Dentro del miserable contenido futbolístico que nos regaló el primer superclásico de la serie, Boca aportó un poquito más que su invitado, pero al final se llevó lo mismo: un cero grande como una casa. Mucho tuvieron que ver en eso Gabriel Mercado, que fue un frontón indescifrable para las ganas de Andrés Chávez, y en menor medida Barovero, al que Boca no exigió demasiado, pero que siempre está donde tiene que estar.

El efecto del video motivacional armado para los jugadores de Boca los empujó a salir a comerse a River de entrada, pero las piernas no tardaron en ir más rápido que el cerebro y esa ambición se fue empantanando. Gago apareció de a ratos, cuando logró escaparse de esa violenta sombra que fue Ponzio. La delicadeza de Vangioni que sacó a Martínez le quitó picante a la ofensiva de Boca, que no encontró en Calleri el 9 que necesitaba, un cazador de centros que exija a la defensa pivoteando de espaldas al arco. Gigliotti entró después y tampoco amenazó.

En defensa, hizo lo necesario frente a un River que atacó poco y defendió mucho y al límite. El árbitro le perdonó la vida a Ponzio y a Vangioni, pero Boca no supo sacarle el jugo a una defensa repleta de amonestados. Por eso, el cero en su arco fue lo único que pudo rescatar.