“Está haciendo falta un Nacho Fernández que la pare, que piense”, se quejaba un parroquiano sentado frente a la pantalla de un bar, mientras veía cómo River, ese mismo River que hasta no hace mucho se animaba a soñar con otra conquista de América y siempre jugaba mejor que su rival cualquier fuera el resultado, chapoteaba en sus propias limitaciones para doblegar a Gimnasia en La Plata. La picadura del “Pulguita” Luis Miguel Rodríguez en forma de cabezazo a colocar (otro golazo, la especialidad del simoqueño) le anuló en cuatro minutos la alegría inicial por el tempranero gol de Matías Suárez y profundizó la crisis viene sufriendo el equipo de Marcelo Gallardo: de la eliminación en la Copa Argentina a manos de un Boca que ni pateó al arco, a la de la Libertadores frente a Atlético Mineiro casi sin resistencia y a la apatía en un torneo local que lo tiene hoy fuera de la zona de clasificación al máximo certamen sudamericano. Si se toman en cuenta todas las competiciones, el “Millonario” anda corto de efectivo: ganó solo uno de sus últimos siete partidos (el 2-0 a Vélez).

Y sí, el mediocampo de River extraña horrores a Ignacio Fernández, una ausencia que la calidad de Nicolás de la Cruz (gran asistencia para el gol de Suárez) no alcanza a disimular. Y tampoco es lo mismo un River con Gonzalo Montiel que sin él. A Gallardo no se le puede pedir más de lo que hace con un plantel desmantelado de la mayoría de las figuras con las que alcanzó la gloria y que no se ha reforzado en consecuencia, al margen de lo bien que ha resultado la incorporación de Braian Romero.

De todos modos, la premura de este torneo no deja mucho espacio para la nostalgia: el jueves, River recibirá a Aldosivi, y el último lujo que puede darse es regalar puntos de local.