La expectativa acumulada durante cuatro años de preparación se desplomó en apenas dos semanas. Si bien la eliminación no tenía sello matemático hasta que Francia definiera su suerte frente a Tonga en la madrugada de hoy (4.45), Los Pumas dejaron el Estadio Ajinomoto ayer con la seguridad de que Japón 2019 se había terminado para ellos. Un final demasiado abrupto para un seleccionado que, en los planes, debía llegar física y técnicamente mejor preparado que nunca después de cuatro años de rodaje como Jaguares en el Súper Rugby, sumados a los ya ocho de Rugby Championship. La realidad le devolvió otra imagen: la de un equipo partido, inconsistente y desorientado, que salvo el segundo tiempo contra Francia y esos 20 minutos de fuego en el primer tiempo contra Tonga, estuvo lejos del nivel que se esperaba y que necesitaba para superar el llamado “grupo de la muerte”.

Habrá quienes se pregunten qué hubiera pasado si a Tomás Lavanini no lo expulsaban por el hombrazo en la cara a Owen Farrell, pero sería un error buscar ahí la explicación de por qué Argentina perdió frente a Inglaterra en lo que era el más “perdible” de los cuatro partidos de la fase clasificatoria.

A ver, si fuera posible sacar una tangente en la línea de tiempo justo antes de esa acción y echar un vistazo a una realidad paralela en la que Los  Pumas jugaron 15 contra 15 hasta el final del partido, muy probablemente estaríamos hablando de lo mismo: de un triunfo inglés, seguramente menos ancho de lo que fue el 39-10 y hasta sin bonus, pero triunfo al fin. Porque más allá de esos primeros minutos en los que Argentina salió a jugar el partido como la final que era e insinuó con dos oportunidades de try muy claras a través de Matías Moroni y Santiago Carreras, en el resto del encuentro Inglaterra demostró una superioridad inobjetable, que trascendió por mucho la mera superioridad numérica.

A Eddie Jones, artífice del Japón que volteó a Sudáfrica en el Mundial de 2015, le encomendaron la misión de reconstruir a una Inglaterra devastada por la eliminación prematura en ese mismo Mundial, del que era anfitriona, y convertirla en una candidata al título en Japón. Con respaldo y recursos casi ilimitados, Eddie armó un equipazo: después de entrar en calor goleando a Tonga y a Estados Unidos, Inglaterra jugó su primer partido “en serio” y demostró que es un equipo en plenitud de rendimiento y con una identidad clara de juego, dos cosas que lamentablemente hoy no se puede decir de Los Pumas.

Y eso viene desde la cabeza. Precisamente, así como Jones el principal responsable del resurgimiento de “La Rosa”, Mario Ledesma lo es del mal presente de Los Pumas. No es el único, pero es el principal. Porque sus formas, sus decisiones y también sus indecisiones minaron la confianza de un plantel que venía anímicamente impulsado por una gran temporada en el Súper Rugby y lo transformaron en un equipo timorato, inseguro, que nunca supo bien a qué jugaba. Porque sí, una vez más recalcamos que un Mundial es mucho más exigente que el Súper Rugby y por ende no se puede esperar que Los Pumas jueguen con la misma soltura que lo hace Jaguares, pero tampoco alcanza como justificativo para semejante brecha de rendimiento. El juego del seleccionado peca de excesiva previsibilidad y eso le facilita las cosas a los rivales.

El método de Ledesma, mucho más rígido que el de Daniel Hourcade, le rindió frutos durante un tiempo, pero da la impresión de que se le está acabando la nafta y que varios jugadores importantes del plantel ya le picaron el boleto por su perfil arrogante y autoritario. Además, dio muestras de falta de planificación y de tacto sacando del equipo a un emblema como Nicolás Sánchez -experimentado y de gran vocación defensiva- para darle su lugar entre los suplentes a Lucas Mensa, un debutante al que le tiró el fardo de salir a jugar contra Inglaterra en un partido que definía la suerte del equipo en el torneo. Para colmo, esa variante forzó a Jerónimo de la Fuente a tener que reemplazar a Benjamín Urdapilleta como apertura, posición que jamás ocupó en el seleccionado y en la que se lo notó incómodo. El tiempo de los experimentos ya pasó: esto es un Mundial. Aquí no se viene a improvisar.

Aunque ya haya mucha gente pidiendo la cabeza del head coach, todavía no es tiempo de hablar de renovación ni de continuidad. A Los Pumas todavía les queda un partido, en el que deberán ganarle a Estados Unidos para asegurarse la clasificación a Francia 2023. Hasta ese día, pensar en cualquier otra cosa será dar ventaja.

Notas japonesas

Espectadores

En el estadio Ajinomoto hubo 48.185 espectadores viendo el partido de Argentina e Inglaterra, uno de los encuentros más esperados de la fase clasificatoria, que tuvo como Jugador del Partido al tercera línea inglés Sam Underhill.

Expulsado  

La expulsión de Tomás Lavanini fue la segunda de Los Pumas en un Mundial. La primera la recibió Pedro Sporleder contra Samoa en 1991.

Elogio

Owen Farrell, capitán de Inglaterra, destacó que el equipo argentino nunca bajó los brazos y que, pese a la derrota, avizora un gran futuro. “Son muy competitivos. Están sacando muchos jugadores jóvenes muy buenos. Es muy duro enfrentarlos”, aseguró.

Buena onda

Más allá del clásico “el que no salta es un inglés”, hubo muy buena onda entre argentinos y británicos (foto) en la previa. Se sacaron fotos, compartieron cervezas, intercambiaron camisetas y aplaudieron el himno del rival.

Cubelli es baja

Gonzalo Bertranou finalmente estará en el Mundial. El mendocino fue convocado de urgencia para reemplazar a Tomás Cubelli -foto- (sufrió un desgarro en el gemelo de la pierna izquierda) y mañana llegará a Kumagaya, donde Los Pumas enfrentarán el miércoles a EE.UU.