De Salvador Marinaro.-

La invasión a Vietnam ocupó un lugar central en los debates intelectuales de la década del 60 y 70, en la música, en el cine y en el imaginario colectivo. Resulta notable que no haya tenido un lugar tan destacado en la literatura, más allá de menciones como parte de un marco de época. 40 años después, el novelista norteamericano Viet Thanh Nguyen, hijo de refugiados vietnamitas en California, escribió la gran novela del final de la guerra.

Mezcla de parodia social, thriller de espías y relato íntimo, El simpatizante está narrado por un espía, hijo bastardo de un cura católico y una sur-vietnamita. Mientras cumple órdenes para un comandante de Saigón y da información a los comunistas, recibe una misión que lo lleva hasta Estados Unidos: seguir a un general refugiado.

Su llegada a la tierra de los enemigos se transforma en una experiencia doble de rechazo, odio y admiración. Al fin y al cabo, un espía es una persona con dos identidades, que debe elegir por una u otra de acuerdo al contexto.

Esta duplicidad es el argumento principal de El simpatizante, que le valió a su autor el premio Pulitzer: crítica fina de la interpretación de la guerra en Estados Unidos, y reflexión sobre la posición del inmigrante como un refugiado.

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