Cuando se produjo, en 1810, la Revolución de Mayo, el gran centro que producía físicamente dinero, se localizaba en la orgullosa y próspera ciudad de Potosí, en el Alto Perú. Allí estaba instalada la Casa de Moneda. Acuñaba piezas de plata –y también de oro- de notable calidad y en gran volumen: aproximadamente lanzaba a la circulación unas 4.000 piezas por año.
Para esto contaba con una importante dotación de expertos operarios. Se destacaban sobre todo el Talla Mayor o Jefe de Talla, quien tenía a su cargo controlar la perfección de los cuños de grabación, y los Ensayadores, responsables de que cada moneda contuviese la proporción reglamentaria de metal fino.
Creemos de interés rescatar, en líneas generales, la no muy conocida peripecia que el proceso independientista, iniciado el 25 de mayo de 1810, registró en la Casa de Moneda. A mediados del año pasado, la Academia Nacional de la Historia editó la “Casa de Moneda de Potosí durante la Guerra de la Independencia”, libro de Arnaldo Cunietti Ferrando, uno de los más destacados numismáticos argentinos. Esa importante obra –llena de detalles inéditos- es la fuente de esta nota y de la mayoría de sus ilustraciones.
De Suipacha a Huaqui
Como se sabe, una de las primeras medidas de la Revolución de Mayo consistió en afianzarse militarmente. Hacia el norte de Virreinato se envió el Ejército Auxiliar del Perú, conocido como Ejército del Norte. Esa fuerza, tras aplastar la contrarrevolución de Córdoba, siguió viaje y se internó en el Alto Perú. Venció al ejército realista en la batalla de Suipacha, el 7 de noviembre de 1810, y el 25 de ese mes entraba en Potosí.
Su jefe, el vocal de la Junta, doctor Juan José Castelli, hizo acuñar allí, en 1811, una medalla de plata en homenaje al primer aniversario del 25 de mayo. Pero pronto se produjo el desastre de Huaqui (20 de junio), al que siguió la correspondiente retirada de los patriotas. Antes de que el jefe realista José Manuel de Goyeneche hiciera su entrada triunfal en Potosí, el gobernador de Charcas, Juan Martín de Pueyrredón, cargó en mulas los caudales de la Casa de Moneda y los puso a salvo en Jujuy. Entre monedas y lingotes, se llevó unos 800.000 pesos.
La moneda patria
Los realistas avanzaron luego hacia el sur. Como conocemos, fueron detenidos en Tucumán en 1812 y se rindieron en Salta en 1813. Entonces, con el Ejército del Norte, el general Manuel Belgrano inició la segunda campaña al Alto Perú y ocupó nuevamente Potosí, el 19 de junio de 1813. Meses atrás, la Soberana Asamblea, reunida en Buenos Aires, había sancionado (13 de abril) la importante Ley de Moneda.
Ordenaba que se acuñaran monedas donde la efigie del rey se sustituyera por “el augusto emblema de la Libertad”, sin alterar el peso, la ley y el valor de cada pieza. Las nuevas llevaban en una cara el sello de la Asamblea y la leyenda perimetral “Provincias del Río de la Plata”. En la otra, un sol radiante y la leyenda “En unión y libertad”. En las de oro, “al pie de la pica y debajo de las manos que la afianzan”, irían “trofeos militares consistentes en dos banderas de cada lado, dos cañones cruzados y un tambor al pie”. Esta pieza está reproducida al centro de las monedas de un peso que utilizamos hoy.
Furia realista
Por temor a eventuales venganzas realistas del futuro, muchos empleados calificados de la Casa de Moneda abandonaron el establecimiento. Por esto asumió las funciones de Talla Mayor don Pedro Venavides, quien puso manos a la obra para tener listas, con la mayor rapidez, las primeras monedas patrias.
Según Cunietti Ferrando, se llegaron a acuñar 918.671 pesos, en piezas cuyo valor iba desde 8 reales hasta medio real, y acaso algunos “cuartillos”. La acuñación en oro fue muy escasa. También se confeccionaron las medallas conmemorativas de Tucumán y de Salta, como también algunos escudos ovales para insignia de los regimientos.
El 28 de julio, llegaron a Buenos Aires, desde Potosí, las piezas que la Asamblea llamó “las primeras monedas mandadas grabar en el cuño de Potosí con las armas que han sustituido a las de nuestra antigua servidumbre”. Obviamente, esto desencadenó la furia de los realistas del Montevideo y de Perú. Consideraron que se sumaba así un nuevo y atroz delito a la rebelión en que estaban empeñados, ya que acuñar moneda certificaba “la infame resolución de independencia”.
Retirada y regreso
Pero ese año 1813 se produjeron las derrotas de Vilcapugio (1 de octubre) y Ayohuma (14 de noviembre), que obligaron a Belgrano a retirarse de Potosí. Partió llevándose los cuños de la Casa y cuanto elemento de amonedación pudo cargar. Hasta tuvo la intención de volar con explosivos el edificio, propósito que felizmente dejó de lado.
Corría diciembre de 1813, cuando los realistas entraron en el recuperado Potosí. Previsores, traían punzones con el busto de Fernando VII, grabados en Cádiz. Con ellos, reiniciaron las acuñaciones. Era tarea difícil, dado el desmantelamiento que había sufrido la Casa de Moneda y la falta de obreros calificados. Procedieron además a requisar la moneda patria: prohibieron severamente su circulación, y la refundían estampándole el busto del monarca.
En 1814, el Ejército del Norte, ya al mando del general José Rondeau, inició la tercera y última campaña al Alto Perú. Ella registró un único triunfo patriota, en la acción de Puesto del Marqués (5 de mayo de 1815) que permitió a Rondeau volver a ocupar temporalmente Potosí, así como Cochabamba y Oruro.
“Soles” y no “reales”
Los realistas habían evacuado la Casa de Moneda, tras enterrar las herramientas y llevarse la acuñación en plata y las barras de ese metal, además de piezas principales de la maquinaria de amonedación, para hacerla inservible. Pero, venciendo todas estas dificultades, Rondeau pudo rehabilitar la Casa de Moneda y reiniciar la acuñación patria, recién a fines de junio. Para eliminar una palabra que recordaba la nomenclatura enemiga, dispuso cambiar el nombre de “reales” por el de “soles”.
Pero sucedió que el 29 de noviembre, los patriotas fueron derrotados en Sipe Sipe y tuvieron que retirarse para siempre del territorio del Alto Perú. Los realistas recuperaron Potosí, y seguirían acuñando moneda con la efigie del rey hasta 1825, cuando las victorias patriotas de Ayacucho y Tumusla pusieron término definitivo al dominio español en America. En algunas piezas, estamparon las fechas anteriores de 1808 y 1809, para que –como ordenó Fernando VII- “se sepa que he reinado en esos años”.
El sello del Congreso
Junto con varios compañeros de la Casa de Moneda, el Talla Mayor, don Pedro Venavides, había emigrado a Tucumán en 1813, después del desastre de Ayohuma. Partió con su esposa Josefa Gainza y sus dos hijos, el último recién nacido. Estuvo un tiempo en Buenos Aires, para colaborar con el proyecto patriota de instalar allí un establecimiento de acuñación. Pero como finalmente no pudo concretarse, regresó a Tucumán y luego a Potosí.
Después de Sipe Sipe, pasó nuevamente a Tucumán con la derrotada fuerza patriota, y se quedó en nuestra ciudad como jefe de la proveeduría del Ejército del Norte. Cuando se reunió aquí el Congreso de la Independencia, en 1816, Venavides tuvo a su cargo la confección del magnífico sello que esa corporación usó para sus documentos oficiales.
Moneda de la “República”
En 1820, el coronel Bernabé Aráoz le encargó las monedas del efímero “Banco de Rescate y Amonedamiento”, de la igualmente efímera “República de Tucumán”, que presidía Aráoz. Fue la acuñación –en plata “baja”- de la llamada “moneda federal” de Tucumán que, como se sabe, se falsificó tanto y complicó tanto las transacciones, que la emisión entera debió ser retirada en 1821.
Venavides permaneció en nuestra ciudad con su familia hasta 1825, cuando los realistas se alejaron para siempre del continente. Dejó entonces Tucumán para volver a la Casa de Moneda de Potosí. Tendría, como Talla Mayor, una notable actuación. Confeccionó, por ejemplo, no solamente las primeras monedas de la novísima Bolivia, sino también la famosa medalla que llevaron al cuello, como insignia de su cargo, un total de 60 presidentes de esa república. Don Pedro murió en Potosí, el 11 de agosto de 1837, a los 65 años.