Que la PlayStation no deja títere con cabeza. Se lo dijeron más de una vez. Pero él no se lo cree. Se llama Darío Alexis Diblasi. Es titiritero, escritor, director y creador. Tiene 42 años y desde hace más de 20 pone en escena espectáculos para niños. Aunque admite que la tecnología amenaza con arrebatarle espectadores, se las ingenia para que la magia de su arte siga más que viva. “El desafío es enorme”, resalta. ¿Cómo hace? Ha empezado a desarrollar trabajos multimedia: cuando le suma cine a la marioneta, los chicos quedan con los ojos como dos de oro.

Hay en su casa del barrio Echeverría un mundo de títeres que Diblasi fabrica día a día. Empezó cuando era niño, haciéndolos con mates. Ahora, se sienta a crear y no se pone límites: hace muñecos de guantes, otros con hilo, algunos tienen zapatitos tipo Chaplin y también están los que se parecen a un tronco de árbol. A todos les da vida mucho antes de que suban a las tablas.

Diblasi es uno de los 70 titiriteros que hay en Tucumán. Muchos de ellos están esperando ansiosos las vacaciones de julio. El receso es un clásico para llevar los chicos al teatro. Lo saben los músicos, magos, actrices y cuentistas que desde hace mucho tiempo están en los escenarios. Salen, por lo general, en invierno, con clásicos o con historias distintas. Hacen reír, emocionan y enternecen. Pero también son conscientes de que las elecciones han ido cambiando y de que en la actualidad los niños tienen muchas atracciones, que van desde cine hasta Netflix, la Play, YouTube, los celulares.

Entonces, la pregunta es: ¿qué les divierte hoy a los chicos en vacaciones, cuando van al teatro? ¿Qué cosas son un clásico y qué se ha ido perdiendo en manos de la tecnología? ¿Por qué llevarlos a una sala o a una plaza a ver una obra?

Aggiornarse

Diblasi opina que los tiempos exigen aggiornarse. Por esto, él decidió incorporar cine a sus puestas en escena con títeres. Y además trata de romper algunos moldes. Por ejemplo, en “Las aventuras del burrito valiente”, los actores están presentes junto a los muñecos.

El autor, que hizo más de 1.000 puestas de “El panadero del diablo”, ya no apostaría a los clásicos. “El títere está muy bastardeado. Hay un prejuicio de que los chicos se van a entretener un ratito con un hombre que tiene un trapo en la mano. No se lo ve como un arte. Sin embargo, la riqueza es impresionante: integra todos los lenguajes”, evalúa.

CREANDO PERSONAJES. Darío Diblasi, en el taller de su casa, de barrio Echeverria, donde fabrica sus títeres. la gaceta / foto de Juan Pablo Sánchez Noli

“¿Por qué un niño debe ver una buena obra de títeres? Porque es algo mágico; es una ventana al mundo de las ilusiones”, resalta. “Por suerte, hay una gran proporción de abuelos resistiendo y conectando a los niños con los títeres. Además, vemos una corriente de padres jóvenes que están en la búsqueda de esta opción, como una forma de conectar a sus hijos con un mundo sensible y más humano, cosas que se han ido perdiendo de la mano de la tecnología”, evalúa Darío, premiado internacionalmente por su obra “El sueño de Manuel”, historia que tiene como protagonista a Belgrano.

Cada vez que le da vida a un títere, siente que ese momento es único, que se paraliza el tiempo y el espacio. “Con este arte yo recuperé mi niño interior; pude curar las heridas de mi infancia. A partir de estas historias, puedo expresar y compartir emociones. Intento que eso también pueda vivir el público: recuperar su niño interior”, concluye.

Hablarles bien

Viky Ibáñez, actriz y productora de musicales infantiles, opina que muchas veces los niños se alejan del teatro cuando una obra los subestima. “Son chicos, pero no son tontos. No sé por qué todavía hay espectáculos que insisten en hablarles como si fueran tontos”, se queja.

“Si un padre ve eso, no lo quiere llevar más al teatro. A esto se sumó que hoy los chicos tienen muchas atracciones: cine, fútbol, Play, Netflix… Como artistas, nos caemos del mapa si no nos aggiornamos”, sugiere la productora, de 47 años. Se subió a los escenarios por primera vez a los 11 años.

Desde hace más de una década decidió producir y actuar. Aunque su primer gran éxito fue un clásico, “Había una vez”, ahora apuesta a presentar obras que dejen un mensaje, que atraviesen temáticas actuales y en las cuales los niños puedan verse identificados. Para Ibáñez, esto es clave. Al igual que presentar escenas con doble destinatario: que por un lado a los chicos les atraiga y que, por otra parte, sacuda el pensamiento de los padres con un mensaje duro. “Son, en realidad, pedidos de auxilio a los papás. Que volvamos a las cosas esenciales”, remarca Ibáñez.

“Derechos torcidos”, obra que relata los derechos de los niños, es uno de los trabajos que más le gustó dirigir. Viky le esquiva a los clásicos: “son realmente tremendos, trágicos; hay personajes abandonados, otros que son devorados por un lobo… todos relatos ajenos y lejanos. Prefiero temáticas actuales, como las cuestiones ambientales. Obras que relaten cosas que les puedan pasar a ellos o que los atraviesen”. En “El nuevo parador”, por ejemplo, se habla del amor, las peleas y la amistad en el mundo de los niños y adolescentes. “Los chicos son un público muy activo y exigente -apunta-. Los artistas tenemos la responsabilidad de hablarles bien, de acercarlos al teatro”.

Para ir agendando:

"Gran varieté”.- Lunes 8. Espectáculo de títeres, magia y arte circense; a las 17, en el teatro municipal Rosita Ávila (Las Piedras 1.400).

“La abeja haragana”.- Obra de títeres, de Darío Diblasi, basada en los Cuentos de la Selva de Horacio Quiroga. El 11 y el 18 de julio, a las 17 en la sala La Colorida (Mendoza 2.955).

El Mago Gabriel.- Espectáculo de magia de Gabriel Bermejo. Viernes 12 a las 17 en el teatro municipal Rosita Ávila

“Aleteando”.- Espectáculo circense de Alejandro Carrega. Viernes 12 a las 17 en La Colorida.

“El Burrito Valiente”.- Espectáculo de marionetas de Darío Diblasi. El 14 de julio, a las 17 en el Rosita Ávila.