Andrés Bergant tiene 38 años y hasta los 8 vivió en Tucumán. Es técnico en electrónica y -desde Bariloche, donde está la sede del Invap (Investigación Aplicada, una empresa del gobierno de Río Negro que surgió hace 44 años)- es el responsable de la integración eléctrica de los satélites y de los ensayos funcionales, en consecuencia, de todas las pruebas que se les hacen antes de lanzarlos. Bergant ya estuvo dentro de la campaña de lanzamiento del primer Saocom, y ahora, por los imponderables de la pandemia, regresó al país desde Cabo Cañaveral unos días antes del lanzamiento, pero lo vio todo en directo desde Bariloche.

“Este es un camino que debería seguir un país como Argentina, con desarrollo tecnológico. Todo lo que se desarrolla para llegar a este hito es soberanía. Es una forma de desarrollar el país en un montón de actividades que producen bienes por sí mismo. Muchas pymes proveen materiales, tecnologías que ahora son esenciales. Hace 20 años sabíamos que Argentina debía tener un radar y ahora Invap los hace”, razona.

Pero ¿qué es el Saocom? “Es un satélite de observación terrestre, cuyo principal instrumento es un radar, que tiene como característica poder ver de noche o de día, si está nublado, o despejado. Con procesamiento de imágenes, tiene aplicaciones para la agricultura, se pueden prevenir inundaciones. El INTA sería un principal consumidor de las imágenes, para producción agropecuaria, para saber cual es el mejor momento para la cosecha…”, explica. Y ¿cuánto afectó el trabajo la pandemia?

“El 1 B se iba a lanzar en marzo, estuvimos allí y a los cinco días tuvimos que suspender todo por el tema de la pandemia. Después de eso la empresa no tuvo actividad en la sede. Todos trabajamos online. En junio retomamos la campana, con una gran gestión de protocolos para viajar a Estados Unidos, mantenernos aislados, pero el tiempo pasó, hubo otros problemas con la lanzadora y yo me tuve que volver y quedaron mis compañeros”, recuerda.

“Cuando fue el lanzamiento tuvimos una sensación de desahogo, fue mucho tiempo esperando poder lanzarlo. El satélite ya comenzó a responder y es una alegría enorme. El 1A (lanzado en 2018) tuvo una carga emocional muy grande. En ideas fueron más de 20 años, se proyectó hace mucho tiempo y se estuvo trabajando para el satélite durante 10 años. Representa un salto tecnológico muy grande. Es un satélite mucho más complejo que el Arsat”, explica.

Si bien ya no tiene demasiados vínculos con Tucumán, el experto asegura que está orgulloso de sus raíces y ríe cuando comenta que para sus compañeros es “el tucu”. “Con todo esto de la pandemia tuvimos que aprender a trabajar con otros protocolos. Ver el empeño que ponen los más jóvenes, o los más nuevos en aprender es muy satisfactorio. Esto es como una máquina, si falla un componente falla todo, por eso hay que estar concentrados todo el tiempo para evitar los errores”, afirma.

A Bergant le genera orgullo lo que hace y a la vez advierte que ya no se puede volver atrás con estos avances. “Hay un camino recorrido y no hay que empeñarlo, hay que apostar. Los países que se desarrollaron apostaron al conocimiento. Ya no es tanto tener recursos naturales, sino poder aplicarlos”, asegura.