Hace 50 años, en la zona del puente Lucas Córdoba una de las especies emblemáticas de la fauna del Salí era la Loricaria tucumanensis. Para el común de los mortales, la vieja del agua. El pez -que en el caso de los machos puede alcanzar los 12 centímetros- ha desaparecido de ese hábitat. Los especialistas lo buscan afanosamente, sin suerte. Que la vieja del agua se haya esfumado del Salí es una muestra de los cambios que vienen produciéndose allí y de los que habla Gastón Aguilera, doctor en Biología y un apasionado del tema.
¿Cuáles son los motivos por los que pudo haber desaparecido la vieja del agua? Hay distintas causas: remoción de áridos que provoca destrucción del hábitat, contaminación, sobrepesca o introducción de especies exóticas que impactan negativamente sobre el resto. Según Aguilera, todos estos factores forman parte de la vida en el Salí.
Originalmente, las cuencas del Salí y del Paraná estaban unidas. Al separarse, el Salí quedó con menor diversidad (entre 50 y 60 especies; contra alrededor de 150 del Paraná). Pero la riqueza ictícola de la cuenca no pasa por la cantidad de especies, que es más bien acotada, sino por su carácter único, destaca Aguilera. La fauna abarca desde los peces más chicos, como las madrecitas (Jenynsia) hasta los más grandes y conocidos, como dorados, bagres, bogas y sábalos, los que se encuentran en distintas alturas del curso, de acuerdo con las condiciones de temperatura y de calidad del agua. Bien al norte, por ejemplo, aparecen las yuscas (Heptapterus), también conocido como bagre anguila.
El ciclo vital de los peces está relacionado con distintos factores y la calidad del agua es clave: su pureza química y la buena oxigenación contribuyen a su desarrollo. Cuando la contaminación afecta a un río, como el caso del Salí, sólo las especies más tolerantes a los cambios son las que sobreviven. Si a eso se agrega la introducción de peces que predan a los más pequeños (como truchas, pacúes o surubíes) la fauna se reduce aún más.
Aguilera destaca otro aspecto de la vida en el Salí, como la enorme diversidad de macroinvertebrados que se encuentran, por ejemplo, debajo de las piedras. Y menciona la cantidad de patudos (larvas de megalópteros) que aparecen a lo largo del río.
¿Qué llevó a Aguilera a estudiar la fauna ictícola? Cuenta que de chico iba a pescar y que tenía pecera, un camino común entre quienes eligen esta profesión (“muchos acuaristas se dedican a la ictiología”, explica), pero que de más grande creció su interés. Revela que en la Argentina no son tantos los especialistas, alrededor de 200, y que en Tucumán son apenas cinco los ictiólogos. ¿A qué se deberá? “Será que los peces son poco carismáticos, no transmiten sensaciones -comenta-. Fijate en los pescadores: a los peces que nos les sirven los dejan tirados. Supongo que será porque los peces no son animales que causen empatía”.
Entregas anteriores
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https://www.lagaceta.com.ar/nota/882232/actualidad/empecemos-mirar-sali-como-oportunidad.html
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