San Martín, puntero en soledad, tras derrotar 1-0 a domicilio a Almagro. Se escribe fácil, pero en verdad sólo los hinchas más positivos del “Santo” se animaban a soñarlo una vez decretado el descenso de la Superliga medio año atrás.

El uruguayo Luis Aguiar, reemplazante de Juan Mercier y con apenas seis minutos en cancha, sacó un misil de zurda que contó con la enorme complicidad del arquero Christian Limousin para que la alegría del equipo de Favio Orsi y Sergio Gómez fuera completa en la noche primaveral de “José Ingenieros”, más allá de una actuación poco más que discreta.

Consumado el tercio inicial de la Primera Nacional, lidera la Zona 2 con 23 puntos, tres más que el invicto Sarmiento de Junín: San Martín regresa feliz a Tucumán, sabiendo que el futuro le sonríe, más allá del largo camino que todavía le queda por desandar.

Dos extremos se tocaron en Tres de Febrero. Uno de los líderes con uno de los colistas. Durante casi 80 minutos, el trámite desmintió a la tabla de posiciones: el partido fue parejo, sin diferencias marcadas. El marcador sí, terminó siendo consonante con los números previos, con la distancia entre un equipo con ambiciones sólidas de ascender y otro que tiene como principal pretensión evitar el descenso.

En definitiva, para San Martín, aquellos contratiempos que no le permitieron volar en tiempo y forma a Buenos Aires para debutar ante el “Tricolor” en la primera jornada, se le volvieron a favor: nueve semanas después de la fecha programada originalmente, Almagro se topó con un equipo en alza, en ánimo y en funcionamiento.

Es cierto que el equipo de Gastón Esmerado venía (al fin) de cantar victoria en la Primera Nacional, pero el “Tricolor” ya no es el que fue la temporada pasada, sino un plantel que se desarmó y no se armó siguiendo los mismos estándares (¿cómo pudo eliminar a Boca en Copa Argentina?, se preguntan sus propios hinchas).

Bajón, eso es lo que experimentó el nivel de juego del “Santo” con respecto a sus partidos anteriores. Salió avasallante, como suele hacerlo. Pero no hubo sinapsis, no hubo conexiones neuronales de fútbol entre sus jugadores creativos y los lanzados en ataque.

Por eso, en la etapa inicial, las llegadas de la visita se restringieron a tres remates de media distancia que salieron lejos, un cabezazo de Emiliano Amor que se fue cerca y una puñalada en solitario de Gonzalo Rodríguez que acabó en las manos de Limousin.

En contrapartida, Almagro sabía cómo ganarle la espalda a Mercier, poco acompañado por la derecha por un Mauro Bellone con el arco rival entre ceja y ceja. Cuando la dupla técnica situó a Claudio Mosca más cerca de “Pichi” y mandó al ex Quilmes por izquierda, San Martín consiguió un mayor equilibrio, asentado en una pareja de centrales que parece conocerse desde siempre: Amor y Abel Luciatti fueron figuras.

Almagro también llegó poco en el primer tiempo. A partir de tres cuartos, el anfitrión se aproximó más por deficiencias en la salida “santa” -Mercier estuvo extrañamente impreciso- que por generación de autor. El complemento siguió con la misma tónica. Luciano Pons, el hombre gol, estuvo aislado y sin una sola que le quedara para definir. El cero parecía cantado salvo error u omisión. Y algún acierto extraído de otro partido.

Y los hubo, con nombre propio: cuando Limousin olvidó de poner su cuerpo detrás de la pelota, que picó y se le metió en su arco. Aguiar tuvo el mérito de pegarle al arco de media distancia. Y el ingreso del uruguayo terminó pagando altos dividendos.

Con su tercer triunfo al hilo de visitante, la fortaleza de La Ciudadela ahora se ha extendido fuera de casa.