Entre el Cabildo porteño y el Congreso de Tucumán se manifiesta el deseo de frenar el resquebrajamiento del territorio original del Virreinato del Río de la Plata. El 25 de Mayo se impone la revolución -en apariencia moderada- de la élite del puerto. Pero la recreación actual del escenario y del grito de 1810 se aproxima más a los temores y coyunturas de 1816: cuando imagina los temas y cabildos del presente, y entre todos los temas y cabildos posibles, la dirigencia de Tucumán se inclina mayoritariamente por celebrar una reunión en el sentido cabal de ese término. Es decir, un cabildo para unir y cohesionar al pueblo.

Los políticos, magistrados, académicos y autoridades consultados coincidieron -cuando coincidieron- en que el hipotético cabildo debería servir para la escucha; la reconciliación; el restablecimiento de lazos; la inclusión y la tolerancia. Sorprende esta encuesta -en la que, desde luego, aparecen otros temas e inquietudes- por su sintonía con las consignas de los Gobiernos nacional y provincial (ver abajo). “Pobreza cero, lucha contra el narcotráfico y unir a los argentinos”, repite el presidente Mauricio Macri. “Juntarnos”, resume el gobernador Juan Manzur.

Pareciera que superar la fragmentación imperante es condición para debatir y proyectar todo lo demás. “Lo importante de un eventual cabildo abierto es el diálogo entre quienes pensamos diferente”, explica Osvaldo Jaldo, vicegobernador de la provincia. El número dos del Gobierno considera que este es, justamente, uno de los ejes del Bicentenario de la Independencia: “el poder llegar a un consenso inclusivo entre quienes disentimos o integramos espacios diferentes. De allí seguramente saldrían varios temas y conclusiones, pero lo esencial es ese diálogo”.

El intendente de San Miguel de Tucumán, Germán Alfaro, opina, por su parte, que esa conversación está estancada. “Lamentablemente en estos 25 de Mayo y 9 de Julio no hay grandes diferencias respecto de lo que ocurría en 1810 y en 1816: ciertas discusiones siguen siendo las mismas”, observa. El jefe municipal evalúa que, entre los ejemplos de esa continuidad temática, el debate por el federalismo es el de mayor gravedad (el federalismo puede ser entendido como la forma de convivencia y, en última instancia, de unidad, de las partes que integran el cuerpo nacional). “Necesitamos mucho de ello”, reflexiona Alfaro. El gobernador es de la misma idea. Interrogado ayer por separado, Manzur afirma que en el cabildo de hoy debería hablarse de fortalecer el federalismo y la democracia. “Me refiero al deseo de vivir en un país más inclusivo, que cierre brechas y genere equidad. Un país con buena educación y atención en salud. Sobre todo, un país seguro”, manifiesta.

En el presente, como en 1810, el pueblo quiere saber de qué se trata. Por correo electrónico, el opositor José Cano retoma esta expresión anónima vinculada al Mayo argentino para proponer dos temas que demanda la comunidad: “el primero es el esclarecimiento de la corrupción. El segundo, la transparencia del sistema electoral”. El director del Plan Belgrano sostiene que resulta indispensable que haya justicia “para castigar a los responsables del saqueo de los fondos públicos”, que tiene relación directa con la pobreza y el atraso. “Si no mejora nuestra calidad institucional, no podremos generar condiciones de desarrollo productivo y social en el mediano y largo plazo”, advierte.

Antonio Gandur, presidente de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán, celebra la idea del cabildo, de pensar en un cabildo para este tiempo. “Convoquemos un cabildo para la independencia judicial. Pero, también, para discutir el acceso de la ciudadanía a la justicia, y la materialización de los derechos humanos contenidos en la Constitución, los tratados y las leyes”, expresa durante una conversación telefónica.

Sobran los cometidos urgentes para este cabildo hipotético, que, por cierto, nada ni nadie impiden convocar. En 1810, las resoluciones de los vecinos porteños ocasionaron una guerra por la independencia y un torbellino de agitaciones domésticas. Lo que estaba cayendo no terminaba de derrumbarse y lo que estaba empezando no terminaba de nacer. Por contraste, los tumultos de esta época se antojan más livianos. Aunque también es cierto que cambia, todo cambia, menos el desafío primordial de ponernos de acuerdo.