El morbo invitaba a imaginar cómo podía ser el duelo entre el equipo que armó Rubén Forestello pero que ya no dirige, y el que Walter Coyette creó pero que tampoco gestiona a esta altura del torneo. En este fútbol sin pausa ni tolerancia, los dos debieron cambiar de escudo en pleno curso de la Superliga, con apenas sus primeras jornadas de acción disputadas. A Forestello lo despidieron de San Martín y Coyette se fue de San Martín de San Juan. Los dos fueron rivales ayer, dirigiendo al equipo que el otro había formado para jugar la máxima categoría. Su salida le hizo bien a los dos clubes, puede decirse hoy, con el diario del lunes.

Sobre todo a San Martín. Siendo los mismos futbolistas, ¿cuál es la clave del éxito repentino de Coyette y sus dirigidos? Lo real, más allá de la palabra o bomba anímica, es la mejora individual de cada futbolistas que él ubica en cancha.

Un dato fáctico: en la era Forestello, apenas si salvaban la ropa Lucas Acevedo y Matías García, es decir dos de los 11 que “Yagui” habitualmente colocaba en cancha. Claudio Bieler estaba peleado con el gol y “Tino” Costa, por caso, no entraba en consideración del técnico por estar lesionado. Baja sensible y extrema.

Entonces hoy, que San Martín esté saliendo del fondo de la tabla del promedio es obra pura y exclusiva del conjunto, un conjunto apuntalado por el buen presente del propio García, de Acevedo, de la notable demostración de inteligencia en la distribución de la pelota de Costa; de la repentina seguridad de quien era el arquero suplente, César Carranza; de la cuota goleadora de un Bieler que sí aparece. Y, en efecto, de grandes retoques que Coyette supo darle al equipo, traducidos en variantes. Mejoró la zaga con el ingreso de Rodrigo Moreira por Matías Cahais -o Damián Schmidt-; apostó y triunfó cuando colocó a Hernán Pertyk en lugar de Emiliano Albín en la banda derecha. Los mismo en el medio y su cirugía mayor: afuera Emiliano Altuna, Nicolás Giménez y Fabián Espíndola. Adentro, Alvaro Fernández, Adrián Arregui, más “Tino” y García.

Puede hablarse de un duelo de entrenadores, pero al fin y al cabo los que juegan y ejecutan los planes de ataque o defensa son los jugadores. Y, créase o no, ellos mismos son a veces verdugos o víctimas de sus propios rendimientos. Aunque siempre el primer fusible sea el DT.