“Es imposible no encontrarte con un ‘decano’. Estamos en todos lados y siempre unidos”. Marcos Acosta se siente en su salsa, aunque el Monumental esté a varias horas de distancia. Está en modo mundialista con la celeste y blanca del club de sus amores y pudiendo disfrutar de una gira en la que también está su padre Rodolfo, y cuatro primos de Mar del Plata.

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Los Acosta pueden ser dos con residencia en las cercanías de 25 de Mayo y Chile pero acá en Moscú se han ido encontrando con nuevos amigos, todos empujados por el escudo que llevan en su corazón, el de Atlético. Gustavo y Sebastián se han sumado a la camita de los Acosta y los Acosta a sostener la enorme bandera de Gustavo: “Atlético es Tucumán”, se lee en el trapo que tuvo un invitado de lujo entre foto y foto: un japonés entrado en edad le pidió a su esposa inmortalizar su momento. “Xi” o algo así se llamaba el hombre, que después de la balacera de su mujer con la cámara réflex emprendió la retirada, no sin antes hacer una reverencia. Maestro.

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Los amigos sin apellidos viven el sueño americano, el de la realización completa. “Siempre quise viajar a Europa y también a un Mundial. Gracias a Dios y a la ayuda de mis padres acá estoy”, explica Gustavo, un tanto nervioso. “No quiero hacer cartel”, dice. Traducido al momento, Gustavo prefiere el perfil bajo y no hacer gala de donde está. Y, es todo un viaje llegar hasta Rusia. Sebastián está igual que su amigo inseparable de tribunas. Cuenta que han hecho varios viajes juntos por el “Decano”. Han recorrido y sufrido en los partidos de la Libertadores y ahora esperará a ver cómo termina esta historia para ver si alcanza el margen de la tarjeta para sumarse a la comitiva de fanas que estarán en Medellín, cuando toque la revancha de los octavos de final de la copa con Atlético Nacional, sobre finales de agosto.

CELESTE Y BLANCO. Los “decanos” mostraron su “trapo” en las calles de Rusia.

Los venenos con apellidos en veremos del equipo de Ricardo Zielinski hasta separan las aguas de sus pretensiones. “La pasión la tengo con Atlético, yo acá vengo a ver a la Selección como si estuviera en un teatro. Espero que el que la dirija sea Lionel Messi. No pude ver jugar a Diego Maradona, pero Dios me dio la oportunidad de ver a Messi. Más no puede pedir”, se suelta ahora Gustavo.

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Los Acosta también están en la cresta de la ola. Papá Rodolfo está chocho. De su bolsillo no salió una moneda, asegura. Gustavo es el que pasa por caja e invita, afirma. “Uno trabaja para darse gustos y también consentir a los padres”, chapea Marcos, encargado de darle continuidad a las empresas que mantuvo y sostuvo durante 30 años “Rodo”: locales de perfumerías y escuelas de peluquería. El heredero ha hecho bien los deberes, según parece.


Si sus anteojos espejados en plata dejaran ver sus ojos, Marcos los tendría en llamas, pero de confianza y satisfacción. Está canchero. Su viejo le ha dado la derecha y él no le ha fallado. Todos contentos. “Es el que labura y nos lleva a todos lados, ¿qué te parece a vos?”, se frota la panza Rodolfo. Está hecho con Marcos, que lo llevó a pasear por Roma también. “Hace 10 días que estamos por acá”. Los primos miran, quieren seguir de largo.

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Ignacio Zelaya no ha llegado para la foto con la vadera de Gustavo, pero sí para contar que está en su segundo Mundial y que lo único que ha renovado, aparte de las esperanzas de ver a la Argentina de Messi campeona, es su camiseta de Atlético.