¿Has intentado leer la etiqueta de un alimento, pero los ojos no llegaban a distinguir qué decía? ¿O leíste pero la mayoría de los ingredientes te resultaban desconocidos? Se dice que la etiqueta equivale al ADN del alimento: datos para conocer de qué está hecho un producto y cuál es su aporte nutricional. Sin embargo, muy pocos la pueden descifrar y otra cantidad ínfima entiende lo que lee. Parece un mensaje encriptado.

Durante la presentación del “Perfil alimentario de los argentinos”, en la II Cumbre de Alimentos que se realizó en la Universidad Católica Argentina (UCA) a principios de septiembre, Viviana Baranchuk, directora de la Fundación DAAT (dedicada al tratamiento de la obesidad, la diabetes y patologías vinculadas) dio un dato preocupante. Según un estudio de esa institución, el 66,5% de los encuestados reconoció que tenía dificultad para leer las etiquetas o que directamente no podía hacerlo. La primera causa: la letra diminuta, y por lo tanto ilegible.

“Es grave porque la persona que sufre hipertensión, diabetes, colesterol u obesidad tiene que saber lo que está consumiendo”, advierte Baranchuk, y agrega que, presentada de esta manera, la información nutricional es una barrera.

LA GACETA realizó un sondeo para saber qué pensaban los tucumanos sobre el rotulado de alimentos. Para la primera pregunta, “¿Qué opinás de las etiquetas de los alimentos?”, votaron 829 lectores. La mayoría respondió: “la letra es muy chica” (414 votos). La segunda pregunta fue qué le interesaba conocer de la etiqueta. Votaron 1.068 personas; la mayoría (825 votos) reveló que sólo lee la fecha de vencimiento.

La función social y de servicio se desdibuja cuando aparecen siglas incomprensibles, ingredientes desconocidos y tipografías turbias o minúsculas. Baranchuk anticipó a LA GACETA que presentará un proyecto ante el Congreso para que no sólo se agrande el tamaño de la letra, sino también para que se utilice un sistema de carteles en los paquetes (semáforo) que indique el nivel de sodio, grasas y azúcar con los colores rojo, amarillo y verde, según contenga una dosis alta, media o baja.

Este sistema funciona en Inglaterra desde 2013 y en Ecuador desde mediados de 2014. Es el primer país de América Latina en hacerlo. España aprobó el año pasado el aumento de la tipografía del rotulado.

Algunos logros

En nuestro país, la Administración Nacional de medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) es el organismo que establece las pautas del etiquetado, que luego se trasladan al Código Alimentario. En 2006 se sumó como obligatoria la información nutricional además de la lista de ingredientes que ya se venía colocando.

“Otro cambio fue la aparición del logo que indica si es apto para celíacos: el logo y la frase ‘sin TACC’ desde 2010”, explica Lourdes Grignola, nutricionista que se desempeña en el área de Alimentos del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).

La veracidad del etiquetado y la manipulación de la publicidad de los productos alimenticios es materia de debate en muchos países. Sobre todo porque se presentan como saludables alimentos que no lo son.

Grignola afirma que hay cuestiones que pueden generar confusión en el consumidor. Un ejemplo de esto es la frase “Sin TACC”. “No significa que no contenga gluten, sino que tiene menos del nivel que establece la Anmat para que no afecte a los celíacos”, aclara. También “0% grasas trans”, leyenda que a veces figura en paquetes de papas fritas. “Si son fritas es difícil que no tengan grasas trans”, subraya la nutricionista.

En medio de tanta confusión el consumidor termina comprando a ciegas. “Se lleva por la publicidad o por las ofertas del día”, dice Grignola. Hay proyecciones -añade Baranchuk- que dicen que en 2030 en EEUU no habrá ningún niño que no tenga problemas de peso. La obesidad, la diabetes y otras patologías vinculadas a la alimentación irán en aumento. Frente a esto la veracidad y la información de las etiquetas se torna vital.

Proyecto para el pequeño productor

El Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) está desarrollando el proyecto de una planta piloto de etiquetado que le brinde este servicio al pequeño productor. Incluirá un aparato que mida las grasas trans como obliga el Código Alimentario. Esto permitirá que la información se incluya en manufacturas artesanales, por ejemplo, porque abaratará los costos. 


“Falta claridad en los rótulos”

La nutricionista tucumana Florencia Roa trabaja en la fundación Cardiológica Argentina, y sigue de cerca el tema del etiquetado de los alimentos. LA GACETA la consultó sobre el tema y estas fueron sus respuestas:

1. ¿Cómo calificarías El actual etiquetado de alimentos que hay en el país?

- Es muy confuso para el consumidor promedio. La mayoría de las personas no sabe qué es cada nutriente ni qué función cumple. Poca gente conoce que están enumerados según orden decreciente de peso. Es decir que si en una lista dice: harina, azúcar, leudante químico, sal, quiere decir que el ingrediente que más contiene es harina, y el que menos, es sal. Ni hablar de los ingredientes que están codificados con letras o números, que están presentes en la mayoría de alimentos industrializados.

2. ¿Considerás que aportan información suficiente?

- Me parece que falta claridad en los rótulos, como también campañas de formación nutricional. La industria, con todo su poderío, hace creer a los consumidores que cualquier alimento embolsado es mejor que uno que se cosecha directamente de un árbol o de la tierra.

3. ¿Qué debería cambiar?

- Es necesario que haya más rigurosidad en la vigilancia de los rótulos, tanto de la información como de los datos nutricionales que consignan. Si bien es imposible tener un inspector en las góndolas de cada supermercado, hay ciertas formas de lograrlo. Por ejemplo, la Agencia Santafesina de Seguridad Alimentaria (Assal) ha desarrollado un sistema interactivo con los consumidores. Si estos introducen el código del producto en la página de Assal pueden ver en línea toda la información del alimento y de la empresa que lo fabrica o lo distribuye, y saber así, si está en regla con vacunaciones, desinfecciones, y todo tipo de control.

4. ¿Hay etiquetados engañosos?

- En la Fundación Cardiológica analizamos en el laboratorio unas pastas que pregonaban ser ricas en fitoesteroles (sustancias provenientes de las plantas, que favorecen la salud cardiovascular). Y resultó que sólo tenían 0,002 g, mientras que la dosis que se considera beneficiosa es de 2 g por día. O sea que habría que comer 500 porciones de 100 g de esas pastas por día para obtener un beneficio para el corazón.