La discusión sobre lo que ocurrió en 2020 reverberá por muchos años, pero todos deberían al menos estar de acuerdo con, por lo menos, dos lecciones principales. La primera es que cada país debería invertir más en su sistema público de salud. Esto parece evidente pero los políticos muchas veces ignoran las lecciones más obvias. La segunda es que la humanidad, como un todo, debería establecer un poderoso sistema global para monitorear y prevenir pandemias. En la ancestral guerra entre la humanidad y los patógenos la primera línea de defensa es el cuerpo de todos y cada uno de los seres humanos en la Tierra. Si esta línea es sobrepasada en cualquier parte del planeta, nos pone a todos en peligro. Incluso las personas más ricas, en los países más desarrollados, tienen un interés personal en proteger a los más vulnerables en los países más subdesarrollados. Si un nuevo virus pasa de un murciélago a un ser humano en una aldea pobre en alguna parte remota de la jungla, en pocos días ese virus puede estar paseando por Wall Street.

El esqueleto de un sistema global contra las pestes existe a través de la Organización Mundial de la Salud y varias otras instituciones pero sus presupuestos son escasos y casi no tienen apoyo político. Tenemos que darle a este sistema algo de influencia política y mucho más dinero para que no dependan completamente de los caprichos de los políticos que solo se interesan en ellos mismos.

Se que mucha gente teme que la Covid-19 marque el comienzo de una nueva ola de pandemias, pero si al menos se implementan estas dos lecciones, el shock de la Covid-19 podría, en realidad, dar como resultado que las pandemias sean menos comunes. Por supuesto, la humanidad no puede evitar la aparición de nuevos patógenos, ya que es un proceso evolutivo natural que viene ocurriendo por millones de años y que seguirá ocurriendo en el futuro también. Pero hoy la humanidad tiene el conocimiento y las herramientas necesarios para prevenir que un nuevo patógeno se esparza y se convierta en una pandemia.

Ahora vamos a las preguntas sobre lo que cambiará con la Covid-19 y lo que seguirá igual.

El cambio más importante que trajo es una enorme aceleración del proceso de digitalización. Durante la pandemia, vimos cómo industrias e instituciones completas, desde escuelas a iglesias, pasaron a una modalidad online, casi de un día para el otro. Muchas de las cosas que pasaron a esa modalidad durante la pandemia seguirán así cuando termine. Por ejemplo, los personas de negocios descubrieron que pueden tener reuniones y conferencias sin gastar tanto tiempo y dinero viajando.

Este proceso de digitalización tendrá, como en todo proceso, ganadores y perdedores. En los últimos meses, el valor de gigantes digitales como Amazon, Google, Alibaba y TenCent dio un gran salto, mientras que muchas otras industrias cayeron en la bancarrota. Algunos países, particularmente aquellos que lideran la revolución digital, se beneficiarán enormemente con este cambio. Mientras que otros, que se apoyan en industrias más tradicionales, probablemente perderán riqueza y poder.

Hay un gran debate sobre cómo será la recuperación económica. Algunos dicen que el gráfico tendrá una forma de V, o sea un descenso muy notorio seguido de una recuperación equivalente hacia la normalidad. Hay quienes dicen que tendrá forma de L, con un descenso muy notorio seguido de una gran depresión y una recuperación lenta. Mi temor personal es que no tendrá forma de V ni de L sino de K. Es decir, algunas regiones, países e industrias no solo se recuperarán sino que, debido a la digitalización, gozarán de una prosperidad y un poder que no tuvieron nunca antes. Este es el brazo superior de la K. Mientras tanto, la digitalización causará que otras regiones, países e industrias colapsen completamente. Esto representa el brazo inferior de la K. Una recuperación de la Covid en forma de K implicará un aumento de la desigualdad en el mundo.

Esta amenaza es particularmente grave para los países en desarrollo. En el siglo XX, estos países usualmente lograban progreso económico vendiendo la mano de obra barata de sus trabajadores no calificados. Pero la rápida digitalización y automatización podría reducir la demanda de la mano de obra no calificada. Estos países carecen de los recursos para capacitar su fuerza laboral. La digitalización no solo eliminará trabajos, sino que creará muchos nuevos, pero estos requerirán habilidades avanzadas. Habrá muchos nuevos trabajos para los ingenieros en software de San Francisco o Shenzhen pero muchos menos para los empleados textiles y camioneros en México y en Honduras. ¿Podrán México y Honduras reentrenar a sus empleados textiles para que se conviertan en ingenieros en software? ¿De dónde vendrá el dinero para financiar ese tipo de programas de capacitación?

No se trata solo de capacitación. La digitalización trae más preguntas sobre la desigualdad y la geopolítica. Ya estamos en medio de una carrera armamentista digital en campos como la recolección de datos y en inteligencia artificial. Dos son los países que lideran esta carrera: Estados Unidos y China. El resto de los países están lejos. Si esta tendencia continúa. el resultado probable será una nueva forma de colonialismo. El colonialismo de los datos.

América latina tiene una historia de colonialismo larga y dolorosa. En el siglo XVI, las ventajas tecnológicas de potencias europeas, como España y Portugal, ayudaron a pequeños ejércitos de conquista a derrotar enormes imperios, como el inca y el azteca, y dominar el continente. Más adelante, a partir de la revolución industrial, los países supuestamente independientes de América fueron dominados por las superpotencias industriales. Primero Gran Bretaña y luego Estados Unidos. Esto podría volver a ocurrir en el siglo XXI con la inteligencia artificial.

Cuando Pizarro atracó en Perú en 1532, llegó con caballos y acero. Cuando los británicos y los estadounidenses llegaron, dependieron de las líneas férreas, aviones y barcos de guerra. Pero en el siglo XXI, para conquistar un país, no es necesario enviar acorazados. Lo único que necesitan es obtener datos. Algunas corporaciones y gobiernos que reúnan los datos del mundo podrían transformar al resto del globo en colonias de datos.

Imaginen que en 20 años, en Beijing o San Francisco alguien tenga todos los datos personales de cada alcalde, periodista o CEO de Chile o Colombia. Todas las enfermedades que sufrieron, cada encuentro sexual, cada broma que hicieron, cada soborno que aceptaron. ¿Chile y Colombia seguirían siendo países independientes o se convertirían en colonias de datos? ¿Qué ocurrirá cuando estos países sean completamente dependientes de infraestructuras digitales y sistemas de inteligencias artificial sobre los cuales no tengan ningún control efectivo?

* Fragmento de la conferencia brindada la semana pasada en la Softys Innovation Week.

PERFIL

Yuval Noah Harari (Kiryat Atta, Israel, 1976) es uno de los pensadores más influyentes de la actualidad. Profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, con un doctorado en Historia de la Universidad de Oxford, es autor de Sapiens, Homo Deus y 21 lecciones para el siglo XXI, libros de los que se vendieron más de 15 millones de ejemplares.