“Seguro después de todo esto empezaré algún guión con este contexto, pero ahora es demasiado pronto para mí. Hoy no puedo incorporar a mi obra un retrato de este tiempo. Sigo trabajando en proyectos que ya tenían un año o más de desarrollo”, responde ante una pregunta de LA GACETA.

Las producciones de Agustín Toscano (solo, o con Ezequiel Radusky o en grupo) siempre plantean un desafío mayor: un relato en un tiempo moroso (con una acción lenta), pero tampoco se trata de cualquier relato: son de historias de lucha de clases (cuando se interroga, por ejemplo, quiénes son los dueños), o de un motoarrebatador que no es el “malo de la película”.

Pero además, con el grupoGente No Convencida trabajó en obras como “Violently happy”, “2001 odisea en el espanto”, “La familia Punk” y “La verdadera historia de Antonio”, entre otras (de la última pieza salieron los actores favoritos para el cine Liliana Juárez y Sergio Prina).

Entre conversaciones de WhatsApp y chats compartimos el gusto por Radiohead: “ese tema ‘Let Down’ es un viaje, y no veo lo deprimente”. “Estoy recomendando ver ‘El caballo de Turín’ de Bela Tarr. Es el cineasta vivo más lento del mundo. Y la película se propone una alquimia filosófica maravillosa”, afirma, advirtiendo que no es un entretenimiento.

En febrero pasado, había contado a LA GACETA que tenía previsto filmar una película ambientada en Tucumán en 1974. Y que le habían pedido un guión para un filme en Chile.

- Me decías que estás al día con tus proyectos…

- Pensé varias veces que por suerte pude producir lo que quería y estoy feliz con el cine y el teatro que supimos conseguir. No creo que sea un olvido hablar de hoy. Pero tengo al menos dos guiones que quiero filmar cuando se pueda y soy optimista al respecto. Volveré a hacer cine, pero hoy no puedo hacer un retrato de este tiempo, quizá más adelante.

- Hablemos de tu estilo, puede correrse un poco, cambiar…

- No. Por el contrario, ahora recién entiendo cuál era mi estilo, y estoy trabajando para profundizarlo. Dentro del campo audiovisual, me siento contento de haber elegido ser guionista y no solo realizador. La época anterior a ésta ya era de crisis para mí. Y tuve que aprender a aprovechar los largos períodos sin trabajo remunerado para hacer avanzar mis propios proyectos imaginarios. Esto hizo de mí un confinado antes del confinamiento. Pienso que todas las profesiones tienen que reinventarse a una fase preproductiva como le llamo yo. O sea, pienso que todos los creadores tienen que aprovechar este tiempo para mejorar sus propuestas, entender mejor su propio discurso y prepararse para salir de nuevo a la vida productiva pero mejor ubicado. Un cambio que parecía estar llegando y no se dio fue sobre mi postura ante las series. No veo series casi nunca.

- ¿Por alguna razón en particular?

- Me aburren más tarde o más temprano. Solo ‘Mad Men’ me parecía en la primera temporada la excepción tan esperada. Me parece excelente esa temporada. Pero después en la segunda me pasó lo mismo que con ‘Twin Peaks’ y tantas otras. Perdí el interés a la vez que volvía a descubrir mi propio interés por la síntesis. Lo serial se extiende innecesariamente para generar adictos. Las historias avanzan porque hay quienes quieren ver más de eso, pero por ahí ya estaban agotadas. Avanzan porque todo avanza hasta la putrefacción. Son un artilugio para volver más rentables los contenidos; algunas veces arruinando algo que era hermoso. Por mucho sigo prefiriendo ver una película de tres horas o de una hora y media. Son gustos. Y sobre gustos hay mucho escrito.

- Grandes fenómenos sociales hunden profundamente en las obras, ¿te pasó?

- No lo sé. Creo que esta etapa fue antirrevolucionaria. Pero imagino que el fin del confinamiento será la verdadera revolución. Imagino que las sociedades están cambiando en silencio, preparándose para salir a la calle un buen día con otro sentido de la vida. Con otra misión para la humanidad, tan perdida de super objetivos que necesitaba como sea una pausa.

- Pero influyó creativamente.

- Lo hizo. Sobre todo me influyen los amigos con los que trabajo, que ahora están más disponibles que nunca, y que dedican su tiempo a ayudarme en mis guiones o pedirme ayuda en los suyos. Cuando se escribe hace mucha falta la gente que pueda leerte desde afuera, eso es muy valioso, porque te enriquece el trabajo.