros teníamos las máscaras y se vendieron todas, a pesar de que son caras, ya que se hacen con impresora 3D”, comenta.

Micaela trabaja hace siete años en la tienda y ha visto un sustancial aumento de las ventas para esta fecha en los últimos tres años. “Antes no era tanto el movimiento, pero está bueno. Lo mejor es que sirve para distraer a los chicos”, considera.

Y como la premisa es “dulce o truco”, las golosinerías son protagonistas. Rodrigo, supervisor de la sucursal tucumana de una importante local de dulces, contó a LA GACETA que este es el segundo año consecutivo en que los productos de Halloween se acaban antes de la fiesta. De hecho, hace una semana se terminaron sus típicas calabazas de plástico con las que, luego, los niños salen a recorrer los barrios.

El joven considera que el entusiasmo por la fiesta se da en los niños, y son sus padres los que se acercan a buscar las golosinas. Y es que Halloween en Tucumán se convirtió en una fiesta para los más chicos.