En una amena y documentada “Crónica tucumana de la Independencia”, publicada póstumamente en 1956, don Manuel G. Lugones se refiere a la edad de los diputados al Congreso de las Provincias Unidas. Supone que “las curiosas tucumanas” pronto empezaron a averiguar ese punto.

“Dos eran terriblemente viejos: fray Pedro Francisco de Uriarte y el doctor Pedro Ignacio Rivera ¡Tenían 63 años!.. Los seguía un solterón hidrópico, frío, tranquilo, acomodaticio, orador convincente, que había sido secretario de la Primera Junta y miembro de uno de los Triunviratos. Era Juan José Paso, de 58 años; uno más que el padre Aráoz. El padre Thames y fray Cayetano Rodríguez, tenían 55 años. El doctor Gazcón, 52”.

Estaban “en la cuarentena, Cabrera, de 48; Darregueyra y Medrano, de 47; Acevedo y Gorriti, de 46; Oro, de 44; Sánchez de Loria y Salguero, de 42; Corro, de 41; y Pueyrredón, de 40”. Había otros que “sabían ya de los ‘malditos treinta años’ del poeta: Castro Barros, de 39; Colombres y Sánchez de Bustamante, de 38; Gallo y Pacheco de Melo, de 37; Sáenz y Carrasco, de 36; Boedo, de 34; Anchorena y Maza, de 32; Pérez Bulnes, de 31, y Laprida, de 30”. Se acercaban a los 30 años, “el doctor Malavia, de 29, y el doctor Serrano, de 28. Era el más joven de todos el doctor Tomás Godoy Cruz, de 25 años; solo que como era petizo y gordo, de manera solemnes y mucho empaque, aunque enamoradizo, debió parecerle mucho más viejo a las tucumanas”. Dice Lugones que “estas no debieron lograr averiguar la edad más o menos exacta del doctor Felipe Antonio de Iriarte, porque los jujeños son muy hábiles para ocultar los años”. Agrega: “aunque supongo que no se cocía de dos hervores, como los gallos viejos”. Iriarte se incorporó después del 9 de julio.