Por Padre Manolo Ruiz, párroco de San Joaquín, Trancas.
Cada año nos damos cita en la villa veraniega de San Pedro de Colalao para participar de la Novena y de la Fiesta de Nuestra Señora de Lourdes. Este año será muy especial porque es el Año Jubilar Mariano Nacional, sobre el cual hemos venido haciendo hincapié los dos años anteriores, tratando de estar en sintonía con este gran evento eclesial. Por lo tanto, la Fiesta de Lourdes 2020 tiene que ser un tiempo especial de gracias y de conversión. Que todos participemos de esta primera Fiesta Mariana del año que, además, tiene lugar en nuestra Arquidiócesis.
Nuestro arzobispo Carlos nos invita, en el camino diocesano que venimos haciendo, a que este año vivamos el valor de la escucha. Es decir, que vivamos el encuentro con el hermano escuchándolo. El Dios en el que creemos es Alguien que escucha siempre. No es indiferente a lo que le sucede a la Humanidad. Dios escucha el clamor de su Pueblo y actúa con Justicia y Misericordia (cf. Ex. 3,7-8; 34,6-7).
Jesús, el Dios hecho hombre, que pasó haciendo el bien, en la tierra, poniendo a prueba al que tenía alguna necesidad, nunca pasó de largo y siempre escuchó el clamor del que acudía a Él, logrando un encuentro personal en la Fe (cf. Lc. 10,29-37; 18,35-43; 24).
Siguiendo el camino señalado por Jesús, podremos ser verdaderos samaritanos que se ponen al servicio del otro, escuchando su clamor y renovando su esperanza.
La Virgen María es nuestro modelo. Ella, como primera discípula, nos enseña a seguir a Jesús. Ella fue dócil para hacer la Voluntad de Dios, escuchando su Palabra y meditándola en su corazón. Y al mismo tiempo estuvo atenta para escuchar, con todo su ser, las necesidades de los demás y ponerse a su servicio (cf. Lc. 1,26-37; 10, 29-37; 18,35-43).
Como Iglesia, mucho tenemos para aprender de María. Que todo el Año Mariano Jubilar, especialmente el Congreso en Catamarca, sea tiempo privilegiado para conocer más a la Virgen María y aprender de Ella.
Que el rezo de la Novena y Fiesta de Lourdes este año, en San Pedro de Colalao, reavive en nosotros la alegría de ser discípulos misioneros de Jesús. Teniendo la docilidad de la Virgen para escuchar y hacer la Voluntad de Dios sirviendo a nuestros hermanos. Y que podamos decir todos juntos: Con María, servidores de la esperanza.