En respuesta a la carta “Furcio presidencial”, del lector Williams Fanlo (15/06), creo que comete un error de interpretación temporal con respecto a las reacciones generadas por las palabras de nuestro presidente Alberto Fernández. Porque no es lo mismo hablar de los barcos asesinos y saqueadores que llegaron desde 1492, que hacerlo de los que llegaron a finales del siglo XIX y principios del XX (entre los que llegaron mis ancestros, por cierto), puesto que unos vinieron para arrasar con todo y otros lo hicieron para entregar todo. Pero esa visión porteña de mirar hacia lo europeo y no hacia lo indoamericano, hacia lo andino y pueblos del Caribe, no es nueva en nuestra patria, como tampoco lo es esa patética necesidad que tienen algunos de mostrar pleitesía hacia España (Macri, en plena celebración por nuestro Bicentenario, pidiendo perdón al Rey de España por Independizarnos de su Corona en 1816). Eso se llama porteñismo y es una mochila genética con la que carga el 70% de los ciudadanos de CABA, sin importar su condición social; religiosa o políticopartidaria. Pero cuidado: no es exclusividad del Puerto, ya que también hay de ese porteñismo en el resto del país. Es una cuestión de formación y no de intencionalidad en el caso del presidente Alberto Fernández. Es como un acto reflejo, tras siglos de vernos blancos, rubios y ojitos de cielo. Es la Argentina que estigmatiza a los hermanos pueblos de Bolivia, Perú o Paraguay. Es la Argentina que mantiene una persecución atroz contra Milagro Sala, injustamente presa desde hace casi 2.000 días.

Javier Ernesto Guardia Bosñak 


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