Cuando alguien le pregunta a Fernando Ferré a qué se dedica, a él no le queda más remedio (si quiere que su interlocutor no se maree) que tomarse varios minutos para enumerar de manera ordenada todas las actividades en las que ocupa su tiempo: arquitectura, diseño, producción audiovisual, docencia… Y a pesar de que está instalado en Barcelona desde hace 16 años, se considera un nómade digital: no le gusta quedarse mucho tiempo en el mismo lugar, es inquieto, está híper conectado y puede trabajar prácticamente desde cualquier lugar del mundo (siempre y cuando tenga acceso a internet). Pero por más lejos que se encuentre, hay un lazo prácticamente indestructible que lo une con Tucumán (más allá de los afectos): asegura que la formación que recibió en el instituto Técnico y en la Facultad de Arquitectura de la UNT le permiten abrir cualquier puerta profesional que se le cruce en el camino.
“Chueco” Ferré tiene 42 años, es arquitecto y uno de los tantos tucumanos que viven desperdigados por el mundo. Egresó de la UNT y en el 2000 partió a Barcelona, donde realizó una maestría y se estableció. Dieciséis años después, está enfocado en tres cuestiones básicas:
1- Arquitectura: con su título homologado, se asoció a otra arquitecta y realiza obras para grandes clientes extranjeros en Barcelona.
2- Audiovisual: por inquietud propia se metió en el mundo audiovisual (3D, animación, realidad aumentada, etc.). Vivió dos años en Londres y se especializó en cine y en posproducción audiovisual. A partir de entonces le hace la asistencia de arte digital a empresas de publicidad y a productoras. Entre sus clientes se encuentra la Universidad de Chicago, que le encarga la gestión global de todas las publicaciones impresas. También realizó trabajos de producción audiovisuales para la BBC.
3- Docencia: da clases en tres materias de la Universidad Pompeu Fabra, más específicamente en la escuela Elisava, que está asociada a Harvard.
Mientras hace todo esto, viaja, intenta pasar una buena cantidad de días al año en Tucumán (por ahora son 45, pero le gustaría extenderlo a seis meses), se embarca en nuevos proyectos y analiza la provincia desde el prisma de la distancia.
- ¿Qué sentís que te dio Tucumán?
- Me dio la base, que es el gran empuje que me proyecta hacia adelante. Desde mi familia, que me inculcó la cultura del trabajo hasta la facultad, de la que estoy tremendamente agradecido: me encantaría volver y enseñar aunque sea un cuatrimestre ahí o ayudar de alguna manera. Cuando vivía en Londres trabajaba en una empresa de ingeniería y hacía la parte de visualización; era un equipo muy grande (hicieron un proyecto de desarrollo urbano en Túnez al estilo Dubai, que ganó el premio CityScape Award, los Oscar del urbanismo). Había gente de Croacia, de la India, de Singapur, de Colombia… La mayoría había pagado fortunas por su educación. Y yo estaba sentado de igual a igual con todos.
- La Universidad acá suele ser noticia por los problemas ¿cómo se ve eso a la distancia?
- Dada mi experiencia en la facultad en la que enseño ahora, ningún lugar está exento de problemas. Hay una tendencia a pensar que el problema sólo ocurre aquí, entonces nos quedamos en la queja. En otros lugares asumen que el problema es parte de la vida, del proceso del proyecto y pasan a la acción.
- ¿Cómo ves a Tucumán desde afuera?
- Me encanta Tucumán, si no, no vendría. Puntualmente este año veo que está caro. Con lo que gasto en un mes de vacaciones acá podría irme tres meses a una playa paradisíaca de Asia. Pero yo soy muy optimista. Llego y no veo tanto los males. Me sorprende cuando veo cosas que mejoran mucho. Veo más ímpetu empresarial que cuando yo me fuí. Desde lo público percibo un esfuerzo por mejorar la calidad de vida, pero falta mucho: ahora se ven puntos de reciclaje, contenedores... Es una pena que para el Bicentenario de la Independencia no hubiera habido más presupuesto. Cuando fue el Centenario, en vez de quedarse en la retórica del monumento, se hicieron casi todas las casas de Gobierno del país, en Tucumán se delineó y se concretó el parque 9 de Julio, se consolidaron las cuatro avenidas. Fueron obras que tuvieron que ver con la calidad de vida, se puso de pie al país. En el Bicentenario no hubo ninguna obra de esa magnitud.
- ¿Volverías a Tucumán?
- Volvería, pero no de manera permanente: lo incluiría en mi circuito de estar en diferentes sitios. Tucumán está bastante desconectado. En Barcelona tengo vuelos a todos lados; por 300 euros me planto en Asia mientras que acá tengo que pagar $ 2.300 para ir a Buenos Aires. De todos modos, acá hago cosas que no hace la mayoría de los tucumanos. El año pasado fui en kayak desde Banda del Río Salí hasta Las Termas, nado en El Cadillal en aguas abiertas… Acá hay un montón de cosas para hacer si uno sale de su zona de confort.