NUEVA YORK, Estados Unidos.- Con más de 258 millones de personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares, los flujos de migrasteis volvieron a ocupar este año las tapas de los diarios y despabilaron los fantasmas de la ultraderecha en muchos países.

Para proteger a los millones de personas que huyen de la violencia, la pobreza, la guerra o la persecución política en sus países, la ONU aprobó un acuerdo que, en su esfuerzo por incluir a más países, resulta poco profundo. El Pacto Mundial Migratorio (PMM) apunta a algunos objetivos como la no separación de las familias y el derecho de las personas a recibir salud y educación, pero mantiene la garantía de los Estados “a determinar su política de migración”. Una decena de países -entre ellos Estados Unidos, Hungría, Australia y Chile- rechazaron siquiera discutir el texto no vinculante.

Uno de los episodios que más desnudó el desamparo de los migrantes fue la larga caravana de hondureños, guatemaltecos y salvadoreños que intentaron sin éxito llegar a Estados Unidos.

En plena campaña electoral, el presidente estadounidense Donald Trump hizo del avance de la caravana, la amenaza número uno a su país: “Debo pedir a México que detenga esta arremetida. Si no puede hacerlo llamaré al Ejército norteamericano y cerraré nuestra frontera sur”.

Días antes, Trump había amenazado con cortar la ayuda económica a los tres países centroamericanos del “Triángulo Norte” si la región no detenía a la caravana. El entonces presidente de México, Enrique Peña Nieto, respondió primero con represión, pero finalmente permitió el paso de los miles de migrantes.

Las elecciones pasaron; Trump bajó el tono a los comentarios racistas y miles de migrantes centroamericanos quedaron en Tijuana, alojados en un complejo deportivo a la espera de que Estados Unidos procese sus solicitudes o que un descuido de los guardias les permita saltar el muro fronterizo.

Del otro lado del Atlántico, decenas de miles de personas siguen intentando cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa. Atraviesan peligrosas rutas en las que son sometidos a traficantes de personas que ya están habituados a verlos morir de sed en el desierto, asfixiados en contenedores o ahogados.

Este año, más de 3.341 personas murieron en rutas migratorias de todo el mundo, 2.133 de ellas en el Mediterráneo. Ante los repetidos naufragios, las organizaciones SOS Méditerranée y Médicos sin Fronteras se aliaron para realizar rescates a bordo del barco Aquarius. Luego de salvar a 30.000 personas de morir ahogadas, ambas ONG pusieron fin a la misión este mes, cansadas del hostigamiento de varios países, especialmente Italia, para evitar que migrantes lleguen a su territorio. (Télam)