El periodista y literato tucumano Aparicio Pereira (que escribía con el seudónimo “Cuti Pereira”), narraba en “La Prensa” una historia que había escuchado de labios de su pariente, José Posse, el famoso amigo de Sarmiento. Ya muy anciano –falleció nonagenario en 1906- Posse evocaba cierta misión, no mentada por los historiadores, que lo obligó a cruzar la Cordillera de los Andes a la altura de Copiapó. Corría entonces el año 1841. Posse estaba en Chile, exiliado, al igual que su amigo sanjuanino.

En la versión de Pereira, narraba Posse que “cierta mañana del mes de noviembre, en circunstancias en que me encontraba atendiendo un cliente en el despacho de la tienda, fui requerido con urgencia por Sarmiento”. En ese momento y como de costumbre, “el patrón estaba de mal talante” y no quiso que Posse se alejara del mostrador.

“Con ese motivo se produjo una desagradable incidencia y las cosas pasaron a mayores. El tendero se armó de una vara de medir géneros y nos atropelló con la intención de molernos a palos”, contaba Posse. “Lo hubiera conseguido si Sarmiento, acostumbrado a vencer peligros, no desenvainara a tiempo el estoque que tenía enfundado en su bastón, y asestara al furibundo adversario un certero pinchazo en la muñeca, con lo que logró desarmarlo”.

Ya en la calle y aquietados los ánimos, Sarmiento le dijo que un chasqui le había traído la buena noticia de que el general José María Paz armaba en el litoral un ejército para atacar a Rosas. Y que era necesario transmitir urgente estas noticias a los hombres de la liga del Norte, ya descorazonados por los contrastes. Sin amilanarse, Posse encaró el viaje guiado por un baqueano, y lo narró a Pereira en detalle.