Cuando habló ayer con LA GACETA, Vanesa Soria todavía intentaba recomponerse del ataque de nervios que sufrió el lunes, poco antes de la medianoche. En ese momento irrumpieron cuatro hombres a cara descubierta a su casa, destrozaron muebles, golpearon a sus cuatro hijos y se llevaron algunos artefactos electrónicos y dinero. Además, en todo momento los apuntaron con armas y amenazaron con llevarse al más pequeño de la familia.

La hija más grande de Soria, de 16 años, estaba en la puerta de la vivienda del pasaje Einstein con su novio cuando escuchó que alguien corría hacia ellos. La joven pareja intentó cerrar el portón de un empujón, pero este rebotó y quedó abierto. Un segundo después, sintieron que alguien empujaba desde afuera.

“Yo estaba en la cocina. Al darme vuelta me encontré con un tipo que me estaba apuntando con un arma y que me ordenaba tirarme al piso. Yo les decía que se llevaran lo que quisieran, pero ellos estaban empecinados con que había una caja, que no tenemos. Por eso se enfurecieron y empezaron a romper todo”, afirmó la víctima.

Los ánimos se caldearon aún más cuando el más joven de la familia, un niño de siete años, comenzó a llorar desconsoladamente. Los ladrones lo persiguieron y le exigieron que se callara. Su hermana mayor lo tomó y le puso la mano en la boca para evitar una desgracia. La familia cree que esta forma violenta de actuar responde a que dos habrían estado drogados. “Uno tenía algo blanco en la nariz y le salía como espuma de la boca. Nos decían que se iban a llevar a mi hijo. Estaban ciegos. Los otros dos trataban de calmarlos”, agregó Soria.

En un momento, uno de los hijos adolescentes se ofreció a llevarlos hasta el negocio que la familia tiene en el frente. Allí tampoco hallaron dinero y volvieron aún más agresivos. Luego de repartir golpes a todos, tomaron tres televisores, seis celulares, una tablet y unos $ 6.500 pesos, para luego huir en un auto gris, según pudieron advertir algunos vecinos. “Fue un momento horrible, pero Dios nos protegió”, razonó la víctima.