“Juan Bautista Alberdi fue un incansable viajero en vida. Y también después de su muerte”, sintetiza Gilda Pedicone de Valls. La constitucionalista tucumana, después de estudiar la obra del ilustre comprovinciano, recorrió los lugares donde yacieron sus restos. En ese periplo determinó que los restos del hombre que sentó “Las Bases” de la Constitución de los argentinos pasó por siete lugares diferentes. Es decir, el autor de “El crimen de la guerra” no sabe todavía lo que significa descansar en paz. Hoy se cumplen 211 años de su nacimiento.
“Alberdi vivió sus últimos días sobre la avenida Carnot, una de las que confluye en el Arco del Triunfo. Y desde su balcón lo miraba”, precisa la jurista. Ese emblemático monumento fue mandato a erigir por Napoleón Bonaparte para conmemorar su triunfo en la Batalla de Austerlitz, en 1805. La construcción comenzó al año siguiente y demandó 30 años.
“Entré al edificio de pisos de madera, que aún cruje. El departamento donde vivía Alberdi está en la segunda planta y hoy vive una familia allí. Hay una placa que lo evoca”, recuerda en la entrevista con LA GACETA.
“Sus últimos años fueron de una salud muy precaria. El clima parisino no es bueno para las personas con problemas respiratorios. Así que solía establecerse durante los veranos, junto con su ama de llaves en Saint-André-sur-Orne, un pueblo de la Baja Normandía. Ella, Angelina Daugé, tenía una propiedad familiar en esa pequeña comuna, que aún hoy tiene menos de 2.000 habitantes. Una de sus calles principales se llama Alberdi”, ha descubierto la doctora en Derecho.
El tiempo y las dolencias agravaron el cuadro general de la salud de Alberdi. Incluso, su salud mental. Un accidente cerebrovascular fue el principio del final. A la parálisis en las extremidades derechas luego se agregó la anemia. “Y en 1882 perdió la razón. Sufría alucinaciones y murió en la clínica psiquiátrica del doctor Karl Defaut, en Neuilly-Sur-Seine, en el número 43 de la avenue du Roule, el jueves 19 de junio de 1884, al mediodía. Tenía 73 años”, precisa.
Aprovechando que Victoria, una de sus hijas, residía en Paris, Pedicone de Valls viajó hasta ese distrito, que hoy es una de las zonas residenciales más exclusivas de la capital francesa. Hasta el punto de que el Paris Saint-Germain ha provisto de una residencia en Neuilly-Sur-Seine a su nueva estrella: Lionel Messi. Y se encontró con que el edificio de la clínica ya no existía: en su lugar levantaron un moderno edificio municipal. Pero gracias al “Street View” de Google, pudo conservar imágenes de la fachada original.
“Cuando él fallece, lo llevaron a la Iglesia de San Juan Bautista y se lo dejó en la cripta de la iglesia, a la espera de definir dónde enterrarlo. El lugar aún pueden visitarse”, invita la profesora titular de Sistemas Electorales de la Facultad de Derecho de la UNT.
Durante cuatro meses estuvo el féretro en el subsuelo del templo. “Su amigo Eugenio Vigneau habilitará un lugar en el mausoleo de su familia, en el viejo cementerio de Neuilly-Sur-Seine. Allí permanecieron los restos del mayor estadista argentino hasta el 27 de abril de 1889, cuando fueron repatriados”, precisa la docente.
Curiosamente, destaca Pedicone de Valls, el cuerpo de Alberdi nunca fue a parar al lugar que él había elegido. Previsor, había edificado un mausoleo en el cemente de Père Lechaise. “Dejó pagada su placa, que no podía completarse hasta que se produjera su deceso, para inscribir el año. El marmolero cumplió: el mausoleo está y la placa también. Lo encontró mi hija Victoria, porque no figura en la guía oficial la necrópolis -rememora-. ¿La razón? Sus restos nunca estuvieron ahí. Y el monumento sigue vacío”.
Cuando se resuelve repatriar a Alberdi y sus restos llegan en barco a Buenos Aires, no se había previsto un lugar donde depositarlos, puntualiza la titular de Derecho Constitucional de la Unsta. “Una familia amiga cedió un lugar en un monumento en el cemeterio de La Recoleta, hasta que se construyese el mausoleo para Alberdi. No hay una placa al respecto. El monumento a Alberdi, luego, fue terminado y ocupado por su cajón. Puede ser visitado en esa necrópolis, pero como se sabe está vacío, porque en 1991, en la presidencia de Carlos Menem y durante la intervención federal de Julio César Aráoz, se dispuso su traslado a Tucumán”, recordó.
Pero entonces tampoco estaba previsto dónde depositar el cuerpo del prócer tucumano. Así que, en un primer momento, se lo alojó en uno de los laterales de la entrada principal de Casa de Gobierno. Luego se construyó el actual monumento que se encuentra en el pasillo central de la planta alta de la Casa de Gobierno.
La investigación de Pedicone de Valls forma parte de un libro en producción que ya tiene título: “Nacer en Tucumán y morir en París”. Aunque su autora no está segura de que la primera edición vaya a ser definitiva. A principios de 2000, por caso, el Colegio de Abogados de la Capital se manifestó partidario de que el notable jurista fuese llevado al Cementerio del Oeste, para que su descanso final fuese en una necrópolis. Alberdi no para…