No suele recordarse que, durante su azarosa vida, Angel Vicente Peñaloza, “El Chacho”, estuvo cuatro veces en Tucumán, y no precisamente como turista. Esta nota intenta rescatar solamente esas ocasiones. Un espacio mucho mayor, se requeriría para siquiera sintetizar una biografía del singular caudillo, que nació en el pueblo riojano de Huaja en 1798 y que murió alevosamente lanceado en otro pueblo de su provincia, Olta, en 1863. Federal (pero urquicista y jamás rosista), luchó con bravura en numerosas batallas de la guerra civil, primero junto a Juan Facundo Quiroga y luego con Gregorio Aráoz de la Madrid, al frente de paisanos que lo idolatraban y lo seguían con fervor. Esto además de intervenir en variadas revueltas contra gobernadores de la zona cuyana.

Idolo de su gente

El tucumano Benjamín Villafañe lo retrató en sus memorias. “Una o dos veces –narra- lo he visto rodeado de los suyos: extendía su poncho en la llanura y sentábase en una de sus extremidades, con un naipe en la mano y un puñado de monedas a su frente. Lo he visto llamar a los gauchos que lo rodeaban, y ellos acudir a la carpeta donde figuraban dos cartas, y enseguida otras dos, sobre las cuales cada concurrente depositaba su parada”. En esos momentos, “nada había que lo distinguiese de los otros: jugaba, disputaba, apostrofaba, y sufría cuanta revancha y contradicciones le iban encima, a consecuencia de sus trampas o no trampas”. Al final, se ponía de pie, con “la frente severa y altiva” y les decía: “¡Ea, muchachos, cada uno a su puesto!” En cuestión de minutos, todos obedecían “sin chistar palabra, como movidos por un resorte”.

Herido en El Tala

En 1826, La Madrid, gobernador de Tucumán, envió soldados a Catamarca para reponer al derrocado gobernador Manuel Antonio Gutiérrez. Esto hizo que Quiroga batiera a Gutiérrez y marchase en represalia sobre Tucumán. Entre los hombres del “Tigre de los Llanos”, cabalgaba Peñaloza.

El encuentro fue en el paraje de El Tala, el 27 de octubre, y terminó con la derrota de La Madrid, quien quedó gravemente herido en el campo. Uno de los heridos del bando vencedor, fue Peñaloza. Sin duda fue llevado a Tucumán por Quiroga y su gente, que estuvieron en la ciudad pocos días (del 21 de noviembre al 5 de diciembre) y luego se retiraron, no sin “haber arreado cuanto ganado y caballos había en la provincia”, dice La Madrid. Fue la primera vez.

VICTORIA ROMERO. La esposa del caudillo, que lo ayudó a escapar en El Manantial

La Ciudadela

Cinco años después, en 1831, volverían a enfrentarse Quiroga y La Madrid, esta vez en Tucumán, en La Ciudadela, el 4 de noviembre. Entre los oficiales del ejército del riojano, estaba nuevamente Ángel Vicente Peñaloza. A pesar de que La Madrid contaba con un total de 1.950 hombres y Quiroga con 1.670, la batalla -que se extendió durante tres horas bajo un sol abrasador- terminó con la derrota del tucumano.

Quiroga ordenó fusilar a 24 vencidos, entre oficiales y sargentos, luego de la acción. Como en ese momento, a causa de la prisión de José María Paz, el general La Madrid estaba al mando en jefe del ejército de la Liga del Interior, el contraste significó el fin de la coalición unitaria.

Fue la segunda vez que Peñaloza pisó Tucumán. Hasta entonces, era uno de los oficiales de Quiroga: tras la muerte de éste, comenzaría a destacarse.

En la batalla de Rodeo del Medio (setiembre de 1841), una nueva derrota de La Madrid, añadida a la de Juan Lavalle en Famaillá, canceló todas las esperanzas de la Liga del Norte contra Rosas. Allí, narra Villafañe, “El Chacho” iba al mando de uno de los escuadrones que cargó vigorosamente, una y otra vez, contra la fuerza rosista del general Ángel Pacheco. Pero la batalla terminó con el triunfo federal, y los vencidos debieron cruzar la cordillera y exiliarse en Chile.

“El Chacho” estuvo allí seis meses. Pero la victoria del general Paz en Caaguazú y las ansias de los emigrados argentinos, movieron al indomable riojano a lanzarse en otra campaña contra Rosas. Con poco más de un centenar de milicianos, cruzó la cordillera, ocupó Jachal y operó sobre los valles de Guandacol y Famatina. Obviamente, los gobernadores rosistas Hipólito Tello, de La Rioja, y Nazario Benavidez, de San Juan, se dispusieron a detener a Peñaloza, ni bien supieron que avanzaba sobre Catamarca. El gobernador de Tucumán, Celedonio Gutiérrez, partió a unirse a sus colegas.

PUÑAL DE “El CHACHO”. Lo entregó al rendirse, antes de ser ultimado con un lanzazo

Rumbo a Tucumán

La suerte acompañaba a “El Chacho” hasta entonces. “Baste decir -apunta La Madrid- que desde que pisó el territorio de La Rioja y atravesó por Catamarca a Tucumán, tuvo once o doce encuentros, unos después de otros, contra fuerzas muy superiores, y en todos ellos triunfó aumentando sus fuerzas sucesivamente con las de sus enemigos, que salían a embarazarle en su paso”

Por tercera vez, Peñaloza entró en Tucumán. Llevaba unos 600 hombres. Su primer encuentro con la fuerza de Celedonio Gutiérrez se produjo en Los Aguirre. Según La Madrid, “apenas Peñaloza se desplegó al frente del gobernador Gutiérrez y se movió sobre él, dando un ¡viva la patria!, cuando la mayor parte de los tucumanos se pasaron, contestando el viva”. Y Gutiérrez, “viendo esto, fugó con unos pocos hombres, o parte de la fuerza que le quedaba, y ganó la campaña”.

NAZARIO BENAVÍDEZ. El gobernador de San Juan, que unido a Celedonio Gutiérrez batió a Peñaloza en El Manantial

Toma de la ciudad

“El Chacho” se sintió fuerte y entró en la ciudad de Tucumán. Preocupado por remontar su ejército, no cuidó cubrirse por el lado de Catamarca, desde donde venía Benavidez a marchas forzadas. Este entró en la ciudad sin que Peñaloza se apercibiera, y juntó su fuerza con la de Gutiérrez.

Peñaloza, dice La Madrid, se enteró de esto cuando ambos estaban “a tres o cuatro leguas del pueblo y él, con su fuerza diseminada en busca de caballos. Pero no fue esto lo peor que hizo por su ignorancia, sino que en el acto de avisársele que los enemigos se aproximaban, salió con sólo la fuerza que tenía a encontrar a Benavídez al Manantial, que está a legua y media del pueblo”. No esperó a su caballería, que era muy superior a la del sanjuanino.

PISTOLA Y BALAS. Arma que utilizaba en sus campañas el general Peñaloza

El Manantial

Benavídez cruzó el puente del Manantial y allí formó su línea. Llevaba la infantería de San Juan y, dice La Madrid “además, a todos los cívicos de Tucumán que había tomado prisioneros de mi ejército, y tenía a toda esta infantería al centro y al frente del puente”. Ni bien lo divisó, Peñaloza “desplegó su caballería y se fue a la carga, llevándose por delante la caballería de Benavidez; pero la infantería de este, con su general a la cabeza, resistió con una descarga a los –todavía- vencedores que iban en desorden lanceando a la caballería sanjuanina; y como el puente estaba tomado, no pudieron los dispersos de Benavídez hacer menos que reunirse a espaldas de su infantería”.

Derrota y exilio

Pero esa infantería pudo rechazar los primeros escuadrones de “El Chacho”. Entonces, “no hubo quien los contuviera, y emprendieron la retirada desordenadamente, por las puntas de El Manantial y siguieron, no sé si por San Javier, para la parte de Santa María o el Fuerte (de Andalgalá) sin que los persiguieran.” Peñaloza se salvó gracias a la intervención de su esposa, Victoria Romero, quien resultó levemente herida. Se retiró a Los Llanos, donde Benavidez lo batiría en febrero del año siguiente, lanzándolo otra vez desterrado a Chile.

En 1844, arregló con Benavidez su regreso a San Juan, con la promesa de quedarse tranquilo. Lo estuvo durante unos pocos años. Al producirse la caída de Juan Manuel de Rosas en Caseros, el vencedor Justo José de Urquiza lo nombró comandante en jefe de los Guardias Nacionales de La Rioja y lo ascendió a coronel. El Congreso lo designaría general.

SELLO DE LACRE. Lo utilizaba “El Chacho” en su correspondencia

Después de Caseros

Como se sabe, muy poco después de Caseros, se separó Buenos Aires de la Confederación Argentina, situación que se mantendría hasta la batalla de Pavón (17 de setiembre de 1861), donde se impusieron los porteños. Su líder, el general Bartolomé Mitre, quedó al frente del país, y encargó a Marcos Paz que, con una fuerza militar, solucionara las cuestiones del norte. Ocurría que Salta y Catamarca continuaban respondiendo a la Confederación, tal vez porque ignoraban el verdadero resultado de Pavón.

El gobernador de Catamarca, Samuel Molina, temeroso de un ataque de los liberales de Tucumán, pidió la mediación de Ángel Vicente Peñaloza. Así, el caudillo riojano volvería a esta parte del país. Su presencia alarmó a Paz, quien hizo invadir la zona de Los Llanos, se preparó para abrir una campaña y partió personalmente a Catamarca.

Río Colorado

De pronto, estalló una novedad: Peñaloza, desde Catamarca, se disponía a invadir Tucumán. Su aguerrido gobernador, José María del Campo, se preparó resueltamente para enfrentarlo. Esto ocurría a comienzos de febrero de 1862.

“El Chacho” avanzó sobre Tucumán. Era la cuarta vez que entraba en la provincia. Sus milicianos estaban reforzados con los hombres del ex gobernador Celedonio Gutiérrez, su antiguo adversario, quien ahora se le había unido, ansioso por recuperar el poder. El 9 de febrero, sabedor de que las fuerzas de Peñaloza y Gutiérrez estaban a la altura de la villa de Famaillá, el gobernador Campo ordenó el ataque.

El choque ocurrió el 10 de febrero, en Río Colorado. El parte del coronel Juan Elías, liberal, reconoce que en un momento dado “con la celeridad del rayo, ‘El Chacho’ a la cabeza de sus intrépidos llaneros”, se precipitó sobre la derecha de la caballería y la izquierda de la infantería de Campo. “Esa carga audaz y rápida, desde el instante en que se inició, llevó el espanto a nuestra caballería”, expresa. Pero pudieron rehacerse, y la batalla terminó con el triunfo total de las fuerzas liberales de José María del Campo.

Trágica muerte

Las cosas se arreglaron con más o menos rapidez en Salta y Catamarca, y Peñaloza, tras algunos encuentros, convendrá en firmar la paz, en La Banderita (29 de mayo de 1862). Aceptó someterse a la autoridad nacional y recibió un indulto. A esto siguió una calma, que fue sólo aparente.

En 1863, “El Chacho” se levantaría en armas contra el Gobierno Nacional, y el presidente Mitre movió sus fuerzas para terminar con la revuelta. Será derrotado en Lomas Blancas, pero luego entrará en Córdoba, apoyando la revolución de Simón Luengo. Otra vez fue vencido, en Las Playas, y se replegó a Cuyo. Batido en Caucete, cuando proyectaba invadir San Luis, fuerzas nacionales llegaron hasta el pueblo de Olta, donde se hallaba Peñaloza. Le intimaron rendición y se allanó, entregando su puñal. A pesar de eso, en una repugnante salvajada, el comandante Pablo Irrazábal lo atravesó de un lanzazo. Ordenó, además, cortar su cabeza y exponerla en una pica.

El asesinato ocurrió el 12 de noviembre de 1863. El fin de Ángel Vicente Peñaloza se conoció en Tucumán el día 19 y fue objeto de grandes festejos por parte de la administración liberal: brindis, serenata en el café “La Armonía” y reunión en casa del gobernador José María del Campo.