Ana Cecilia Toledo dice que sentía que debía hacer algo con los materiales desechados en las obras de construcción en las que participaba como arquitecta. Movilizada por lo que ella llama “su filosofía de vida”, decidió reutilizar las piezas desperdiciadas y diseñar muebles sustentables. Junto con su marido Luis Alberto Norniella, hoy conduce “Matanga”, emprendimiento dedicado a la fabricación de mobiliario de bajo impacto ambiental que ya vende sus productos en todo el país y que ahora busca proyectarse más allá de las fronteras nacionales.

“La idea surgió en 2015 como una forma de dar valor a los materiales descartados de las obras. Era un dolor tener que pagar un contenedor para tirarlos sin saber a dónde irían a parar”, plantea Toledo a LA GACETA en el patio de una casa antigua ubicada en Villa 9 de Julio. “Creo que tiene un poco que ver con la forma de vida que tenemos nosotros, que es aprovechar el 100% de los recursos. Decidimos ver qué podíamos hacer con esto e innovar”, agrega la arquitecta oriunda de Bella Vista.

Norniella explica que instalarán un showroom (local de exhibición abierto al público) en la vivienda que pertenecía a su tío abuelo y donde transcurre la entrevista. Además, trasladarán allí el taller de fabricación actualmente emplazado en el barrio Cooperget de esta capital.

Al comienzo, esta pareja de tucumanos no tenía la intención de iniciar un emprendimiento. No obstante, hace cuatro años, tras diseñar las primeras sillas, banquetas y mesas con materiales reciclados, muchos se interesaron por sus productos. “No sabíamos ni cómo poner los precios. Entonces, viajamos a Buenos Aires para interiorizarnos sobre la experiencia de otros diseñadores sustentables. Eso nos abrió las puertas y volvimos con la idea de cómo encarar este proyecto”, recuerdan. “Ahora estamos más encaminados: tenemos análisis de precios y una agenda”, acota Norniella, quien también es ingeniero civil.

“Matanga” dispone de dos líneas de muebles fijados sobre estructuras de hierro: una de bajo impacto ambiental fabricada con madera laminada y otra elaborada a partir de materiales reciclados industriales, como ser cámaras de camión y resina fenólica. En el presente, la empresa comercializa sus productos con diseñadores y arquitectos, y también los revende por medio de casas de decoración. “Las redes sociales son nuestra conexión directa con los clientes, pero nuestra intención es ser proveedores”, precisa Toledo. Por el momento, su emprendimiento emplea a un herrero, que ayuda a confeccionar los diseños.

Tras recibir asistencia del Instituto de Desarrollo Productivo de Tucumán (IDEP) y del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), el anhelo de esta pequeña empresa -que es licenciataria de la Marca Tucumán- es crecer en producción y acceder a la capacitación técnica que permita ingresar a mercados internacionales. Hace dos años, “Matanga” ya había llegado, por medio del IDEP, a la Feria Puro Diseño de Buenos Aires, donde recibió una mención por el diseño innovador de “Yolanda”, una de sus banquetas.

La receta de “Matanga”

1. Expandir la red de contactos

“Llegamos al Instituto de Desarrollo Productivo de Tucumán (IDEP) y al Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) a través de la búsqueda. Yo creo que el emprendedor busca y busca incansablemente hasta que aparecen las oportunidades y las personas adecuadas”, repite Ana Cecilia Toledo, la cocreadora de “Matanga”. “Le contás a alguien y ese alguien le cuenta a otra persona hasta que aparecen los contactos. Y así terminamos en la Feria Puro Diseño”, asegura Luis Alberto Norniella, su marido. La pareja emprendedora reflexiona sobre la importancia de expandir la red de trabajo como elemento esencial para dar a conocer su marca. “En Buenos Aires conocimos cooperativas de diseñadores sustentables. Eso nos abrió muchas puertas y nos encaminó en nuestro proyecto”, agregan.

2. Ahorrar los insumos necesarios para la producción

El precio del hierro que utiliza “Matanga” para producir su mobiliario está sujeto a las variaciones del dólar. Luego de la devaluación del año pasado -que encareció ese material-, la pareja de emprendedores decidió sacar el máximo provecho al uso de los materiales reciclados para así evitar una suba pronunciada en el valor de sus productos. “Buscamos usar todos los materiales para que no queden sobrantes. También tratamos de comprar la mayor cantidad de hierro posible para conseguir un precio más bajo”, explica Norniella.

3. Mantener un precio competitivo

Norniella calcula que, durante los últimos dos años, el precio de sus muebles sólo subió un 20% pese a que la inflación acumulada el mismo período llegó al 72,2%. “Tratamos de ir dándole la vuelta a todo de manera de no trasladar el aumento de los materiales al producto final”, dice el ingeniero civil. “Para los emprendedores es muy difícil tener un precio competitivo frente a grandes marcas que comercializan sus muebles en corralones importantes. Como no vendemos productos de primera necesidad, nos mantenernos en el mercado de esa forma”, plantea la pareja.