Y un día Lucía Sant (37) puso en venta todo lo que tenía. El departamento que tanto le había costado comprar, los muebles, los electrodomésticos. Lo pensó bien. Era el momento de dar un flor de timonazo a su vida. Y ella lo hizo: se lanzó a viajar por el mundo mientras trabajaba.

“La vida me llevó a estar en movimiento. No decidí viajar, me dejo fluir”, dice Gonzalo Sáez-Gil (32). Desde hace seis años recorre el planeta. “Mi vida y el trabajo ya son una sola cosa. Me siento siempre de vacaciones y al mismo tiempo siempre estoy trabajando”, resume el joven diseñador y artista.

César Baigorrí (36) no duda a la hora de patear el tablero. Lo hizo cada vez que ya no se sentía bien en un lugar. Pasar a algo totalmente nuevo, de un día para el otro... eso es algo innato en este joven licenciado en Turismo, que ha recorrido casi la mitad del globo trabajando en donde le abrían las puertas.

Son desprendidos. Siguen sus impulsos. Hacen del mundo entero su oficina. La tecnología es una gran aliada. Aman los desafíos. Sumergirse en otras culturas. Se los conoce como nómades digitales, una tendencia que se ha ido consolidando entre los millennials del hemisferio norte desde el 2013. En nuestro país es un estilo de vida que algunos comienzan a probar.

Lo primero que uno piensa cuando imagina al nómade digital es una persona que trabaja pocas horas al día y que vive en lugares paradisíacos. Sin embargo, en muchos casos es un estilo que requiere esfuerzo y que siempre incluye extrañar horrores a los seres queridos.

En el libro Aprendizaje invisible -escrito por el investigador norteamericano John Moravec- se los describe como knowmads, un neologismo que combina las palabras en inglés know (conocer, saber) y nomad (nómade). La mayoría son trabajadores itinerantes, que se valen de internet para ofrecer sus servicios desde cualquier parte, sin una residencia física fija. Sin embargo, existe un variado espectro de realidades dentro del nomadismo digital. Hay desde artistas, como Sáez Gil, hasta profesionales que a veces se dedican a su especialidad y que en otras oportunidades toman cualquier trabajo (empleado de un hotel, mozo o cosechador de campo) para poder seguir viajando.

Por lo general, los knowmads no saben de rutinas ni horarios; tampoco cuál será su siguiente destino. Se acostumbran a vivir con la incertidumbre. Y se sienten orgullosos de eso.

Las principales ventajas que tiene el estilo de vida nómade, según los entrevistados para esta nota, son la libertad, la posibilidad de conocer nuevas culturas y el despertar de la creatividad. Pero también reconocen que el camino puede volverse difícil por momentos. Hay desventajas, como por ejemplo, la soledad y algunas inseguridades generadas por el constante cambio. Lo que les ayuda -y mucho- a contrarrestar la soledad son la tecnología y la comunidad de nómades digitales, que les permiten mantenerse conectados aunque estén en distintos puntos del globo. Entre todos se ayudan a buscar trabajo y se dan consejos con los emprendimientos.

A continuación contamos las historias de tres jóvenes nómades nacidos en Tucumán. Advertencia, antes de empezar a leerlas: sus testimonios pueden producirle al lector el deseo incontrolable de dejar lo que está haciendo en este momento, salir corriendo a buscar un mapa y dar un volantazo a su vida.

PUNTO DE VISTA

Para los nómades digitales, sentarse en una misma silla es perder

Gerardo Werchow - Fundador del Buró Coworking

Tucumán está lleno de nómades digitales. Ya no es una cuestión del lugar: antes pasaba más en las metrópolis o capitales y ahora este fenómeno se da más que nada por una cuestión cultural; de edad. Vemos que los millenials son la generación del viajar, pero también necesitan trabajar o ganar dinero y no todos tienen un padre o tío rico. ¿Cómo hacen? Los primeros trabajos que buscan son los que pueden hacer a distancia o los que no están atados a un horario de oficina. Pueden llevarse el trabajo a sus viajes. En el Buró Coworking vemos todo el tiempo estos casos. Muchos están de viaje constantemente o cambian de trabajo muy rápido. Solo cuando la crisis apremia el bolsillo pueden claudicar a un trabajo fijo y dependiente.

Lo mejor de no tener una oficina fija es la libertad, la flexibilidad de poder trabajar donde uno quiere. Esto hace que conozcas gente nueva y que estés actualizado.

Hoy en los nómades digitales los símbolos de status mutaron. Antes, tener un buen auto, vivir en una buena zona o hasta incluso tener un reloj de marca, te daba sensación de status. Hoy esto pasa por viajar y conocer diferentes culturas. Para los nómades digitales, sentarse en una misma silla es perder.