En “Las provincias” (1927) escribió Ricardo Rojas que la historia de las montoneras y caudillos de Tucumán “durante la época inorgánica de nuestra democracia, se parece a la de otras provincias” y “no cuenta mayormente en la historia de nuestra cultura”. Pero la luz encendida en la “epopeya inicial” de Belgrano con su Academia y el Congreso del 16, “volvería a encenderse después de la Constituyente”.

Expresa que “desde fuera de la asamblea, legislaba el tucumano Alberdi, y por ahí empezaron a aparecer en prensas, Congresos y escuelas, otros tucumanos: los Villafañe, los Posse, los Zavalía, los Frías, ‘hombres del Paraná’, y más tarde un presidente tucumano, Nicolás Avellaneda, y otro presidente tucumano, Julio A. Roca, hasta la definitiva constitución del país”.

Y “esa onda histórica que de Tucumán se irradiaba en la política, volvía a Tucumán en reflujo de cultura. Urquiza, Mitre y Sarmiento miraban con amor aquella provincia. Estos o sus sucesores fundaron allí el Colegio Nacional, la Escuela Normal, las bibliotecas públicas, y llevaron ferrocarriles, bancos, estímulos intelectuales, hasta rematar en la fundación de su Universidad. Así se educaron dentro o fuera de su provincia, tucumanos como Delfín o Vicente Gallo, José y Benjamín Posse, Benjamín Paz, Luis Aráoz, Eliseo Cantón, Tiburcio Padilla y tantos otros de más antiguos tiempos”.

Afirmaba que “para que Tucumán haya podido por esfuerzo propio crear su Universidad provincial -fundación que es el mayor acontecimiento en la historia de su cultura- le ha sido menester la riqueza de su suelo y la inspiración de sus tradiciones gloriosas”. Pero eso solo “no hubiera bastado”. En “una tierra tan fecundada por la historia y tan removida por el magisterio de altos espíritus, la cultura intelectual debía prosperar, naturalmente, como en clima propicio”.