La última vez que Javier Toledo había convertido dos goles en un partido fue en 2017. En octubre de ese año, jugando para Sol de América en Paraguay, le dio el triunfo por 2 a 1 sobre Trinidense, en la liga de ese país. Los nombres, bastante ajenos a nuestra realidad, veían a un delantero más joven, pero en una situación similar a la que se encuentra hoy en Atlético: aquel doblete en Paraguay significó su quinto y sexto gol en ese club, los mismos que con su actuación del viernes ante Talleres, acumula en el “Decano”.

“Esperemos que no sean los últimos con Atlético en este caso”, piden desde la tribuna, el cuerpo técnico y hasta el propio Toledo, que el miércoles pasado cumplió 33 años y se regaló una noche para el recuerdo, en la última parte de una carrera en la que alternó golpes con festejos.

Pese a esa gran noche, Toledo atravesó un pos partido de una manera particular: el delantero cordobés se reencontró con parte de su familia y sus amigos después del 2-3 y no quiso brindar declaraciones en la zona mixta del estadio “Mario Kempes”. Sí lo hizo en plena cancha para la transmisión oficial, en la que nunca le consultaron por su faena.

Sin embargo, quizás sea más interesante el pre partido de Toledo. No marcaba desde hace más de un año, cuando le dio a Atlético un triunfo épico en la altura de La Paz, ante The Strongest. Pese a que aquel partido terminó en victoria y el del viernes, en derrota, los festejos fueron parecidos. Grupalmente, porque se trata de una serie en la que rige la ley del gol de visitante y en la que Atlético, que allí estaba con dos hombres menos, quedó a tiro con ese tanto.

“Antes de irnos 3 a 1 abajo, creo que el 3 a 2 es negocio para nosotros. Con un gol podemos pasar”, analizó el propio Toledo.

En lo personal, porque esos 370 días sin festejar, se habían hecho sentir para él. Incluso pareció muy medida la celebración del primero de sus tantos: apuntando la mirada hacia abajo y luego hacia arriba, con un tímido movimiento de brazos. Para el segundo, los abrió elocuentemente en medio de una corrida frenética a la que se sumaron todos sus compañeros.

Aquello tenía más sentido. Por su sequía y por lo que había atravesado en medio de ese año maldito para él. Días después de ese gol en Bolivia, se rompió el tendón de Aquiles y estuvo seis meses sin jugar.

Un espacio de tiempo similar (fueron cinco meses) debió aguantar en la temporada 2010/11, cuando estaba en Central, por una rotura de ligamentos. En Rosario también se acostumbró a sufrir por lesiones: desgarro en la fascia plantar y fractura del quinto metatarsiano, por nombrar a algunas.

“Esta será mi revancha”, dijo cuando regresó de la última de esas lesiones y, aunque en ese año no tuvo la revancha que quería, sí la tuvo un par de años después. El jugador se quedó en Central y lo llevó a Primera con un triplete en el partido clave ante Gimnasia de Jujuy, con el que terminó ascendiendo.

Luego de eso, le costó encontrar su lugar: deambuló por Chile, San Juan, La Plata y finalmente en Paraguay, antes de venir a Atlético. Antes, había pasado por Arabia Saudita, Brasil y Ecuador. Para colmo, en 2016 sufrió una sanción de dos meses sin jugar por dar positivo por Oxa B12, un medicamento prohibido y por el que demandaría a San Martín (SJ) al club donde estaba cuando lo tomó.

Tres años después, está en Atlético y acaba de poner fin a una sequía que duró un año. Atlético quizás salga a buscar un nueve en el invierno, pero el propio Toledo, cuyo pase fue comprado por el club, quiere hacer dudar a los dirigentes.