En las arcas argentinas, guardado en algún lado y de alguna manera, hay todavía dinero de Manuel Belgrano. Dos siglos después de su muerte, el jefe del Ejército del Norte tiene alrededor de dos millones de dólares en su haber, que no serán de él y de ningún heredero. En realidad, el heredero es el pueblo de Tucumán, con el que la Nación mantiene una deuda de 207 años.

En 1813, la Asamblea Constituyente premió a Belgrano con la suma de 40.000 pesos fuertes, en compensación por sus épicos triunfos en las batallas de Tucumán (1812) y de Salta (1813). Era el premio en metálico por dos acciones que fueron imprescindibles para la Independencia nacional.

El general aceptó, pero fiel a su idea de que “ni la virtud ni los talentos tienen precio ni pueden ser recompensados con dinero sin degradarlos”, puso como condición que el monto fuera destinado a construir cuatro escuelas, una en cada provincia: Tucumán, Santiago del Estero, Jujuy y Tarija (actualmente en Bolivia).

La única escuela que no se terminó es la de Tucumán.

“Las de Jujuy y de Santiago del Estero sí se hicieron. A la escuela de Tarija la terminó entregando Perón en 1974. Y recién en 1998 Tucumán logra cobrar la mitad de la deuda para construir la primera parte de la escuela. Desde entonces, sigue pendiente la otra mitad del desembolso para terminar el edificio”, detalla Miguel Camel Nacul, ex diputado nacional (PJ) en dos períodos y uno de los impulsores, desde principios de los 90, para que Tucumán reclame el legado material que dejó Belgrano en la provincia.


Herida abierta

Es difícil comprender cómo y por qué la provincia fue tan esquiva a gestionar esos fondos que les fueron cedidos por Belgrano. Porque, más allá de la importancia de cumplir con la voluntad del prócer, se trata de una suma considerable de dinero a recibir y para una obra incuestionable como es una escuela.

Según los cálculos que hicieron Nacul y su equipo, los 10.000 pesos fuertes que le correspondían a Tucumán equivalen a 17,8 kilos de oro. La mitad, 1,93 millón de dólares, fueron los que llegaron en el 98. Y otros tantos, más los intereses del 5% anual, son los que se adeudan.

“En 1994 era el primer desembolso. Con mucho trabajo logramos desde Diputados que se incluyera en el presupuesto de ese año. Ni ese, ni los dos años siguientes, Tucumán hizo las gestiones para recibir el dinero, y lo dejaron vencer. Primero Ortega dos veces y luego una Bussi, que abrió la cuenta especial en el 97, siendo que el dinero vencía en 1996. Uno de los inconvenientes era que la provincia no terminaba de hacer el proyecto de obra, con los planos y todos los requerimientos técnicos”, detalló Nacul.

La escuela se hizo -a medias- con la mitad de la donación y se inauguró en el 99, durante el gobierno democrático de Antonio Bussi. “No habían sido gestiones de él, sino que toda una cadena anterior y a él le tocó en suerte terminarla. Y después, quedó una especie de estigma: ‘la escuela bussista’, como una obra muy vinculada al bussismo, por eso ningún Gobierno posterior quiso finalizar la obra. Es la única explicación que encuentro, aunque no sea nada razonable”, interpreta el ex diputado, sin justificar esa posible mezquindad política.

“Es una explicación. Pero tenemos que comprender que el legado belgraniano trasciende estas actitudes. Terminar nuestra escuela, a su vez, es una oportunidad para consagrar un mensaje alentador hacia los argentinos. Es necesario trabajar por ese objetivo sin especulaciones políticas ni intentos apresurados por aparecer o expresarse antes que otros, incluso en algunos casos, cometiendo gruesos errores históricos”, insiste el peronista. “Es necesario asumir el compromiso de que al cumplirse 200 años del fallecimiento del prócer no continúe siendo una herida abierta, una ofensa al hombre que dio todo por la Patria, hasta morir en el olvido, casi en soledad y en extrema pobreza”, reclamó.


Un nuevo intento

El primer intento por cumplir la voluntad de Belgrano fue en 1975. La entrega por parte de Perón de la escuela en Tarija puso en agenda nuevamente la herencia del creador de la bandera. “En 1975, se crea por ley en Tucumán la Escuela de la Patria, la promulga Amado Juri, que meses después será derrocado por Bussi. En la ley le ponen nombre a la escuela y ordenan que funcionará en el edifcio que debía construirse con el dinero donado por Belgrano. Tiempo después, ya en el Gobierno de facto, se dispone que la escuela se construirá en el terreno donde se emplaza ahora, en Jujuy y Lavalle. Y de ahí, nada más hasta el 98”, relata Nacul.

La saga de la herencia belgraniana comenzó entonces en 1813, tuvo un segundo episodio en la década del 70 y el tercero a fines de los 90. Ahora, en 2020, declarado como Año Belgraniano, habrá un nuevo intento por cumplir finalmente con la voluntad del jefe del Ejército del Norte.

La Municipalidad de San Miguel de Tucumán se comprometió a sumarse a la iniciativa que sigue impulsando Nacul por medio del espacio “Todos por Belgrano”. Beatriz Ávila, actual diputada y esposa del intendente Germán Alfaro, será quien lleve las gestiones a la Cámara Baja, según anunció la Municipalidad en un comunicado.

Senadores y diputados nacionales por Tucumán ya presentaron proyectos para que el presidente Alberto Fernández disponga la concreción de la segunda mitad de la donación. “Nuestro espacio hizo gestiones ante el ministro Nicolás Trotta, como también las hizo el gobernador Manzur y su ministro Lichtmajer, con quien nos reunimos y avanza en el aspecto técnico del proyecto edilicio”, informó Nacul.