Soledad. Melancolía. Tiempo que se cuelga del horizonte. Parpadeante nocturnidad. Ausencia agazapada en las estrellas. Silencioso rumor de luces mortecinas. Sentimiento deshojado en un “fueye”. Un abrazo de pianos, bandoneón, viola y contrabajo se gesta en esa milonga de un ángel. Rosario es una fiesta ese noviembre de 2012. El centenario coliseo El Círculo cobija a Martha Argerich y a sus amigos. Ha convocado a los pianistas Daniel Rivera (rosarino), Gabriele Baldocci (italiano), su hija Lyda Chen (viola), Enrique Fagone (contrabajo) y el bandoneonista Néstor Marconi. El emotivo encuentro de tres días ha quedado registrado en cuatro CDs; el último está dedicado a Astor Piazzolla. Páginas del marplatense se hermanan con Sur, La última curda, Gris de Ausencia y otras en el bandoneón de Marconi, alma de este concierto. Argerich y sus colegas despliegan su talento para sazonar el tango, ese sentimiento que sueña y se baila.