En su tan ameno como documentado libro de 1922, “Las vísperas de Caseros”, Arturo Capdevila narra sucesos ocurridos en Buenos Aires en 1851, un año antes de la caída de Juan Manuel de Rosas. Todos aclamaban entonces al dictador. Tomando como fuente el oficialista “Diario de Avisos”, se detiene en una función de junio en el Teatro Argentino, a la cual asistía Manuelita Rosas rodeada de edecanes.

Ocurrió que, antes de levantarse el telón, al ministro de Gobierno de Tucumán, Adeodato de Gondra, quien se hallaba en esa capital, se le ocurrió tributar un desaforado homenaje a Rosas. Según la crónica, “extendió de improviso una mano auspiciadora y sacando medio cuerpo por la baranda, dijo vibrante y claramente: “Señores…”. Todos se volvieron a mirarlo y entonces Gondra, “sin disimular su cantarina tonada”, exclamó: “en nombre de dos provincias de la Confederación ¡otro viva al gran Rosas!”. Todos los asistentes corearon, por cierto, ese “¡viva!”.

“Y que los argentinos -siguió el derramado tucumano- pongan pronto el pie…”. La concurrencia lanzó un “¡bravo!”, como “hechizada con la violenta imagen que se bosquejaba ya”. Siguió gritando Gondra: “…pongan pronto el pie, señores, sobre el pescuezo…”. El público, fuera de sí, lanzaba sus “¡muera!”. Terminó: “¡…sobre el pescuezo del loco, infame, traidor, salvaje unitario Urquiza!”.

Así, “mientras el teatro se derrumbaba de santa ira colectiva, el tremebundo provinciano, hinchado de satisfacción, recobró su asiento. Tenía el rostro congestionado y dichoso, y de cuando en cuando resoplaba de júbilo en tanto que de todos los palcos le hacían signos de aprobación”.