“¿Qué es de mi vida? Hago, mi querido doctor, lo que hace usted: vivir sobre las cenizas de nuestras cosas muertas, sin el recurso de una pasión absorbente, o de la vanidad intensa, de esas que animan a algunos hombres viejos, que viven y mueren contentos de sí mismos y a quienes la muerte sorprende en ese estado inconsciente de beatitud ¡Cuánto misterio!” Así escribía el tucumano Julio Argentino Roca a Eduardo Wilde, a Madrid, el 8 de julio de 1913.

“A ti que eres profundo analizador del alma humana y gran filósofo, puedo hacerte la pregunta que se vienen haciendo los hombres desde que la humanidad existe: ¿qué es la vida?”.

Agregaba que “nuestra Argentina, ‘mutatis mutandi’, es la misma que tú conoces. Una fiebre muy grande de riqueza, extraordinaria actividad y ese hervidero de una gran democracia en formación. Por supuesto que el antiguo régimen es considerado como elemento viejo e inútil. En todo el pueblo y en todos los tiempos hay siempre un antiguo régimen, que es el macho cabrío del nuevo que lo reemplaza, hasta que se envejece a su vez”.

En cuanto a los viejos partidos, “están disueltos. A este respecto, nos encontramos ‘a recommencer’. Es difícil adivinar el mañana. Lo que sea, será. Yo me voy esta noche a ‘La Larga’, a hundirme en el silencio y la soledad de la pampa. Feliz tú, que puedes hacerte una pampa en tu escritorio”. En otra carta del mismo año, decía a Wilde: “Los años van pasando y destruyendo todo a su paso. Felizmente a mí no me han carcomido del todo. Mal que mal, voy aun conservándome dé pie. ¿Por cuánto tiempo? Sólo Dios lo sabe”. Roca murió al año siguiente, el 19 de octubre de 1914.