Patricio Krupoviesa, trabaja en el área contable de la Municipalidad de Burruyacú; Franco Flores tiene un lavadero de autos en su propia casa; Franco Sebastián Álvarez es albañil; Julio Aráoz experimenta en una panadería. Pablo Lucena, es otro que se dedica a la albañilería y Miguel Guzmán presta servicio en el departamento de Tránsito en Bella Vista. Así de amplio es el abanico laboral de los jugadores de Unión del Norte. Lo que pasa es lo que relata Marcelo Ledesma. “Ojalá pudiera vivir del fútbol, pero en mi caso, no”, explicó el volante de 33 años. Y sí, la realidad del fútbol argentino es que de Primera Nacional hacia abajo es imposible dedicarse solo al fútbol para vivir. “Siempre hay que trabajar o hacer changas. Así, se puede combinar con los horarios del entrenamiento y de los partidos. De lo que se hace con el fútbol, más la construcción o la cosecha del limón, se puede vivir”, detalló Ledesma, jugador del club desde hace 17 años.

Construyendo un Unión del Norte “made in Burruyacú”

Por el oficio de Aráoz es que el plantel puede endulzar, si es que el arquero así lo dispone, alguna derrota. “Trabajo en la panadería de mi hermano. Siempre comparto los productos con el grupo”, comentó el especialista del horno que custodia los tres palos por herencia. “Mi papá, Julio, y mi tío, ‘Ucho’ jugaban en Villa Benjamín Aráoz”, apuntó. Su agenda laboral tiene horarios poco habituales y eso genera un desgaste. “Empiezo a trabajar a las 21, hasta las 2. Los viernes hasta las 4. El único día de descanso es el sábado a la noche. Y, cuando salgo a las 2, me levanto a las 7 porque tengo un despacho de la panadería en Burruyacú. El horario nocturno es sacrificado porque no te recuperás bien”, reconoció el arquero.

“Me doy maña para todo. Soldaduría, plomería. Desde chico trabajo en la construcción. Estoy trabajando, de 7 a 13, en San Andrés construyendo casas”, contó Álvarez. Su puesto, el de defensor requiere también esa suerte de astucia que se traduce en marcar al rival dentro del campo de juego.

Pese a la intensidad de la doble responsabilidad, la laboral y la deportiva, todos quieren volver a sentir, aunque suene contradictorio, el trajín placentero.