No se ignora que en 1852, después de su triunfo sobre Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros, el general Justo José de Urquiza convocó a los gobernadores a reunirse en San Nicolás de los Arroyos. Con ese rumbo partió, a comienzos de marzo, el de Tucumán, general Celedonio Gutiérrez.

Desde Córdoba, el 16, Gutiérrez escribía a su delegado (quien luego lo derrocaría), Manuel Alejandro Espinosa. “Acabo de llegar a este lugar sin haber tenido la menor novedad, sólo sí habiendo experimentado yo y mi comitiva las molestias consiguientes al mal camino que hemos recorrido ya; pero éstas y aun otras mayores incomodidades serán para mí muy llevaderas, si en cambio se consiguiese el gran objeto nacional que se ha propuesto el general Urquiza, al convocar a los Gobiernos de los pueblos de la Confederación”.

Nos interesa su misiva del 15 de mayo. “Se me olvidó prevenir a usted a mi salida, que hice invitación a un inglés residente en Santiago, para colocarlo de Maestro de Escuela en la Capital (de Tucumán). Sí se ha presentado este señor a hacerse cargo de la enseñanza primaria, debe no perder tiempo en abrirse la escuela que hoy es tan reclamada por la necesidad pública; como igualmente el Aula de Latinidad, para cuyo objeto está convenido con el doctor (Benigno) Vallejo que debe dirigirla”.

Agregaba que “el Maestro de que le hablo debe ganar $ 50 mensuales, con la expresa condición de enseñar cuando menos, Lectura, Escritura, Aritmética en sus diferentes ramos y Doctrina Cristiana; y el director de Latinidad, $ 400 anuales”. Ambas misivas fueron publicadas en 1956 por Alberto Padilla en “El general Celedonio Gutiérrez y la política en la Confederación”.