En los pasillos de la villa se comenta que se tienen que ir, que no hay vuelta atrás. Se comenta que cualquier día, sin aviso previo, llega el Gobierno y los desaloja. Todavía no conocen la fecha, pero los vecinos del barrio Ángela Riera, el asentamiento conocido popularmente como “Villa Piolín”, están a la espera del traslado. Y las opiniones -al igual que los ánimos- están divididos: hay quienes preferirían quedarse donde están, pero que les mejoren las condiciones de vida; otros, en cambio, esperan que llegue cuanto antes el día de estrenar su nueva casa, no importa dónde.

Los vecinos reciben con desconfianza al equipo periodístico de LA GACETA, situación que cambiará a los pocos minutos de la visita realizada ayer. Una vez que adquieren confianza, un grupo de jóvenes invita a recorrer los pasillos del laberinto de una manzana, cubierto de árboles, escombros, basura, perros con hambre, casillas a punto de desplomarse y también varias casas de material. Humildes, pero de material.

“Ustedes vienen por la pelea que hubo el domingo, pero nosotros no tenemos nada que ver. Cualquier cosa que pasa acá ya es culpa nuestra, de los de ‘Villa Piolín’. Pero acá hay gente trabajadora”, define una joven que prefiere no brindar su nombre. La desconfianza desaparece cuando, más calmados, los vecinos comprenden que el tema del reportaje no es el incidente del fin de semana en el centro comercial ubicado en la avenida Mate de Luna, sino el inminente traslado del barrio hacia El Manantial, en el marco del programa nacional FedVillas.

El censo realizado en julio en la zona arrojó que son 150 familias las que deberían ser reubicadas. En total, se habla de 300 a 400 personas, según estima Gladys Salomón, directora interina del área Social del Ipvdu. Todo lo que saben los vecinos son comentarios que se escuchan en los pasillos; algunos, incluso, se animaron a ir a visitar el que probablemente sea su nuevo barrio. “Resulta que nos quieren juntar con otra gente, como si fuera una favela. Va a ser peor, va a haber una muerte todos los fines de semana, porque uno no se va a dejar pasar por encima...”, vaticina Fabio Otaiza, de 25 años. El joven teme que la convivencia con los vecinos de “El Triangulito”, una de las villas reubicadas en El Manantial, sea tan áspera que lleve a enfrentamientos casi diariamente. “Acá nos conocemos y nos protegemos entre todos. La zona a la que quieren llevarnos es muy fea, y queda lejos. Pero lo que más me importa a mí es que nos den casas para todos, no sólo un módulo habitacional”, opina Leandro Gómez (23), padre de dos hijos y de un bebé que viene en camino.

“Hace dos meses vinieron a censarnos y nos dijeron que en 60 días nos trasladaban. Yo tengo 55 años y he vivido toda mi vida acá, cuando esto era monte; este es mi lugar, pero si tenemos que irnos para tener lo nuestro, me voy sin problemas”, asevera una vecina que también prefiere no mencionar su nombre. Tiene miedo de que, ante cualquier paso en falso, no se concrete el traslado. Ella es una de las más ansiosas. “Necesitamos vivir en un lugar más digno”, sostiene.

Sandra Robles, de 41 años, también se quiere mudar. Sabe que tendrá que renunciar a algunas comodidades, si tal palabra cabe dentro de una villa miseria: “acá nos queda todo cerca: el súper, el CAPS, la escuela. El Manantial es muy lejos, pero yo no veo las horas de trasladarme”, explica. Desde los 18 que vive en “Villa Piolín”. Con su marido ha tenido cinco hijos que le dieron cinco nietos. Todos viven distribuidos en dos casillas separadas por callejones de barro y escombros. “Me gustaría tener mi casita, por más que sea lejos. Aquí se mete la policía violentamente y hace tiros, hay chicos dando vueltas, es muy inseguro por eso”, concluye.

Inminente
Salomón, del Ipvdu, estima que a fin de mes comenzaría el traslado del barrio hacia la zona de El Manantial. La directiva explicó que se otorgarán viviendas de dos y tres dormitorios, completamente terminadas. “Lo que aún no está definido es si los nuevos habitantes tendrán que pagar algo o no. En principio se trata de fondos no reintegrables, es decir que no pagarían, pero es algo que se está viendo. Sería interesante que tuvieran un plan de pago acorde a sus posibilidades, principalmente por el sentido de pertenencia que generaría eso. Por supuesto, los servicios correrán por cuenta de los usuarios”, informó.

La funcionaria comentó, además, que tras realizar el relevamiento, se generó gran expectativa y aparecieron familias que no habían vivido en el barrio pero que querían obtener una vivienda. “Por eso tuvimos que cruzar datos con el CAPS y la escuela, para estar seguros. Eso también lleva tiempo”, advirtió.

Más allá de la fecha precisa, el traslado ya es una realidad. Ahora el desafío, reflexionó Salomón, es “el día después”. “Se trata de familias muy vulnerables, que necesitan toda la contención que le podamos dar. Por eso estamos tratando de establecer acciones conjuntas con otros organismos y ONG para acompañar este proceso”, señaló. E invitó a todos los organismos dispuestos a hacer su aporte a visitarla en el Ipvdu.

OTRA REALIDAD
“Si me sacan de aquí, me matan”, afirma una anciana de 93 años

El barrio Ángela Riera (“Villa Piolín”) está demarcado por las calles Crisóstomo Álvarez, Ernesto Padilla, San Lorenzo y Juan B. Terán, detrás de la ex Cootam. Los vecinos ponderan la accesibilidad y los servicios. Es clara la diferencia entre los vecinos que lograron levantar su casa de material y los que están en la prefabricada. En el primer grupo se encuentra doña Ilda Nélida Guantay, de 93 años, quien hace 30 meses está postrada en la cama. Su familia teme que, si los trasladan a El Manantial, no puedan trasladarla en el caso de que necesite ser hospitalizada. “Hace 60 años que vivo aquí. Aquí crié a mis 13 hijos, trabajé y me esforcé para levantar esta casa. Si me sacan de acá, me matan”, dijo, a duras penas, la anciana. Su hija Amelia Cardozo, de 61 años, contó que se turnan entre los familiares para cuidar de ella y que temen que en el traslado los separen. “Que pregunten quién quiere irse y quién no. No se entiende por qué el apuro, parece que están interesados en la tierra, no en nosotros”, cuestionó.

A favor del traslado

- Los vecinos que viven en peores condiciones (hacinados, con casillas precarias) están ansiosos por el traslado hacia El Manantial.

- Aspiran a tener una vivienda más digna y propia, en un lugar del que nadie los va a correr.

- Piensan que un barrio más ordenado será también un ámbito más seguro y salubre para criar a su hijos.

- También les interesa contar con infraestructura, como cloacas y agua potable.

En contra del traslado

- Temen que al juntarlos con vecinos de otros barrios reubicados, como La Ciudadela, se produzcan peleas.

- Consideran que la zona de El Manantial es demasiado alejada. En “Villa Piolín” están cerca del supermercado, del CAPS y de la escuela.

- Todavía no saben si tendrán que pagar o no por las nuevas casas. Es algo que el IPV aún no tiene definido

- Los que tienen casas de material, no quieren perderlas.