El fútbol es la tierra donde lo imposible puede contra la realidad. Nadie imaginó un empate entre Argentina y Paraguay. Especialmente luego de un primer tiempo perfecto de la Selección que tuvo como mejor aliado a Miguel Samudio, autor de dos regalos mágicos, uno por el pase del 1-0 a “Kun” Agüero y otro por bajar a Ángel Di María y darle un penal a Lionel Messi. Si antes de que arrancasen los 90 minutos del debut de ambos en la Copa alguien apostaba por el empate, automáticamente se convertía en soñador. Ni hablar, entonces, con el 2-0 en el bolso de la Selección. La paridad parecía algo lejano, imposible de alcanzar por los paraguayos.
Argentina, la temible, la soberbia de fútbol, con Messi fuera de la posición en la que se mueve como pez en el agua en Barcelona, brillaba por peso propio. Dominaba en su campo, en el de Paraguay y a las afuera del estadio La Portada. Nada indicaba que la debacle podía morder a un equipo que supo controlar desde el ataque a un veterano rival que apenas si conoció parte del campo contrario en el primer tiempo.
Paraguay respiraba porque Argentina se lo permitía, y a su vez porque Antony Silva, el reemplazo de último momento del arquero Justo Villar, se erigió en un muro. Tapó casi todo lo que le llegó a su arco. Menos, claro, el gol del “Kun”, en donde tuvo que salir apurado a cortar, y en la definición desde los 11 metros de “Leo”, cómoda y bien colocada sobre el palo izquierdo del guaraní.
El segundo tiempo pintaba como para convertirse en la frutilla del postre de una Selección dominante. Pero algo pasó en el medio de esta cuestión masoquista. Argentina, la fuerte, mostró una debilidad extrema en defensa ante el hombre a hombre. Paraguay salió a buscar la gloria de contra y Nelson Haedo Valdez mostró el camino. Primero hizo figura a Sergio Romero y después lo aniquiló con un remate de otro partido, a distancia.
Fue una daga para una Selección que terminó complicándose solita y regalándole el empate a Lucas Barrios a los 89’. Argentina arruinó solita su fiesta, abrió un interrogante sobre su futuro y ahora necesita vencer el martes a Uruguay. ¿Quién lo hubiera imaginado?